8/6/09

Otro de los regalos del Padre Alberto


El Sagrado Corazón de Jesús.

Florencio Varela, Buenos Aires, junio del 2009

Al Círculo de Adoración “Monte Sión.

Queridos hermanos y hermanas:
Como es tradición, les escribo la circular de mitad de año, como siempre nos ilumina el Corazón de Jesús, ¡Dios con corazón humano!, ¡Dios con un corazón como el nuestro! La devoción al Corazón de Jesús ha tenido, sobre todo en la religiosidad popular, un claro acento de “reparación”. Esto es, “sanar” con nuestro amor las heridas que el desamor de muchos produce en Corazón de Jesús. Meditando sobre este aspecto, siento un estremecimiento en mi ánimo: en el mundo hay tanto desamor, el hombre posmoderno experimenta -como escribe el Padre J. Kentenich- una profunda “sed de amor”.

En la predicación de Jesús hay claras referencias a lo que simbolizamos con la palabra “corazón”, el centro emotivo y afectivo del hombre. Las palabras de Jesús son concluyentes: “El que es bueno, de la bondad que almacena en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa del corazón habla la boca” (Lc. 6,45). ¡Qué impresionante darnos cuenta que la palabra manifiesta lo que llevamos en lo más profundo de nosotros mismos!, ¡la palabra que pronunciamos nos revela! Jesús lo dice más claramente en un pasaje que escribe San marcos: “Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre; porque de dentro, del corazón del hombre, salen las malas ideas: inmoralidades, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraudes, desenfreno, envidias, calumnias, arrogancia, desatino. Todas esas maldades salen de dentro y manchan al hombre” (Mc. 7,21-23)

La piedad y espiritualidad de la Iglesia nos señala el Corazón del Dios hecho hombre. ¿Es actual esta devoción?, ¿tiene verdaderamente importancia en nuestra vida de fe?, ¿tiene repercusión en la vida diaria? A juzgar por lo que vemos y oímos, hemos de concluir que sí.

Sitúo ahora la reflexión desde otro punto de vista. Innumerables veces me han hecho estas preguntas: ¿Existe el demonio?, ¿el demonio es realmente un ser personal? Jesús habla de “Satanás” en diferentes discursos, hasta habla de una “legión” de demonios. Yo no quiero entrar ahora a argumentar si el demonio es o no un ser personal, ni cuál es su origen. Lo que quiero aportar es esto: la palabra “demonio” es comprendida desde muy temprano en la vida de la Iglesia, como “el mono de Dios”. Esto es, un Dios que no es pero actúa como si lo fuera, es la ridiculización de Dios, del Dios que anuncia, que revela y se revela en Jesús.

Si tomamos los textos evangélicos citados, vemos que en el centro interior del hombre, en su núcleo más íntimo, su corazón, anidan fuerzas de bondad o de maldad. Entonces, más allá que discutir si existe o cómo es el demonio, lo que el hombre -independientemente de si tiene o no fe en Dios- ha de tener en cuenta es que, como decían los Padres de la Iglesia primitiva, “en el hombre cohabitan un ángel y un animal”. La expresión puede sonarnos ridícula y hasta jocosa, pero todos hemos de concluir que, como bien escribe San Pablo, experimentamos las “dos leyes”. Lo dice así el Apóstol: “Así, cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro fatalmente con lo malo en las manos. En lo íntimo, cierto, me gusta la Ley de Dios, pero en mi cuerpo percibo unos criterios diferentes que guerrean contra los criterios de mi razón y me hacen prisionero…” (Rom. 7,21-25)

Si experimentamos en nosotros fuerzas de bondad y/o de maldad, entonces más que buscar la explicación fuera, hemos de ir hacia lo profundo, hacia el núcleo interior, hacia el corazón. Es aquí donde la devoción al Corazón de Jesús alcanza su pleno sentido. Hablar del Corazón de Jesús, es hablar del corazón ideal, del corazón transformado en pura bondad y por eso en puro amor. Es hablar de sentimientos y emociones serenadas, transfiguradas por el amor.

Cuando en la vida pública constatamos tanta corrupción, cuando vemos que el poder no se hace servicio sino explotación, cuando los medios anuncian agresividad, violencia, robos, cuando de hecho se da la liberación de la droga,… ¿qué estamos viendo? Vemos manar del interior de muchos hombres y mujeres la parte negra, la zona oscura del corazón humano. Estamos en tiempo difíciles, pueden tornarse más difíciles todavía. ¿Qué hacer?, más allá de lo que cada uno pueda incidir dentro de su ámbito en la sociedad, nada cambia si no cambia primero el corazón del hombre. Es en esta perspectiva que la devoción al Corazón de Jesús se hace hoy intensamente actual. El problema del hombre es su corazón, mejor dicho lo que abunda en él. El Padre J. Kentenich solía decir que “el corazón es un trono, y en el trono del corazón siempre hay alguien sentado, Dios o un ídolo…”

¿Cómo avanzar en la sanidad del corazón? Jesús nos vuelve a dar la pista: “Donde tengáis vuestro tesoro tendréis el corazón” (Lc. 12,34) ¡He aquí el “punto”! ¿Quién es nuestro tesoro? Si Dios es nuestro tesoro, el nuestro será un corazón semejante al de Jesús, es decir: un corazón que desborda amor. Cuando hacemos referencia al Corazón de María, lo llamamos “inmaculado”, esto es: un corazón colmado de puro amor. Nada hay en ella que no sea amor. El Corazón de María latió “antes” que el Corazón de Jesús. El de Él comenzó a latir en María y los unía una misma sangre, esto es una misma vida unía ambos corazones.

Hoy necesitamos “trabajar” el corazón. Necesitamos colmar de amor nuestro corazón, no sabemos ni podemos hacerlo solos, necesitamos de la amistad de Jesús y la ayuda maternal de María. Hoy hay muchas realidades que pugnan por “sacar” de nosotros lo menos bueno, incluso lo oscuro. No podemos ceder, la meta es clara: hoy el Evangelio se anuncia viviendo más que hablando. Hay inflación de palabras vacías, sólo una vida plena de contenido atrae y alienta lo más noble y pleno. Si los discípulos de Emaús dijeron “¿No estaba nuestro corazón en ascuas mientras nos hablaba por el camino…?” (Lc. 24,32); lo mismo necesitamos nosotros: ¡que arda el corazón en y por la bondad de Jesús! Definitivamente, contemplar el Corazón de Jesús no es una devoción desencarnada, es una respuesta a nuestra vida hoy. Pero, el Corazón de Dios hecho hombre está traspasado, abierto como una ventana que llama a la intimidad y la interioridad: al “amor más grande”.

Como adoradores sabemos de la amistad con Jesús. Lo adoramos con el corazón y lo contemplamos con los ojos luminosos de María, única manera cierta de “saber” de Él. Desde el Santuario de Sión les mando un cordial saludo. Que Dios les lleve en la palma de su mano y les bendiga:
P. Alberto E. Eronti

1 comentario:

  1. Anónimo9/6/09

    Sencillamente "grande". ¿Quien es el P. Kentenich?

    De todos modos gracias.

    ResponderEliminar