21/12/08

¡Estad atentos!

Hace unos días, me encontré con una persona que desde hacía un tiempo no veía, y me preguntó por la familia. Le respondí, pero tuve la impresión de que aunque no le hubiera contestado, no habría pasado nada. Sencillamente, creo que ni me escuchó. Al mismo tiempo que me preguntaba, sin esperar respuesta, empezó a contarme cosas y más cosas, de manera atropellada, no contándome nada en concreto, ni tampoco yo pude saber qué me decía.

Me costó, pero lo conseguí. Me marché despidiéndome de él, y deseándole unas buenas navidades.

Todo esto me ha hecho pensar si a mí no me pasará en alguna ocasión algo parecido. ¿Alguien me querrá contar algo? ¿Me necesitará y yo no estaré atento?

Es verdad, y es una pena, la cantidad de ruido que metemos por todas partes. Y no lo digo por los de la moto, que yo también tuve una, sino por la poca escucha que prestamos a los demás: a nosotros mismos.

Ahora mismo miro a San José, y él me mira también. Está atento incluso a mis pensamientos, enseñándome que en el silencio está Dios. Necesito parar un poco esta actividad frenética y escucharme, ¿qué necesidades tengo? ¿realmente quiero eso y es lo mejor para mí, para mi persona?

Dios, nuestro Padre, está siempre atento a cumplir sus promesas, por eso dice el evangelista: “En aquel tiempo” como diciendo que para Dios el tiempo no es lo más, sino la disposición de nuestra persona. Nos recuerda que para Él nada hay imposible. La Virgen María estaba en oración cuando el Ángel le habló. ¿Cómo si no lo habría podido oír? La Virgen en silencio, dispuesta a Dios en todo, charlando con Él, escuchó esas palabras que la turbaron, no por las palabras en sí, sino por lo que decían. La Virgen estaba acostumbrada a orar, y ella en esta Navidad nos enseña cómo puede nacer Jesús, la Salvación en nosotros, pero para ello hemos de estar en oración. Dios no puede “nacer en nosotros”, no puede habitar, si no se le deja pasar. Nos hace libres, incluso para poder rechazarlo a Él.

Con Dios es muy fácil hablar, tan sólo lo tienes que desear, desde la oración, orando en silencio, estando dispuestos a Él. Y en estos momentos llenos de gracia el Señor está con nosotros, y el Espíritu Santo nos llena de su fuerza, poniéndonos las palabras en la boca, en la pluma, rellenando todos los baches y puliendo esos bultitos que nos afean como chepas, allanando los caminos, porque para Dios, insisto, nada hay imposible.

Y ante esto, ¿qué respuesta se puede dar? No hay otra, la única posible: “hágase tu voluntad”. Es decir, que mi voluntad coincida con la tuya, Señor. Es lo mejor, lo sé, sin ningún tipo de duda. Por eso “cantaré eternamente tus misericordias”.

Feliz Navidad del Señor en todos nosotros. Que Santa María nos enseñe a orar y que su esposo San José nos ayude a escuchar.

¿Me estás escuchando?


No hay comentarios:

Publicar un comentario