28/7/12

FELIZ VERANO

Estamos en días de mucho calor aquí en estas latitudes, desde Valencia, y empiezan algunos a hacer sus cábalas sacerdotales. Tantos se han ido, han colgado el hábito; otros han sido designados a Roma para ampliar su formación, y sus huecos, ahí están. En este año 2009 han sido ordenados 4 sacerdotes. Empiezan a no salir los números, sobre todo en los pueblos y en las aldeas, mientras que en la capital hay parroquias con dos, tres, y puede que más sacerdotes.

Por si fuera poco, algunos se dedican a castigar y sentenciar a los malos sacerdotes que según ellos lo merecen. Y todavía se complican más los números. Algún otro toma drogas, y puede que éste sea un adicto al juego.

Puede que todo esto sea verdad, pero yo te voy a preguntar a ti, a tu corazón directamente, ¿qué has hecho tú para mejorar todo esto? ¿Rezas todos los días por los sacerdotes y por sus intenciones? Las cosas no pasan porque otro lo haga mal, las cosas empiezan en ti y en mí, con deseos de ver más lo malo que lo bueno. ¡Calla ya! Y recemos por ellos, y sobre todo por sus intenciones. ¡Cuántas y pesadas deben de ser éstas! ¿Acaso por un sacerdote y sus errores vas a abandonar a Cristo?

La Iglesia, con sus errores y sus aciertos –muchísimos más- sigue caminando hacia delante, hacia un mundo mejor, aun a pesar de muchos ataques producidos por envidias, y sobre todo por ignorancias. ¿Cuántos errores cometes tú? Y no te voy a hablar del adulterio en los matrimonios, no voy a hablar de las mentiras al cónyuge, de cómo a veces los hijos molestan para los deseos egoístas, sí, he dicho egoístas, de los padres... y luego las lamentaciones, los arrepentimientos. No te voy a decir cómo tu esposo/a te ha perdonado esas “canitas al aire”. Y tu, ¿no eres capaz de comprender, ya no digo de perdonar? Mira lo tuyo, y como nadie te ha nombrado juez, puesto que solo Uno es, ve a lo tuyo.

Empieza por preguntarte, ¿qué tengo que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? Él te lo dice bien claro, que creas en Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre. Quizás no veas los signos que Él hace, su obra, para que puedas creer en Él. Es normal, si llegas tarde a Misa, no lo puedes ver; si vas por cumplir, porque siempre lo he hecho, así no verás nada. Si criticas tanto y todo; si llevas de intrigas a la parroquia, si te vas de vacaciones sin un buen libro religioso, por ejemplo, este año, uno del Cura de Ars, para conocerlo y ver uno de los muchos curas santos que ha habido y que hoy en día hay en muchas de nuestras parroquias, aunque nadie es perfecto. Si miras bien, con tu corazón enamorado, verás cuántos buenos sacerdotes hay.

Si quieres ver a Cristo ve a su encuentro, en los sacramentos, abrázate con Él en el perdón, con una confesión sincera y profunda, porque Él mismo te está escuchando. Luego acude a la Gran Mesa, a esa fiesta dominical, a escucharle en la Palabra y a saborearlo y adorarlo en comunión, uniendo y no separando, porque Él es el pan de la vida, tanto el material como el espiritual.

Si te quedas en el silencio, una media hora antes de la misa, seguro que lo verás y lo oirás. Y quién mejor que su Madre para que te conduzca a Él, desde esa oración siempre fresca y diferente, incluso diferenciada, que es el Rosario. Algunos comentan que se aburren... No hay duda; no lo rezan, ni lo intentan, ya que María, Madre de Dios y Madre nuestra, no falla jamás, y de modo fácil pero certero nos conduce a Él. Me permito la licencia de pedirte oración por los sacerdotes y por todas sus intenciones. Los obispos también son sacerdotes. Tú quieres ver los signos del Señor, pero y Él, ¿puede ver los tuyos?


