29/8/10

Sobre la humildad


Domingo XXII T. Ordinario
29-08-2010


Es posible que haya algunos que piensen realmente, que tras la muerte de nuestro cuerpo, el fin a esta existencia sea el punto final de todo nuestro recorrido. Pero la inmensa mayoría de la humanidad piensa que hay un “algo” y para la gran masa de los hombres, pensamos después de este acontecimiento, hay vida eterna. Y como consecuencia de esta idea, se debe corresponder, para alcanzar algún día esa eternidad de nuestra alma y para lograrlo contamos con el consejo de los Santos, que ya llegaron a su destino: el cielo.

Y todos, coinciden en la humildad, como una de las principales virtudes para lograrlo, estar dispuestos a servir a nuestros semejantes, no a buscar las posiciones sociales más altas y respetadas, sino a ayudar al necesitado allá donde nos encontremos, porque en todas partes existen éstos.

Hoy Jesús nos recuerda por medio de las celebraciones sociales, lo importante de la humildad y utiliza el doble juego de las palabras. A uno que se había quedado en el último puesto, cuando lo ve le dice: “Amigo, sube más arriba”. No creo, como tampoco tú lo estás haciendo, que lo mande a una tarima alta, pero sí utiliza esta forma de presentarnos el convite como ejemplo de su reino, el reino de Dios, donde las grandezas y el poderío de las personas no se miden por las posesiones, sino que tan solo cuenta la misericordia que hayamos sido capaces de realizar, es decir, cuenta todo lo que aquí, en esta tierra, no cuenta para nada. Y como decía ayer san Pablo a los Corintios: “lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder”.

Dios nos busca ansiosamente a nosotros, no a nuestros intereses económicos, a Él no le hacen falta para nada. Dios nos quiere a nosotros, y nos pide un poquito de esfuerzo y, humildad, para no creernos superiores a nadie, ni económicamente, ni religiosamente, ni humanamente. ¿Y cómo conseguir todo esto? Desde la oración, en las visitas largas al Sagrario, el mismo Jesús nos enseña cómo ser más humildes.

Muy importante también es la dirección espiritual, y a tenor de cómo nos va, podríamos casi asegurar que esta figura del director se ha perdido prácticamente.

Pidamos a nuestra madre del cielo, la Virgen María y a su esposo san José, que nos ayuden a conseguirlo, porque nuestro principal propósito es: el cielo.

Oh María sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a vos.

27/8/10

Petición de oración

Por los mineros enterrados en la mina de Copiapó (Chile), y por sus familiares: para que puedan ser confortados en la angustia del encierro y en la esperanza de la liberación.

Son (creo recordar) 33 personas enterradas y montones de familiares viviendo en la zozobra ...

22/8/10

¿Quién eres tú?

Domingo, 21 del T. Ordinario
22 de agosto 2010



Vino un señor a visitar al médico de urgencias, porque tenía mucha tos e incluso fiebre. Se le asignó un tratamiento y se marchó. Cuál sería la sorpresa del médico, cuando pasadas hora y media, llamó y puso verde al médico, aludiendo que seguía tosiendo y seguía teniendo la misma fiebre.

¿Cómo puede ser un evangelio, escrito dos mil años atrás, por San Lucas tan actual?

Los seguidores de Jesús, todos queremos ir al cielo, todos deseamos la salvación, pero, ¿la valoramos en su justa medida? ¿Nos esforzamos para ello? ¿O por el contrario, vivimos a nuestro aire aún a sabiendas de no estar actuando bien? Poco a poco, hemos ido engañando, autoengañando a nuestra conciencia.

Jesús, recordándonos que siempre estamos caminando hacia nuestra meta, nos recuerda que el esfuerzo, el dolor, el sacrificio, forman parte de toda peregrinación. Jesús nos evoca que hemos de esforzarnos en todo, a veces el camino es más llevadero, más fácil, con menos cargas, pero no por ello hemos de vivir nuestro cristianismo de un modo descuidado, descafeinado, porque esto no existe, o vas o no vas. No hay término medio. Quizá la pregunta siga siendo la misma, ¿serán pocos los que se salven?

La salvación no está en nuestra mano, no es mérito propio, sino siempre un regalo de Dios, pero aún así, nosotros hemos de hacerlo nuestro, hemos de esforzarnos en desearlo con actuaciones que así lo demuestren, y luego, el Señor, de un modo u otro, Él nos salvará. ¿A todos?

Es una pregunta que desde siempre nos azota. ¿Cuál debe ser nuestra preocupación? Muy sencilla, “Jesús de camino a Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando”. Tenemos que vivir el esfuerzo como lo mejor de nuestra vida. No permitiendo infidelidades de ningún tipo. Vivir el tiempo de oración como lo que es, como un tiempo verdadero de encuentro con el Señor. Vivir pensando que los demás hombres también son hijos de Dios, e involucrarnos como sea por demostrarlo.

