24/2/13

¡QUÉ BIEN SE ESTÁ CONTIGO,SEÑOR JESÚS!

¡Qué bien se está contigo, Señor Jesús!

¡Qué bien se está aquí contigo, Señor!

En una travesía fenomenal por los Pirineos, iba marchando un grupo de amigos, dispuestos a subir el monte Aneto por una de sus caras, la que casi todos hemos usado, y hacia el final de la ascensión, hay que subir una pared de piedra, a no ser que te vayas a dar un gran rodeo. No hay problema, puesto que unos escalones de hierro en forma de U, forman una escalera por donde subir. Por ahí se adelanta muchísimo. El único problema es el vértigo, ya que la pared tiene una buena altura, de piedra negra, con mucho componente de granito, ciertamente un mineral muy duro.

¿Qué hacemos ahora?

Igual que en nuestra vida. Cuántas veces se nos complica, por una simple discusión, por no querer perder la razón, o por un problema mayor, de más gravedad, como la muerte de ese hermano que durmiendo respiró un gas venenoso. Así como suena, en la vida se nos cruzan problemillas y problemas muy gordos; es la vida, el ir caminando hacía la Jerusalén Gloriosa.

¿Cómo poder soportar? ¿Cómo resistir todo esto? ¿Cómo gozar de tu gloria, Señor, aquí y ahora?

Si respondo yo, sólo puedo decir que con la oración, estando en oración, y la gracia de vivir ese momento se nos dará, pudiendo decir como Cefas (Pedro), ¡Qué bien se está aquí Señor!

Y Cefas es piedra, como la piedra negra granítica, como la piedra negra volcánica del Lago Tiberiades. Por eso le dijo a Pedro, sobre esta Piedra (Cefas) edificaré mi Iglesia. Jesús funda la Iglesia en Pedro, y no es una casualidad por tanto que Pedro dijera lo ya conocido de qué bien se está aquí. ¡Por supuesto Pedro hace esta afirmación en el monte Tabor! Cerca de Nazaret, pero ya de camino, el que ellos usaban, hacia Jerusalén.

¿Cómo subir al monte Tabor ahora, aquí?

Más de lo mismo. Si respondo yo, sólo se puede con la oración, la cual del mismo modo, es ya una gracia. Entrando sin prisas en la Capilla del Señor, y allí, con Él, hacer oración. Si puedes escoge una capilla donde esté el Señor Expuesto, como la de mis Hermanas Clarisas, en la calle Puridad de Valencia.

Y estando en oración repasamos la ley, los profetas y llegamos a la plenitud, por medio de Nuestro Señor Jesús, y Él nos enseña con su Palabra y su ejemplo, con sus dichos y hechos, con verdadera autoridad, verdadero Evangelio, nos marca el camino, y nos da fuerzas para seguir. Para que esas dificultades, cuando lleguen, no sean un freno, ya que siempre nos da de más para poder aguantar, pero en el momento justo, no antes. Para ello necesitamos confiar plenamente en Él, en su providencia de Papá, ese Papá que tanto nos ama. No hagamos previsiones, sino dejémonos en sus brazos. En el momento justo.

Y siempre desde la oración. Sin ella, nada de nada.

¿Cómo vas de oración? ¿Cómo vas de Paz?

17/2/13

TIEMPO DE CUARESMA


Jesús, “te veo abrazar con inmenso anhelo esa cruz,
que proclama en voz alta
la misericordia divina”
(H. El Padre, nº 252)


El llamado “Miércoles de ceniza” ha dado inicio a lo que la Iglesia denomina “tiempo de Cuaresma”. Tradicionalmente la Cuaresma ha sido definida como “un tiempo de penitencia y conversión”, lo es. De las dos palabras la primera es la que, de alguna manera, causa “escozor” interior. ¡Penitencia! En general esta palabra ha tenido un acento “negativo” que se identifica con: renuncias, sacrificios, negaciones… Es una pena si interpretáramos así esta palabra tan cargada de amor, de esperanza y por eso de misericordia.

