26/9/10

Cuánta desigualdad hay

Domingo XXVI T. Ordinario
26 Septiembre 2010

Hoy en día, mires donde mires, hay una gran desigualdad entre los hombres, no ya solo de un mismo municipio, sino dentro del mismo país, y no digamos por continentes.

Mientras unos tiran a la basura cosas muy servibles, otros no tienen nada, y buscan entre las basuras. Cómo nos impactan esas fotos de los niños recogiendo entre los metros cuadrados de basura y más basura.

Con lo que unos tiran otros viven. Este es el ejemplo del evangelio de san Lucas, el pobre, que sabemos que es Lázaro, esperaba algo de las sobres, el rico tiraba a manos llenas. ¿Quién era este rico? ¿Cómo se llamaba? Eras tú, ¿cuántas veces no has tirado a la basura cosas que otros se hubieran comido perfectamente?

Conozco varios restaurantes que, al final del día, lanzan alimentos buenísimos a la basura; no tienes más que mirar en los banquetes de bodas, ¡cuánta comida se tira, que se podía llevar a casas de misericordia, o a las cáritas parroquiales! ¿Y qué más da? Estás pecando de omisión, porque ni tan siquiera lo intentas. No podemos actuar como si nada. El rico, no hace nada malo, pero ahí radica lo malo, no se preocupa por aquel que vive muy por debajo de sus necesidades, por eso “estaba echado en su portal”.

¡Cuánta diferencia hay entre los hombres! A nuestro alrededor, y todos los días. Luego también, después del paso a la otra vida, es Lázaro quien disfruta de los placeres del cielo, mientras que el tico (tú, todos nosotros) está allí intentando... y qué más da, si algunos aunque vean la verdadera evidencia de Dios, no la quieren ver. “Eso son cosas de viejas”.

A quien no escucha a nadie, ni incluso aunque un muerto vaya a hablarle. ¡Ni caso!

Por eso el Señor dice: “Entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar”.

Ahora que tanto tenemos, deberíamos quizá pensar en que algún día, cuando muera físicamente, ¡qué habré hecho o qué no habré hecho?

El rico no cometía nada malo, a excepción de no preocuparse por Lázaro, a quien todos los días veía. Para ver la desigualdad, no es preciso hacer muchos kilómetros; aquí, entre los nuestros están, y muy próximos. ¿Quién es mi prójimo?

Yo soy. ¿Recuerdas? Siempre en el prójimo está Dios.

19/9/10

Cómo han ido las recuperaciones

Domingo XXV T. Ordinario
19 Septiembre 2010



Siempre estamos con lo mismo, o eso parece, ya que los evangelios son nuestra escuela, donde el maestro se empeña en que todos aprovechemos los exámenes de junio, porque él quiere que pasemos unas vacaciones de verano en primera clase.
¿Por qué tanto interés por nosotros? Por lo mucho que nos quiere, y no escatima en esfuerzos para que yo ponga atención y no tenga que repetir ninguna asignatura.
Sólo busca nuestra salvación, y nos pide una y otra vez, que repasemos las tablas de multiplicar, es decir, lo que nos exigen en la evaluación es que cada cosa ocupe su lugar original, y Él es el centro, el Creador, y nos dice lo fácil que es hacerle caso, pero una y otra vez mi atención se desvía.
Fíjate: ¡Ese avión, que bajito vuela! Ay, ya me he despistado de nuevo, y por más atención que pongo, no hay manera. Y está este otro que se queda mirando la pizarra como si entrara en trance. Cada uno tenemos un despiste. Pero hay una norma válida que Él nos recuerda: “El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado.”
Y finaliza su clase con esta exposición magistral que todos anotamos en nuestros cuadernos: “Ningún siervo puede servir a dos amos, porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.”
Lo dice bien claro, si no estudiamos no hay manera de aprobar. El esfuerzo es imprescindible, y hay que sacrificarse, no salir muchos domingos, y es que en la vida, hay que estar batallando continuamente, pero vivir con Él es muy sencillo, tan sólo consiste en tenerlo en cuenta en todo momento, en ofrecerle esos pequeños sacrificios como oración, decirle más de una vez: ¡Te quiero! El amor todo lo puede, es la mayor energía que existe, y a veces este es nuestro fallo: no amar.
Madre Santísima, enséñanos a amar.