¿Es Dios un castigador? En absoluto, tan solo algunas sectas o cristianos radicales lo pueden pensar. “Dios es amor” y esto ya lo decía San Juan también hace unos cuantos miles de años, pero nosotros hemos de poner lo nuestro, recordemos que somos libres, y desde mi libertad escojo actuar bien o mal. Dios no es el que me hace actuar, soy yo, y así, de un modo libre y por deseo mío, Él actúa en todo lo mío, lo nuestro.

Hemos de esforzarnos para que Él nos conozca, y lo más importante, que nos conozcamos nosotros también, y nada mejor para ello que invocar a nuestra madre, la santísima Virgen María.

“Si el contacto con Dios no te hizo más humano, no era Dios a quien tocaste”. Es un regalo de sor Milagro Zamora, monja dominica del convento de Xátiva.

Gracias a todos por estar ahí. Recemos por todos los que no creen.

15/8/10

Cómo nos manifiesta Dios su voluntad.

La Asunción de María
15 de Agosto de 2010
Domingo XX Tiempo Ordinario



María, por su amor a Dios, permitió que éste actuara a través de ella. María, la siempre Virgen María, llevó al Señor Jesús. Ella siempre nos lleva a su Hijo, por eso la devoción a María es la misma devoción a Jesús.

“La voluntad de María, es exactamente la voluntad de su hijo Jesús, es la voluntad de Dios.” (San Maximiliano María Kolbe).

Así es como actúa Dios, en lo cotidiano, en lo que podría parecer una coincidencia, una casualidad. Ahí, encubierto y visto desde la fe, ahí está Dios, desde la sencillez, en lo más normalito de la vida, ahí, está su brazo Todopoderoso.

¿Cómo nos manifiesta Dios su propia voluntad? Una forma es la que nos indica el santo Maximiliano María Kolbe, y es por medio de sus representantes en la Tierra. Y esto sirve tanto para el prior del monasterio, como para esa sencilla y humilde muchacha deseosa de amar más a Dios. Al amar, tenemos necesidad de más amor; Dios es así, se deja amar de modo muy sencillo, es posible que lo grande... quizá no nos acerque tanto a Dios. Dios está donde uno lo necesita, en realidad, está siempre, pero, no siempre nosotros lo miramos. Y aquí estamos todos, desde los sacerdotes, que corren el peligro de hacer el culto eucarístico de un modo formal y vacío, en las celebraciones, sin la participación de corazón. (Homilía de Benedicto XVI, el día del Corpus Christi del 2009, en la basílica de san Juan de Letrán)

En los laicos que no viven este culto, porque acuden de un modo rutinario, pero sin más: ¡Hay que ir! Y aquí interviene Dios. La fuerza del espíritu llenó a María del mismísimo Dios, una mujer sencilla, pero que se dejó llenar, permitió a Dios actuar, sin valorar los posibles riesgos.

Nosotros hemos de hacer nuestra labor, nuestro trabajo, sin abandonar jamás la oración, porque si no hay oración, quizá caigamos en la trampa de creer que “yo” valgo mucho. Cuando actuamos unidos a él, desde el deseo, por el amor, Él actúa en nosotros y por medio de nosotros. Él se está manifestando por mediación nuestra.

Como María, hemos de ser portadores de Dios, como templos del Espíritu Santo. Hemos de hacer ver a otros a Dios, en nosotros mismos, y nosotros, más maravilloso aún, ver en ésos al verdadero Cristo.

María, con su sencillez, nos enseña a todo: a orar, a ser más humanos, a vivir con la comunidad. Nuestra Madre, la Virgen María, desde todas sus advocaciones, nos llena de fe, nos llena de todo, y siempre con ella, y a través de ella, vamos al Señor Jesús.

Deja al Todopoderoso hacer cosas grandes en ti y por medio de ti.
Hay que humanizar esta sociedad infrahumana, y eso siempre es fácil con la Virgen María.

8/8/10

Estamos de guardia


Domingo XIX T. Ordinario
8 de agosto, 2010



¿Habéis visto alguna vez a los bomberos cuando están de guardia y no tienen servicio? Están haciendo gimnasia, otros jugando al ping-pong, leyendo en la sala, y algunos, viendo lo que tiran por la tele.

De pronto suena una alarma, y una voz fuerte exclama: ¡fuego! Todos se lanzan a los camiones a toda velocidad, cada uno en su sitio y aquí, mientras el conductor sale disparado en dirección al siniestro, ellos se van colocando esos trajes especiales. ¿Cuánto tiempo transcurre desde que suena la alarma hasta la salida del parque? Posiblemente no pasa ni un minuto.

Ellos están allí, y mientras no hay urgencia, están relajados, pero siempre, preparados.