La “penitencia” cuaresmal antes que poner el acento sobre lo que hemos de sacrificar, lo pone sobre lo que estamos llamados a alcanzar, es decir: “esfuerzo para”. El escalador lo primero que hace es poner su mirada en la cima, en la meta que es desafío y sueño. La cima ejerce sobre el escalador una particular fascinación y es justamente esto lo que moviliza todas sus fuerzas creadoras. Una vez puesta la mirada en la cima y tomada la decisión de alcanzarla, el escalador comienza a preparar la trepada. Se ejercita físicamente, toma vitaminas extras, hace la lista de los elementos que va a necesitar y el día determinado comienza el ascenso. No se si todos leyeron la noticia aparecida en los medios, en la que se contaba que un andinista escaló el monte Aconcagua (algo más de 7.000 metros), el pico más alto de la Cordillera de los Andes, en solitario y en 34 horas, a partir del último campamento base. ¡Todo un record! Lo que no señalaban los medios es toda la preparación que realizó el escalador. Horas y horas, días y días de ejercicios físicos, disciplina férrea, renuncias a trasnochar, a comidas y bebidas contraindicadas, etc. La meta, tocar la cima, mereció, para este joven, todo sacrificio, toda renuncia, Todo “merecía la pena” si podía realizar el sueño: tocar la cima del Aconcagua y batir el tiempo record de escalada. ¡Lo logró!

¿Cuál fue su “genialidad”, como diría el Padre Kentenich?, que no partió de lo que debía sacrificar sino de lo que quería alcanzar. Sería tonto poner el carro delante del caballo, sin embargo es lo que muchos bautizados hacemos cuando en este tiempo de Cuaresma nos fijamos más en el sacrificio, las renuncias y penitencias, y no en la meta que se pretende alcanzar. Esta meta es ir a más, ser más. ¿Ser más qué? Más como Jesús nos señala en el Evangelio del reino.

Es interesante señalar que, en su divina pedagogía, Jesús utiliza con frecuencia una comparación muy luminosa: “No seáis como los paganos”. No hace un juicio sobre el pagano, sino que apunta a la conducta diferente entre quienes no creen y los que sí creen en Dios. La Cuaresma es, justamente, un tiempo para despegarnos de las “conductas paganas” -la mayoría inconscientes- que todos tenemos, para ir hacia la “conducta cristiana”. ¿En qué consiste esta conducta cristiana? En ir asumiendo más y más el comportamiento de Jesús, nuestro Señor y Maestro. Él es quien nos invita: “venid a mí”, “aprended de mí”. Quizás sea bueno señalar un campo para ejercer esta “conducta cristiana”: el de la convivencia con quienes nos rodean, sea en la familia o en el ámbito del trabajo, como también en el comportamiento como ciudadanos.

Jesús da una “regla de oro”: “Traten a los demás como quisierais que los demás os traten a vosotros”. Se trata de una propuesta positiva y de alto contenido evangélico. Hoy constatamos un deterioro inmenso en el trato social. “La calle está cada vez más dura, más peligrosa”, señalaba un artículo periodístico días pasados. No es la calle la que está dura o peligrosa, es el hombre el que se constituyó en duro y peligroso. ¡He aquí el punto! Conocida es la frase que repetía nuestro Fundador: “Cuando el hombre se aleja de Dios, primero se embrutece y después se bestializa”. Esto es, cuando el hombre -creado a imagen de Dios- se aleja de su modelo se desfigura, se afea y su conducta deja de ser plenamente humana para asumir rasgos de brutalidad.

