8/12/09

Ave María Purísima

Inmaculada Concepción

Sé que no os puedo contar nada que vosotros no sepáis, pero sí que me voy a atrever a relataros un acontecimiento que nos ocurrió estando en Santiago de Compostela, en el año 2004.

Fuimos hasta allí en coche, toda la familia, de un tirón, aunque paramos varias veces por diferentes motivos, entre ellos comer y estirar un poco las piernas. Habíamos quedado con un seminarista entonces, pero hoy ya sacerdote, y nos acompañó y nos explicó todo lo de la catedral y lo relativo al apóstol.

Al día siguiente, comiendo en una casa de comidas, nos comentó que deberíamos ir a visitar el convento donde a Virgen María se le apareció en diferentes ocasiones a Sor Lucía, dejándole el mensaje de su Inmaculado Corazón, de cómo ella le pedía sobre los primeros sábados de mes, y todo eso que ya conocéis.

Fuimos a Pontevedra, nos dirigimos al monasterio, y efectivamente nos subieron a la celda, donde Sor Lucía vivía y donde la Virgen se le aparecía. Hoy esta celda se a convertido en una capilla de oración, donde el Señor está guardado en un Sagrario, y unos bancos pequeños han sustituido al mobiliario de entonces. Allí, nosotros, toda la familia, rezamos un rosario, y también Salvador con nosotros. Aunque se hizo tarde y subió una monja para indicarnos la salida, al comprobar que estábamos todos rezando, nos dijo que cuando acabáramos y nos marcháramos, nos aseguráramos de que la puerta estaba bien cerrada.

Y así lo hicimos. ¿Por qué cuento todo esto?

Muy sencillo. Desde ese mes de agosto de 2004, y sin saber por qué, empecé a consagrarme al Inmaculado Corazón de María, y no me preguntes nada, pero los días empezaron a ser diferentes. Mi actitud, mi enfrentarme a los problemas, y sobre todo los mismos problemas en mí, también eran diferentes. Con la Virgen, de su mano, todo se suavizaba, y resultaba ser “más sencillo”. Se lo comenté al P. Alberto de Schoenstatt, y me dio explicaciones y ánimo para seguir haciéndolo. Luego la lectura de algunos santos, como san Maximiliano María Kolbe, me fueron introduciendo en ese corazón de Madre, con Antonio María de Claret... y también un libro que me regalaron sobre Juan Pablo II, cómo él lo hacía todos los días, me fueron llenando de esa fuerza y seguridad.

Os podría contar cómo lo hago, pero es tan sencillo que sé que vosotros, la inmensa mayoría, también tendréis vuestra propia oración para ello. Pero quiero animar a los que no lo hagan, a eso precisamente; a que día tras días se pongan en esos brazos de María. “Ad Jesuum per Mariam.”

¡Madre, te quiero: ruega por nosotros!
Oración
Una vez más estamos aquí para rendirte homenaje
a los pies de esta columna,
desde la cual tú velas con amor
sobre Roma y sobre el mundo entero,
desde que, hace ya ciento cincuenta años,
el beato Pío IX proclamó,
como verdad de la fe católica,
tu preservación de toda mancha de pecado,
en previsión de la muerte y resurrección
de tu Hijo Jesucristo.
¡Virgen Inmaculada!
tu intacta belleza espiritual
es para nosotros una fuente viva de confianza y de esperanza.
Tenerte como Madre, Virgen Santa,
Nos reafirma en el camino de la vida
como prenda de eterna salvación.
Por eso a ti, oh María,
Confiadamente recurrimos.
Ayúdanos a construir un mundo
donde la vida del hombre sea siempre amada y defendida,
toda forma de violencia rechazada,
la paz buscada tenazmente por todos.
¡Virgen Inmaculada!
En este Año de la Eucaristía
concédenos celebrar y adorar
con de renovada y ardiente amor
el santo misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo.
En tu escuela, o Mujer Eucarística,
enséñanos a hacer memoria de las maravillosas obras
que Dios non cesa de realizar en el corazón de los hombres.
Con premura materna, Virgen María,
guía siempre nuestros pasos por los senderos del bien. ¡Amén!

4 comentarios:

  1. La Madre. Siempre tan cerca, siempre tan pendiente. Siempre entregada, siempre dando.
    Que nos guíe a todos!

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  2. Anónimo15/12/10

    UN MINUTO CON MARÍA:
    Bendíceme, madre y ruega por mí sin cesar.
    Aleja de mi, hoy y siempre el pecado.
    Si tropiezo, tiende tu mano hacia mí.
    Si cien veces caigo, cien veces levántame.
    Si yo te olvido, tú no te olvides de mí.
    Si me dejas Madre ¿Qué será de mí?
    En los peligros del mundo asísteme.
    Quiero vivir y morir bajo tu manto.
    Quiero que mi vida te haga sonreír.
    Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.
    Y al fin, sal a recibirme y llévame junto a ti.
    Tu bendición me acompañe hoy y siempre. Amén”+”

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  3. Anónimo15/12/10

    ORACION A MARIA INMACULADA:
    Santa María Reina de los cielos, Madre de nuestro señor Jesucristo y Señora del mundo, que a ninguno desamparas ni desechas; mírame, Señora humildemente con ojos de piedad, y alcánzame de tu Hijo perdón de todos mis pecados, para que yo, que con deboto afecto celebro ahora tu santa e Inmaculada Concepción, reciba después el galardón de la bienaventuranza, concediéndomelo el mismo Hijo tuyo,Jesucristo nuestro señor, que con el padre y el Espíritu Santo vive y reina en trinidad perfecta por todos los siglos de los siglos. Amén.”+”

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  4. Anónimo15/12/10

    MARIA INMACULADA:
    Inmaculada Virgen y Madre mía María Santísima, a Voz que eres la madre de mi Señor, la Reina del mundo, la Abogada, la Esperanza y el refugio de los pecadores, recurro en este día yo, que soy quizás el más miserable de todos. Quisiera servirte oh gran reina, y agradecerte todas las gracias que hasta ahora me has hecho especialmente la de haberme librado del infierno, que tantas veces pude haber merecido. Quisiera amarte, Señora Amabilísima, y por el amor que tengo, quisiera poder servirte siempre, y hacer todo lo posible para que de los demás seas también amada. Yo te confío todas mis esperanzas y mi eterna salvación. “OH Madre de misericordia”, acéptame por tu siervo y acógeme bajo tu manto. Y ya que eres tan poderosa para con Dios, líbrame de todas las tentaciones o alcánzame fuerza para vencerles hasta la muerte. Te pido el verdadero amor a Jesucristo; de ti madre espero la gracia de una buena muerte. OH Madre mía por el amor que tenéis a Dios, te ruego que siempre me ayudes pero mucho más en el último momento de mi vida. No me desampares mientras no me veas salvo en el cielo, bendiciéndote y cantando vuestras misericordias por toda la eternidad. Amén, así lo espero así sea. (San Alfonso).

    (Tres años de indulgencia cada vez que se reza ante una imagen de María Santísima. Plenaria una vez al mes para quien la rece todos los días.”+”).

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