Esto es lo que nos pide el Señor a nosotros, que tengamos esa actitud en nuestra vida, que tengamos las lámparas encendidas, es decir, que aportemos luz a nuestros ambientes, no que las colguemos de la pared, y nos quedemos de brazos cruzados, mientras otros nos necesitan.

Los bomberos inmediatamente preguntan nada más llegar: ¿hay alguien en el edificio? Ellos, antes de nada, se interesan por las personas, lo más importante, como aquel samaritano que cuidó del enfermo. ¿Y nosotros? Las medias tintas no sirven, porque se puede ahogar la persona de tanto humo, por eso hay que estar preparados, y con nuestras lámparas, con nuestro ejemplo, aportar esperanza de vida. ¡Pero! Las lámparas tienen que estar encendidas, no apagadas un rato y otros encendidas.

La mediocridad no sirve, hay que tener claro esto y de no ser así, está claro, hay que redoblar en y desde la oración personal de cada uno de nosotros.

La oración es la actitud de nuestro corazón, con verdadera entrega, es el encuentro con Dios, nuestro creador, y ahí, es donde conseguimos las pilas, el aceite para que las lámparas brillen siempre. Es nuestra actitud la que da, pero el Señor mismo no puede actuar, si no lo deseamos.

¿Se puede ser cristiano y tener las lámparas apagadas?

¡Qué fácil es hablar! Escribir, ya no tanto.

1/8/10

No basta con tener

Domingo XVIII Tiempo Ordinario
1 Agosto 2010


Una cosa es tener lo necesario para vivir bien, y otra muy diferente el querer más incluso de lo que uno puede disfrutar. La felicidad no viene por tener mucho, y si no lo crees date una vuelta por los hospitales, por las clínicas privadas, por las salas de oncología, por nombrar un pequeño y duro ejemplo. Verás cuántas personas con mucho dinero están allí, y sin embargo no les sirve de nada, no pueden comprar su salud. Algunos que yo he visto, eran millonarios, y en algún momento de su vida terminal, me dijeron: “Ni con todo lo que tengo, puedo acabar con esta enfermedad”.

La felicidad no se puede comprar, es gratis, desde siempre y para siempre, lo que adquieres son productos de placer muy efímero. Hoy lo deseas, mañana lo tienes, y luego, de nuevo hay que volver a desear otro nuevo producto. Sea lo que sea, qué más da.

El tener en exceso, la codicia, no vale de nada, tan sólo hace mala sangre, como dicen los hombres sabios del campo: “Hay que tener para vivir”.

Cuántas familias se han separado, se han roto, por una herencia que a veces no vale nada. Pero la codicia produce ceguera en el corazón-alma, y no nos permite actuar más que con embustes y trampas.

El del evangelio, ése del público, es decir, uno de nosotros, reclama una parte de la herencia. Esto, para comprenderlo, hay que saber lo que es el hereu. El primogénito era el que recibía todo lo de la casa, y los demás miembros de la casa dependían de él totalmente en todos los sentidos, y mientras hubiera, nada le faltaría. En Cataluña, hoy en día, se sigue haciendo. Pero no nos conformamos con eso, con que no nos falte de nada, y en esta sociedad equivocada y marcada por el consumismo descabezado y sin sentido, nos lleva a pedir más de todo, incluso nos atrevemos a pedirle a Dios, más todavía, como si la vida no fuera bastante, nos atrevemos a desafiarle, a enfrentarnos a Él en ciertos momentos. Pero cuando llega la hora de la verdad, cuando uno está en sus últimas, siempre hay una aclamación, una plegaria: “¡Ay, Señor! ¡Madre, no me abandones!”

Mientras uno está más o menos bien, o más o menos mal, se atreve a gritar a Dios, a pedirle cuentas, pero cuando la noche cae, y el silencio se va imponiendo, cuando quedamos solos... en ese momento he visto grandes confesiones personales, miran al techo de la UCI, estrechan sus manos, te llaman a las 4:00 para contarte algo familiar...

La felicidad no está en tener, en poseer sin medida, la tan buscada felicidad está en vivir todos y cada uno de los días dando gracias por la vida, por nuestra familia, por los amigos, por esos compañeros de trabajo, por tanta y tanta gente que nos encontramos a lo largo de nuestra vida, y que de un modo u otro tienen su importancia en nosotros. Esto, para los que dicen no creer, para los que decimos creer en Dios, tan sólo en Él encontramos la felicidad, en muchos pequeños detalles de todos los días: Dios es muy sencillo, y siempre se presenta con gran humildad.

¿Cómo se presentó la Virgen en Lourdes? ¿Cómo se presentó en Fátima? ¿Cómo lo hizo en México? Y en otros tantos sitios. ¿Cabe todavía más humildad?

¡Oh, María, sin pecado concebida; ruega por nosotros que recurrimos a Vos!