16/11/08

La prudencia, a veces, no es buena consejera.

Desde antiguo se dice aquello de sé prudente, y lo que yo digo no es ser un alocado, pero hoy, en estos tiempos tan maravillosos, donde tanto tenemos por hacer, como digo, hoy necesitamos de la imaginación para hacer real y comprensible en nuestra sociedad el Evangelio. Cristo mismo nos lo pide con los talentos, trabajar por el reino, no sirven los que se escudan en ciertas frases tales como “a mí no me sirve esto”, para en realidad no hacer nada. No aportan nada, y lo más triste es que el tiempo se está agotando. El final del año litúrgico nos lo hace ver.

Hay que revisar nuestras vidas, ¿he hecho todo lo que podía? O por el contrario, me he refugiado en no se sabe qué para no realizar ninguna tarea.

Hay un compromiso, y es el amor, hay que actuar por amor, incluso arriesgar, entusiasmarse en lo que hacemos como verdaderos apóstoles que somos en estos tiempos. Todos y cada uno de nosotros tenemos una misión muy importante que desempeñar, por leve que nos pueda parecer. No hay rosario mal rezado, como decía Juan Pablo II de feliz memoria, sino que el malo no es otro que el que no se reza. No podemos enterrar nuestra misión y disimular, porque Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote, está al llegar.

Hace unos días una señora, ante un apostolado mariano, decía que ella no comprende lo que otros hacen en dicha misión. Es normal, no puede comprenderlo, yo tampoco podría, no hay forma de comprender la obra de Dios, pero lo que sí que puedo es amarla, vivirla con la intensidad y gracia que me dan, y que los demás piensen lo que quieran.

¡Ánimo, José María, estás haciendo mucho bien! Gracias a ese apostolado, algunos han recuperado la fe, otros la han recibido, y sobre todo, el amor de la Madre, su Inmaculado Corazón, que como dijo en Fátima, al final triunfará, puede ir extendiéndose por el mundo, para que seamos verdaderos seguidores de su Hijo: “Haced todo lo que Él os diga”.

La oración es lo vital, lo fundamental en todo apostolado, tanto en el inicio, durante o en el mismo final. ¿Quién sabe dónde está el final?

Todos somos apóstoles, todos somos hijos de Dios, y todos estamos llamados para una gran misión en el Reino. ¿Cuál es la tuya?

No tengas miedo, sigue los caminos del Señor y serás dichoso; te irá bien.

PD: Os pido vuestra oración para una peregrinación a Montichiari, Italia, al santuario de María Rosa Mística. Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario