23/12/08

Desde Buenos Aires - Argentina (otro regalo)

“Poner paz en tanta guerra,
calor donde hay tanto frío,
ser de todos lo que es mío,
plantar un cielo en la tierra”
Buenos Aires, Navidad 2008


Queridos amigos:

El domingo 30 de noviembre comenzó el “año litúrgico”. La Iglesia prepara el primer misterio de Cristo, su nacimiento, con cuatro semanas de anticipación, por aquello que bien decía un teólogo español: “como sea tu adviento será tu Navidad”. Toda celebración ha de ser preparada adecuadamente, lo que decide lo “adecuado” en este caso es la fe que se posea y el amor con el que se viva.

¿Qué nos plantea la fe y el amor a y en Dios hoy? La economía mundial ha sido sacudida casi ochenta años después de aquella “fatídica crisis de los años 30”. La causa directa que desencadenó la conmoción se debe a los Estados Unidos de América, pero fue posibilitada por las llamadas “naciones más desarrolladas” y por una colosal hambre de lucro de quienes se alinearon en un camino de deshumanización y de idolatría. Sí, la crisis se debe al “dios dinero”, que genera el “dios lucro exorbitante” y una hija nefasta llamada “corrupción”. ¡El mundo de rodillas ante las pizarras de las bolsas del mundo y la cotización de las llamadas “monedas fuertes”!

Desempleo, inseguridad, insatisfacción, pobreza…y una enorme carga de indignidad revolotea sobre millones de personas, los más desvalidos y desposeídos, claro. En una situación tal, ¿habrá espacio para el “motivo” de la fiesta? Una vez más, Dios es marginado por los dioses, muchos hombres llevan el corazón monetarizado y cosificado. Tal vez muchos bautizados vivan esta Navidad excusándose, como aquellos invitados al banquete que no aceptaron participar porque tenían que ocuparse de “sus negocios” uno y el otro de “sus yunta de bueyes.

Me pregunto, ¿qué nos está diciendo Dios por estas “voces (¿gritos?) del tiempo”? Creo que es una invitación a preguntarnos por el sentido de nuestra vida, por la escala de valores, por el lugar que le damos a los encuentros, a las conversaciones, a la ternura…al amor. Está claro que no son los bienes, ni siquiera los legítimos, los que nos dan felicidad. Ayudan, claro está, pero la felicidad tiene una raíz más honda, más profunda: proviene de un corazón pacificado, abierto, sereno y apto para el amor y el don de nosotros mismos. He aquí el sentido de celebrar la natividad de Jesucristo. Él nos “trae” todo este cúmulo de anhelos y esperanzas. Él viene a “provocar” el nacimiento y renacimiento de lo mejor de nosotros mismos. ¡Siempre es tiempo para amar, para ser generosos y magnánimos.

Que esta Navidad 2008 haga nacer las mejores tendencias y desarrollar los mejores impulsos de nuestros corazones. Que en la Nochebuena podamos experimentar que algo nace en cada uno para ir a más y ser mejor. Junto al Niño, María y José los tendré presente en la noche más hermosa y buena del año. ¡Feliz y bendecida Navidad!


P. Alberto E. Eronti

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