Domingo XIII T. Ordinario
27-06-2010
27-06-2010
Por cuántas cosas tenemos que pasar, hasta que llegue el momento de nuestra incorporación al Padre Creador.
En el camino, nos vamos encontrando de todo, hay días soleados y días más apagados; días con alegría y días de mala leche. Hay de todo, nos encontramos con gente que piensa como nosotros, y otros en cambio, nada de nada. No solo es que no nos reciben en sus “casas”, sino que además nos echan fuera de sus vidas.
No me acogen, no pasa nada, me voy a otra parte. No, no, de ninguna manera, si no me acogen les echo el fuego del cielo y que se quemen vivos. Y ese deseo humano, alimentado por nuestro orgullo, ese deseo, es contrario a Dios y a su Reino. Es decir, una maldición, sin saber que con esto el que se quema es uno mismo.
¡Y así estoy, me estoy quemando!
Qué fácil es hablar, pero que difícil es actuar en consonancia. Lo que quisiera hacer, eso que es bueno, no lo hago. Y hago, motivado por otro que hay en mi, lo que no quiero hacer. Cuánta realidad se encuentra en estas frases.
Me planteo dejar de escribir, porque creo que no soy capaz de caminar sin mirar atrás, y ya lo dice Jesús: “el que sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”. ¿Por qué? Sencillo, porque hay que perdonar sin ver las ofensas que me hacen los que no me reciben, los que por uno u otro motivo han dejado de saludarme. Los que me hacen, o eso pienso yo, un feo, una acción no deseada.
Y mi orgullo sigue ahí, alejándome de ellos. ¿Cómo perdonar determinadas cosas? Se por experiencia que es la fuerza del Espíritu quién lo hace, pero yo tengo que desearlo, ir entrenando esa situación.
Y es que el reino de Dios es amor, y si entras la paz es el acomodador principal, siguiéndole de cerca Dª Alegría.
¿Por qué a veces no comprendo esto? ¿Por qué no soy capaz de poner en práctica estos pensamientos? ¿Me comprendes cuando digo, que debería dejar de escribir?
Gracias por vuestra, por tu, comprensión.
En el camino, nos vamos encontrando de todo, hay días soleados y días más apagados; días con alegría y días de mala leche. Hay de todo, nos encontramos con gente que piensa como nosotros, y otros en cambio, nada de nada. No solo es que no nos reciben en sus “casas”, sino que además nos echan fuera de sus vidas.
No me acogen, no pasa nada, me voy a otra parte. No, no, de ninguna manera, si no me acogen les echo el fuego del cielo y que se quemen vivos. Y ese deseo humano, alimentado por nuestro orgullo, ese deseo, es contrario a Dios y a su Reino. Es decir, una maldición, sin saber que con esto el que se quema es uno mismo.
¡Y así estoy, me estoy quemando!
Qué fácil es hablar, pero que difícil es actuar en consonancia. Lo que quisiera hacer, eso que es bueno, no lo hago. Y hago, motivado por otro que hay en mi, lo que no quiero hacer. Cuánta realidad se encuentra en estas frases.
Me planteo dejar de escribir, porque creo que no soy capaz de caminar sin mirar atrás, y ya lo dice Jesús: “el que sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”. ¿Por qué? Sencillo, porque hay que perdonar sin ver las ofensas que me hacen los que no me reciben, los que por uno u otro motivo han dejado de saludarme. Los que me hacen, o eso pienso yo, un feo, una acción no deseada.
Y mi orgullo sigue ahí, alejándome de ellos. ¿Cómo perdonar determinadas cosas? Se por experiencia que es la fuerza del Espíritu quién lo hace, pero yo tengo que desearlo, ir entrenando esa situación.
Y es que el reino de Dios es amor, y si entras la paz es el acomodador principal, siguiéndole de cerca Dª Alegría.
¿Por qué a veces no comprendo esto? ¿Por qué no soy capaz de poner en práctica estos pensamientos? ¿Me comprendes cuando digo, que debería dejar de escribir?
Gracias por vuestra, por tu, comprensión.
PD: Si escribo es porque considero que es un mandato que me hace el Señor, creo que es una misión que Él me ha encomendado.