1/2/09

La verdadera autoridad

Jamás el mal podrá con el Bien, y este domingo vuelve a quedar al descubierto. Se hace realidad la afirmación.

Jesús enseñaba a sus discípulos, con cualquier pretexto, siempre que lo quisieran, siempre que deseamos oírlo, Él, nos lo explica todo en privado. ¿Y que es este privado? ¿Qué quiere decir?

Yo lo interpreto como que es a mí a quien enseña. Exacto, veo que lo has comprendido: es a ti a quien explica todo, tanto en la capilla de la Adoración, como en tu propia casa, cuando coges las Sagradas Escrituras, las lees, y le pides a Él, por mediación de la Santísima Virgen María que te “enseñen”, y a buen seguro lo hará con autoridad.

Es decir, dice y hace sin contradecirse, y esto es la autoridad. Porque es cierto, y me alegra que me lo recuerdes, muchos hacemos aguas, ya que no somos capaces de hacer lo que decimos.

A veces es imposible, somos hombres de carne y hueso, y por tanto débiles. Con frecuencia nos preocupamos por lo que no nos importa lo más mínimo, mientras me centro en una tontería, me olvido de dar gracias por todo lo que tengo, por todo lo que soy.

¿Acaso si morimos ahora, nos llevaremos la casa o el coche con nosotros? No, no somos dueños de nada, lo tenemos, por así decirlo, alquilado a bajo precio, pero no es nuestro.

El mal que está como un okupa dentro de los hombres, sabe muy bien que no tiene poder, ninguno. El único poder lo tiene el Creador, por eso le dice: “Jesús de Nazaret, ¿qué quieres de nosotros? ¿has venido a acabar con nosotros?”

Y no al revés, el bien sí que tiene poder para acabar con el mal, por eso responde: “Cállate y sal de él.” ¡Qué maravilla! Me encanta, porque además de enseñarnos a ser los hombres más felices del mundo, nos libra del mal, y esto tan sólo es así porque es el Santo de Dios. El único que tiene la autoridad de actuar sobre todo y sobre todos. Y continuamente nos dice: “No os preocupéis, confiad en mí, ¿acaso no me conocéis?”

Ésta sería una buena pregunta: ¿Sabemos quién es Él? ¿Confiamos realmente en Él? Y si lo sabemos, ¿por qué no confiamos más en Él?

Estos días todos hablan de la crisis, y bien cierto que va a ser una gran crisis, como de hecho ya lo es. Hay muchos millones de personas que viven en ella. Es verdad, ¿cómo negar lo evidente?

Crisis y muy preocupante, y no me refiero a la económica, sino a la moral, a la que hace que todo lo demás caiga.

¿Acaso la avaricia de los bancos no nos ha traído parte de todo esto?
¿Acaso la avaricia de los constructores despiadados, pensando tan sólo en forrarse a toda costa, no están ahora viendo cómo todo su mundo se está cayendo?

¿Acaso la destrucción de la familia no es una grave crisis? Cuántos matrimonios engañan y han engañado a sus parejas, ¿no es esto una crisis peor que unos cuantos millones de euros?

¿Cuántas veces los padres hemos olvidado que tenemos el deber y la obligación de educar a nuestros hijos? ¿Acaso la falta de esta educación no genera una verdadera crisis?

Podrían también hablar de todos los que callamos para que no nos venga nada peor, por cobardes, ¿acaso no es renunciar de alguna manera a Dios? ¿Acaso no es negarlo? Y esto ¿no es una verdadera crisis?

Pero no, ahora, la crisis es la otra, ¿cuál? Y tu consejo a tu sobrinita de buena familia, para que abortara y no hubiera más escándalo, ¿no ocasionó también una crisis?

Perdonadme todos, no pienso en nadie, ni quiero ofender, pero ¿no sería actuar con autoridad, el corregir todos estos errores?

Pidamos a Jesús fuerzas para vivir plenamente sus palabras de ánimo, y que la alegría y la ilusión no permitan que olvidemos lo verdadero: Dios. Que sepamos darle gracias por todo, absolutamente por todo.

¿Me estás pidiendo consejo? Para mí es muy sencillo, adorar al Señor en su Capilla, en el Sagrario, y en la celebración de la Santa Eucaristía.

¿Más aún? Bien, yo aconsejaría exponer solemnemente al Señor todos los jueves, por ejemplo, al menos media hora, y finalizar dando la bendición a todos: los presentes y los ausentes.

¿No crees que Él traspasa los muros de la Iglesia? Claro que sí, y que alcance a todo el pueblo, los que están y los que no están.

Si en España, o cualquier otro país, se hiciera en todas las iglesias al mismo tiempo, esto cambiaría rotundamente.

A mí no me vale que me digas que somos pocos. Yo cuento con los millones de ángeles, y con los millones de santos, con toda la comunión de los santos.

Somos muchos más, no nos preocupemos por lo que nonos toca. Nosotros hagamos lo nuestro, y Él que haga lo suyo. ¡Segurísimo, siempre ha sido así!

2 comentarios:

  1. Anónimo31/1/09

    Muy bueno.Estoy contigo en todo.

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  2. Anónimo2/2/09

    Creo que hoy en día, el mal es muy morboso y a la gente le gusta hablar de ello, por eso parece que el mal prevalezca sobre el bien. Pero al igual que tú has dicho, el bien nunca podrá con el mal, aunque haga más ruido.

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