PD: Escoger un buen libro también es oración. ¡Feliz verano!

21/7/12

Hay para todos

Jesús conoce mejor que nosotros mismos, nuestras propias y particulares necesidades, Él sabe bien nuestras verdaderas carencias, cual es nuestra pobreza. ¿Cómo podría conocerme yo a mí mismo? ¿Cómo conocer mis situaciones difíciles?

El evangelio nos lo dice claramente, “lo seguía mucha gente”. Es fundamental este requisito para el conocimiento, el seguimiento, la búsqueda verdadera comienza desde uno mismo y para ello, hay que anhelar esos silencios profundos, donde mi yo se desapega de todo lo material, de tanta televisión, del propio teléfono móvil, de tantas cosas que nos hacen perder el tiempo en banalidades, sin ninguna importancia para nuestra auténtica y legítima búsqueda.

Entonces, Él, que está presente y atento a todo lo nuestro, siempre a la escucha, levanta los ojos y nos mira cara a cara. Así es como funciona, mirando a los ojos, es el lenguaje de la sinceridad, el de los verdaderos amigos, el comprensivo.

Si me pides mi opinión, te digo que vayas a la capilla de la Adoración, que te pongas delante de Él, allí, en las Sagradas Formas, ya que Él es el pan de vida, y hagas silencio. Lo saludes, le cuentes y sobretodo, que te escuches en esa quietud. Pero no digo una visita de unos minutos, me refiero al menos a una hora, y si puedes más, más. Una vez por semana, según las necesidades de cada uno. Y tras toda esta salutación le digas: “Aquí me tienes, Jesús, en ti confío”. Y esperas, “algo” te va a llegar y a llenar. Y tú allí, sentado, confiado en Él cómodamente, pues había mucha hierba.

Hoy vemos mucho hambre, tanto espiritual en unos, como físico en otros. Y es que no hay mayor pobreza, que la soledad. Hoy que imperan las comunicaciones y las informaciones de todo tipo, hoy, este mismo día, el hombre parece no tener con quien hablar. Y Jesús siente lástima de nosotros, porque parecemos ovejas sin pastor, y Él mismo da la bendición y nos reparte a cada uno según nuestra necesidad. Y al final, cuando estamos hartos ya, saciados y llenos, nos pide que recojamos, que no tiremos nada, que no se desperdicie, pues aún quedan muchos con hambre, y Él tiene para todos, como un solo cuerpo y un solo Espíritu. Y esta es nuestra fe, cuando decimos: “Padre nuestro, que estas...” Porque es el Padre de todos y de todo. Él todo lo puede, para Dios nada hay imposible.

14/7/12

Curar con Amor

Hoy en día, he podido comprobar, ¡qué poca gente cree en los milagros! Y cuando digo poca, no me refiero a los no creyentes, a quienes no incluyo. No, no me refiero a esos, sino a los creyentes, a los laicos, a los obispos, a los sacerdotes, ¡qué pocos sacerdotes creen en los milagros! Cuando ellos, todos los días, ven el mayor Misterio, en la Consagración. ¿Cómo se puede creer cuestionando desde el razonamiento? Los misterios, son algo cuya explicación no se conoce, inaccesible a la razón, y por ello es objeto de la fe.

En este evangelio de hoy, domingo, vemos cómo el Señor Jesús, los envió de dos en dos, o ¿tendría que decir oímos? Y ellos predicaban la conversión del amor de Dios, y de este modo, con la oración y desde la oración echaban demonios y curaban a muchos enfermos, ungiéndolos de aceite. Es decir, aplicando el Sacramento de la Unción de enfermos. Y, por la oración de toda la Iglesia, la comunidad, ellos sanaban.

Pedro y Juan subían al templo... y curaron a un tullido (Hch 3, 1+). Otro hecho narrado en este libro, (5, 17+), muestra cómo el ángel les suelta de la prisión, de las cadenas, de todo lo que les retenía, de los posibles apegos, pero ¿quién duda que en aquellos tiempos les pusieron realmente las cadenas en los tobillos? Son tantas y tantas curaciones, tantos milagros que no se pueden explicar, y los primeros incrédulos son los de dentro.

