26/1/13

ÉL-TÚ-TESTIMONIO

Anoche una persona me contaba cómo su padre estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital, por un problema grave de corazón. Es la hija mediana de tres hermanos. Casi llorando, me lo relataba.

La escuché con gran dolor, son todos conocidos míos, al finalizar ella, le pregunté: ¿Cómo se llama él? Rafael es su nombre. Bien, le dije, desde hoy yo rezaré por él. Me miró con unos ojos que desbordaban alegría. Gracias, me dijo. Gracias a ti, es un gran don poder rezar por él. Se me abrazó, y me volvió a dar las gracias, con un profundo sentimiento.

Se marchó y yo seguí haciendo lo mío.

Así creo que actúa Jesús, por medio de alguien. Él se hace presente en una conversación, en una situación, en una enfermedad. Él se interesa por todo lo nuestro, y estoy seguro de que en más ocasiones se hace evidente su presencia, pero la hiperactividad nuestra no nos deja verlo más.

Hoy creo que, como siempre, en todos los tiempos, pero hoy, como digo, es necesario dar ese testimonio de lo que somos, sin miedo a equivocarnos, al qué dirán, a cómo lo podré hacer posible. Es la única manera efectiva de mostrarlo, no hay que demostrarlo, al menos yo no siento eso, pero sí el decir: “Ahí está”, como Juan lo hizo en ese río que tantas revueltas ha visto ya, en el Jordán: “Éste es el Cordero de Dios”. Juan lo señaló, lo mostró, e inmediatamente dos de sus discípulos, ávidos de la presencia de Dios, salieron tras él.

Al momento, el Señor les pregunta: “¿Qué buscáis?” y ellos responden, “¿Dónde vives?”. Qué importante es ese Vivir, el cómo nosotros vivamos. Y luego, me encanta cómo uno tras otro, van saliendo seguidores de Jesús. Cada uno, va añadiendo algo en su propio testimonio de fe: “Hemos encontrado al Mesías.”

Qué fuerza tan extraordinaria es dejarse mover por Jesús, sin casi esfuerzo, das testimonio, y sin saber cómo, Él empieza a actuar en ti. Pero sólo si yo soy poco, si me dejo, sabiendo que Él es el importante, y yo, tú, somos los mecanismos, los muelles que dan movimiento a todo un sistema tan perfecto, tan original, que no hay forma de alcanzarlo, ni estudiarlo, ni copiarlo.

Y luego, para colmo de los colmos, cómo Él te reconoce y te llama por tu nombre: Alberto, Antonio, José, Pedro, Carmen, Cefas, Fernando... a cada uno nos conoce por nuestro nombre, de modo personal.

Y la Gloria, la vemos alas cuatro, como cuenta el evangelista, ¿prisas? Él no tiene ninguna, Él va quieto, te llama y te llama, una, dos, tres veces... esperando nuestra respuesta, pero claro, a veces la hiperactividad no nos deja oír, por eso a Samuel lo llamó de noche, cerca del Arca.

Qué bueno es dar testimonio de Él, ero para hacerlo hay que recargar las pilas, sean alcalinas o sencillas, hay que ir a la capilla del Sagrario a callar, a hablar, a escuchar, a reponer fueras espirituales, porque para dar hay que tener. Para amar a otros hay que sentirse amados por Él.

Hay que vivir su experiencia, y luego sembrar donde sea, Él acabará el trabajo. Seguro.

¡Qué importante es el testimonio en estos tiempos! ¿No crees?

