Jesús conoce mejor que nosotros mismos, nuestras propias y particulares
necesidades, Él sabe bien nuestras verdaderas carencias, cual es nuestra
pobreza. ¿Cómo podría conocerme yo a mí mismo? ¿Cómo conocer mis
situaciones difíciles?
El evangelio nos lo dice claramente, “lo
seguía mucha gente”. Es fundamental este requisito para el conocimiento,
el seguimiento, la búsqueda verdadera comienza desde uno mismo y para
ello, hay que anhelar esos silencios profundos, donde mi yo se desapega
de todo lo material, de tanta televisión, del propio teléfono móvil, de
tantas cosas que nos hacen perder el tiempo en banalidades, sin ninguna
importancia para nuestra auténtica y legítima búsqueda.
Entonces,
Él, que está presente y atento a todo lo nuestro, siempre a la escucha,
levanta los ojos y nos mira cara a cara. Así es como funciona, mirando a
los ojos, es el lenguaje de la sinceridad, el de los verdaderos amigos,
el comprensivo.
Si me pides mi opinión, te digo que vayas a la
capilla de la Adoración, que te pongas delante de Él, allí, en las
Sagradas Formas, ya que Él es el pan de vida, y hagas silencio. Lo
saludes, le cuentes y sobretodo, que te escuches en esa quietud. Pero no
digo una visita de unos minutos, me refiero al menos a una hora, y si
puedes más, más. Una vez por semana, según las necesidades de cada uno. Y
tras toda esta salutación le digas: “Aquí me tienes, Jesús, en ti
confío”. Y esperas, “algo” te va a llegar y a llenar. Y tú allí,
sentado, confiado en Él cómodamente, pues había mucha hierba.
Hoy
vemos mucho hambre, tanto espiritual en unos, como físico en otros. Y
es que no hay mayor pobreza, que la soledad. Hoy que imperan las
comunicaciones y las informaciones de todo tipo, hoy, este mismo día, el
hombre parece no tener con quien hablar. Y Jesús siente lástima de
nosotros, porque parecemos ovejas sin pastor, y Él mismo da la bendición
y nos reparte a cada uno según nuestra necesidad. Y al final, cuando
estamos hartos ya, saciados y llenos, nos pide que recojamos, que no
tiremos nada, que no se desperdicie, pues aún quedan muchos con hambre, y
Él tiene para todos, como un solo cuerpo y un solo Espíritu. Y esta es
nuestra fe, cuando decimos: “Padre nuestro, que estas...” Porque es el
Padre de todos y de todo. Él todo lo puede, para Dios nada hay
imposible.
Sin la luz natural,todo es tiniebla, imposible caminar sin que tengamos tropiezos, caídas.¡Cuánto hemos de agradecer al Creador que hiciese el sol!
ResponderEliminarSin la luz espiritual,¿cómo podríamos ver a Dios, espíritu purísimo,que está en todo lo creado, y habita, especialmente, en lo más íntimo del ser humano?
Por supuesto, TODOS ESTAMOS CREADOS,LLAMADOS A
VERLE en esta vida y en la Otra.
Con permiso. Voy a tomar prestado este primer comentario que creo que sitúa maravillosamente en el quehacer cotidiano, la necesidad de la luz, vista necesariamente como Luz. Gracias.
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