Jesús los mandó de dos en dos, porque sabía que así sería más fácil, al poderse comunicar, al poder hablar de tantas cosas buenas como iban a realizar ellos como verdaderos instrumentos de Jesús, pero también ante las dificultades, el uno al otro, se darían ánimos.

¿Qué fuerza hay más poderosa que el Amor? El amor del matrimonio, el amor entre los hermanos, el amor entre amigos, el amor a Dios. Creo que aquí está el secreto de todo, en el amor. Al darlo nosotros, sin ser nuestro... y al recibirlo, sabiendo que es expresión máxima de la divinidad.

Dios es amor, ¿hay algo imposible para Dios? ¿Qué más necesitamos para predicar su Reino?

7/7/12

Anda haz tú lo mismo


Domingo XV T. Ordinario
11 de julio, 2010
Hace pocos días una señora me rebatía con fuerza sobre el significado de los carismas y, como el suyo, no era el de la oración. No entré en mas detalles, la escuché y guardé silencio, pero no estaba, ni estoy en absoluto de acuerdo.
La oración no es un carisma, es una necesidad y, es bien cierto que a veces, la oración parece estar apagada, parece no dar ningún fruto. Es como si no sintiéramos nada al hacerla, incluso da la impresión, de que cuanta más oración haces, mas ataques, mas tentaciones, mas motivos de distracción, mas excusas se interponen entre ella y yo.
Da igual, ¡hazla!
Sin la oración nada funciona, o nada funciona bien. Hay quienes, están estudiando, escribiendo, haciendo la colada, planchando... y, sin embargo están haciendo oración. Pero esto es otra cosa.
No hay nada que Dios nos pida, que nosotros no podamos con ello, porque Él siempre nos da los medios para realizarlo, mucho más de lo necesario.
“ La ley del Señor es perfecta, y es descanso para el alma”, aquí está uno de los frutos de la oración. “Los mandatos del Señor son rectos, y nos alegran el corazón”. Aún en los peores momentos, aún cuando parece que nuestra oración es “pesada”, incluso así, no hay que desfallecer en el intento. De la oración hecha no se pierde ni una coma. La oración mala, la deficiente, es aquella que no se hace.
Está claro que en ocasiones, en demasiadas, nos dejamos llevar por las primeras impresiones de las personas y, lo cierto es que son muy importantes, ¡pero! Si pensáramos siempre así, ¿qué diríamos del sacerdote y del levita, “que dieron un rodeo un rodeo”, por no contaminarse? Su ley, les prohibía determinadas cosas, su religión no les permitía, parar, tocar a un herido con sangre... ellos no podían contaminarse, pecar, sin embargo el hombre que no era tan religioso en apariencia al menos, un samaritano, de religión impura para el pueblo judío, éste, si para, lo toca, utiliza todos los medios a su alcance, tales como aceite, vino, vendas, agua, su propia cabalgadura y, su dinero, para pagar los gastos.
Jesús, hoy, ahora mismo, nos dice a todos nosotros: “Anda, haz tú lo mismo”. De los otros dos, no se oye, ningún reproche. En el Deuteronomio se dice: “el mandamiento de Dios -lo que nos pide-está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca”.
A veces hacemos lo que hizo aquel Samaritano – y lo pongo en mayúsculas-, a veces, pero acto seguido ponemos verdes a los otros dos, al sacerdote y al levita, con lo cual, echamos por la borda, todo el trabajo bien hecho. ¿Y qué hacer?
Muy sencillo, Dios nos da todo lo necesario para que podamos actuar, nos dio a su Madre, la Santísima Virgen María, a quien yo, le debo todo, para que le pidamos a Ella, maestra en oración, para que nos enseñe a comunicarnos con su hijo Jesús, nuestro gran Amigo