Si Jesús y su Mensaje nos fascinan, debiéramos buscar a lo largo de este tiempo de gracia, tiempos para estar con Él, junto a Él, aprendiendo de Él. Una vez más señalo a quien nos puede conducir “a la hondura de Cristo”: ¡María! Ella fue su primera y aventajada discípula. En sus conductas irradia el ser y hacer cristiano, lo que “recibió hambrienta y fervorosa” de Jesús. Sin duda que nuestro crecimiento interior, el escalar las alturas, exige esfuerzo y opción de nuestra parte, pero también es cierto que en el ir hacia la cima elegida no estamos solos: María, nuestra Aliada, está con nosotros y en nosotros, está como Maestra y Educadora en el camino del “amor más grande”. Y Jesús es taxativo: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, a lo que hay que agregar que, nadie tiene amor más grande que el que da la vida y da vida a quien o quiénes no le resultan simpáticos, ni agradables. Si “Dios nos amó primero”, como escribe San Juan, nosotros también, antes que exigir, estamos llamados a ejercer la primacía del amor. Un amor que da sin esperar nada del otro, pero si el otro llegara a crecer por el amor recibido… ¡qué alegría y que paz en nosotros! ¡Sabremos que somos y actuamos como “imágenes de Dios”.

¿La meta de esta Cuaresma?, ¡configurarnos más con el modelo!, y vivir lo que somos en la convivencia de cada día. ¡Qué hermosa y noble cima es poder elevar la atmósfera de alegría, amor y paz en nuestro entorno!

Desde el Santuario “Sión del Padre”, les envío un cordial saludo y el deseo de una Cuaresma aprovechada en el amor, para que la Pascua sea de gloria. ¡Que así sea!

Que Dios les muestre su rostro y les bendiga:

P. Alberto E. Eronti

10/2/13

11 de febrero Nuestra Señora de Lourdes

Lourdes


De noche, es de noche, una preciosa noche de primavera, fresquita y con una brisa que revolotea sobre nosotros, acariciando nuestros rostros.

Miro, y no veo nada, pero es igual. No comprendo nada, no importa, allí estoy, que mas da, quieto, estoy quieto.

De noche. Reina el silencio profundo, al mirar el cielo una gran multitud de pequeñitas estrellas bailan una danza de paz. Todas ellas están serenas y alegres.

¡Qué bien se esta aquí! ¡Qué fácil es estar!

Y la noche sigue su curso, va avanzando, como lo hace un susurro a mi espalda, ese río que transcurre dócil y manso, el Gave.
Allí estoy, aquí estoy, transportado, en silencio, mirando en paz, cuando de pronto: te hablo, y tú me respondes. ¡Qué maravilla! Pero, ¿qué ha ocurrido?

De noche vi yo la Luz, en Lourdes, y santa Bernardita, por allí, discreta, sin hacer ningún ruido.

Las aguas brotaron hace 150 años y hoy en día lo siguen haciendo para nuestro bien. Y de mi corazón hiciste brotar ese Amor, que hoy es mas y más grande, ese Amor de profunda amistad y respeto. Allí me llenaste de alegría que poco a poco se ha ido convirtiendo en Felicidad.

¡Madre, gracias, por escucharme y responderme!

Gracias Señor Jesús, por darnos a esta Madre, tu Madre, Santa María.

¿Has estado en Lourdes? A que estas esperando

3/2/13

¡QUÉ FELICIDAD! primer capítulo de Antonio Escobedo

15
De nuevo viajamos a Lourdes
Mi querido Alberto, me tienes en la sequía, desde
hace tiempo no sé nada de ti, mientras tanto yo sigo
aquí, como siempre, viviendo la vida con intensidad.
A diario.
Tras las cartas que escribí en el libro ¡Qué alegría!,
donde contaba todos los cambios, esos cambios tan
enormes en mi vida, y, al mismo tiempo tan suaves,
como si nada pasase, de un modo tan natural que no
me daba cuenta de ellos, hasta transcurrido un tiempo
después, llega hoy este otro libro: ¡Qué felicidad!
Ahora me piden que conteste a algunas preguntas
que me formulan, y que además, ya me anuncian que
queman.
Mi alma se ha ido llenando de esa alegría absoluta
que sólo en Dios es posible hallar. Tras la alegría llega
la felicidad, ya que siempre, siempre la felicidad viene
precedida de la gran alegría, como los rayos del sol
vienen precedidos por la aurora.
La luz viene tras esa primera claridad, que se antepone
al día. Y así vino Jesús por María, la Luz y la Aurora.