19/1/13

PRÓLOGO DEL LIBRO "QUÉ FELICIDAD" DE ANTONIO ESCOBEDO



Con su estilo sencillo y fácil, nuestro autor transmite
su alegría, su felicidad. Vive la vida, y la suya, como
un fruto de un designio divino, no del azar ni de la casualidad.
Considera que practicar la justicia es lo más
gratificante, lo más razonable. Y exclama: “Mi teoría es
prácticamente mi vida, lo que vivo”. Y por la ventanilla
de sus dos ojos, contempla y admira absorto tanta belleza
como el Creador ha derramado en sus criaturas.
Así se ha transformado el autor en pregonero de ese
Dios... “que lo mejor que nos desea es la felicidad”.
En estos relatos tendrás noticia de su numerosa familia:
cuatro hijos les ha dado Dios. ¿Has leído lo que le
dice a su esposa en la dedicatoria de este libro?
Querido lector: ¿Verdad que no hay rosas sin espinas?
Te adelanto unas palabras de otro gran relato: “El
sufrimiento es necesario: es oración”. Ante un brutal
dolor que le acompaña con una angustia de muerte,
me comenta: “El Señor me ha regalado una partícula
de su Gloria... Cuando yo lo ofrezco, ya no son dolores,
sino oración”.
Perdona que te haya adelantado un poco de la vida
de... ¿un místico en acción? ¡También conoce el humor!
“No puedes cultivar un melón, si antes no has plantado
la mata, la madre, de donde saldrá no sólo un melón,
sino muchos más. De manera que, ¡no seas melón! No
te lo tomes a mal. Es una broma”.
Deseo que goces de tan integrada humanidad.
P. Germán Llorca Suñer, sacerdote claretiano

13/1/13

EL BAUTISMO DE JESÚS

El bautismo de Jesús

Hoy celebramos en todo el mundo católico, el bautismo de Jesús, y todos sabemos perfectamente que fue en el río jordán y cómo san Juan el Bautista, le dice aquello de: “yo tendría que ser bautizado por ti”

Es lo normal, cualquiera de nosotros, lo pensamos exactamente del mismo modo, y en más de una ocasión, nos planteamos, ¿por qué Jesús se bautiza? ¿Acaso no estaba en gracia? Yo respondo a mi pregunta tal y como te lo voy a contar, y ojalá sepa hacerlo bien.

Recuerda aquellos pasajes de la salida de Egipto, la liberación de los judíos, y cómo Moisés encabezaba la marcha de todo aquel pueblo, que a partir de entonces se llamó y se llama el pueblo judío, el pueblo de Dios. Pero, ¿en realidad el que encabezaba era Moisés? ¿No es cierto que de día la nube los guiaba y de noche la columna de fuego? ¿No es igual de cierto que Dios le hablaba a Moisés desde esa nube? Sé que recuerdas todo esto, pero permíteme que te recomiende de nuevo estas lecturas en el Antiguo Testamento.

Bueno que me despisto, ¿por qué Jesús baja a bautizarse? Para mí es muy sencillo, Jesús es el que guía al nuevo pueblo de Israel, que ahora ya no se llama así, ahora somos el pueblo Cristiano, los seguidores de Cristo, en él todos tenemos nuestra parte. Todos cabemos, por eso Jesús se bautiza, porque Él, es nuestra “enseña” a seguir, Él es nuestra cabeza, Él es quién guía nuestra marcha, por este nuevo desierto. Él es aquella nube y aquel fuego del antiguo pueblo, Él es la plenitud de Dios revelado que nos habla, que viene por nosotros, que cura al leproso, al enfermo, al que está con una depresión de caballo, ¡sí quiero! Es siempre su respuesta, cada vez que lo llamamos, ante cualquier necesidad: ¡sí quiero!

Por eso igual que Moisés sube a la montaña y desde ella habla al pueblo, también Jesús sube a la montaña, se sienta y nos da el famoso Sermón de la Montaña, tan precioso en el evangelio de san Mateo.

Jesús ha venido a salvarnos, Jesús se hace hermano nuestro; Él nos da al Padre, y nos regala el bautismo de agua y Espíritu. Él es la cabeza, de este nuevo pueblo de cristianos. Él nos sana de todos nuestros defectos e imperfecciones. Pero nosotros hemos de poner de nuestra parte, no vale decir: “ya me sanará, así que, me quedo de brazos caídos, y hago lo que quiero”

Él nos salva, pero nosotros hemos de caminar lo nuestro, el camino lo hacemos nosotros, la diferencia está en la compañía: Cómo vas, ¿solo o acompañado?