12/9/10

La transformación

Domingo XXIV T. Ordinario
12 Septiembre 2010

Sin querer, sin darnos cuenta, en más de una ocasión, nos vemos sorprendidos por lo que otros opinan de nosotros, ¿tú no? ¡Qué suerte que tienes si no es así! Pues a mí sí que me pasa, en algunas ocasiones, lo que opinen de mí me pasa factura, y esto me paraliza en momentos muy concretos. No me deja moverme con libertad y no es bueno, ya que quedo estancado, sin recursos y posiblemente me haga incluso enfermar.

A Jesús, sin embargo, no le importaba lo que opinaban los fariseos y los maestros de la ley sobre Él, y se acercaban a escuchar todo lo que decían las personas de mala fama, los pecadores, los excluidos de aquella época, los recaudadores de impuestos para Roma.

¿Cuántas barreras sociales tenemos cada uno de nosotros? ¿Cuál debe ser nuestra transformación interior, nuestra conversión continua, diaria?

Jesús nos busca por la pureza de corazón, no por las apariencias, busca nuestros buenos actos, nuestra misericordia con los hermanos, con todos los hombres. Él nos quiere a todos, incluso a los más alejados de Él, por el motivo que sea, porque se alegra más por uno que andaba perdido, que por ese resto de justos. Y lo exclamaba diciendo: “Habrá más alegría en el Cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Éstos ya están con Él, y quien conoce a Jesús no desea jamás separarse de Él. ¡Esto es el cielo! Pero es que para encontrar a uno, al que estaba perdido, hay que removerlo todo, buscar y rebuscar, encender la luz, limpiar a fondo toda la estancia. Y por fin, allí está Él esperándonos.

Éste es un buen ejemplo de conversión, hay que activar todo nuestro ser y plantearnos cómo queremos vivir a partir de ahora de verdad, en Jesús, verdadera luz que alumbra para poder realizar la limpieza total, para volver cuando se está perdido, porque el Padre siempre está con los ojos abiertos, mirándonos, y Él mismo sale corriendo a nuestro encuentro.

¿Nos va a importar lo que piensen otros de este encuentro, de esta transformación?

Recemos todos por los que no lo conocen y que Santa María y su esposo San José intercedan por esta intención.

5/9/10

Acompañar no es seguir.


Domingo XXIII T. ordinario
5 septiembre 2010

Hoy quizá deberíamos preguntarnos con mucho rigor: ¿somos seguidores de Jesús?
A lo mejor creemos que lo somos, pero Él, nos aclara perfectamente el cómo. Él está por encima de todo y de todos, y esto no quiere decir que nos tenemos que olvidar de nuestros hermanos, ni de nuestros esposos, ni de las esposas, ni olvidar a los hijos: ¡ya se apañarán! No, rotundamente no.

Lo que ocurre es que muchas veces el “yo” de cada uno de nosotros se sitúa incluso por encima de Jesús, de Dios mismo. Yo he hecho… yo he sido capaz… yo he pensado y acertado… Para los cristianos, para los que seguimos a Jesús, aun con todas nuestras deficiencias y lacras, sabemos que sin su ayuda nada podemos.

Pero hay que aclarar lo de la libertad, uno tiene que hacer el cien por cien, y entonces, y solo entonces, Dios actuará también otro cien por cien. ¿Me comprendes?

Tú, yo, y todos nosotros, hemos de actuar de pleno corazón, con toda nuestra libertad y, aceptar las consecuencias, los resultados tal y como son, tal y como nos vienen.

Hay muchos que acompañan a Jesús, pero ¿cuántos son sus discípulos? Se puede vivir en una orden religiosa y no ser discípulo, y tan sólo porque no hay entrega plena de corazón. A Jesús, ahora sí, ahora no, no le sirve, y tampoco a ti, por mucho que te autoengañes.

Nos empeñamos en construir fortalezas en esta vida, y es lícito, pero a veces nos empeñamos en lo que no podemos, y sólo porque queremos aparentar una posición social fuerte y alta. Esto ya no es lícito.
Merecemos el descanso, pero hay que trabajar, y hay que hacerlo pensando que esta vida se acabará, y después habrá otra vida, para siempre, la eterna.
Si no te interesa… pero cada uno es responsable de lo suyo.

¿Intentamos ser humildes y sencillos, haciendo participar de todo lo nuestro al Señor Jesús?

¡Que Dios nos bendiga y tenga misericordia de todos nosotros!