30/3/08

¿Cómo creer estando fuera?

En unas tierras muy lejanas, donde un hombre muy bueno había sido asesinado de un modo muy brutal, los suyos, sus amigos, estaban escondidos en una casa en torno a la Madre de éste, y ella, con sus rasgos femeninos, los tenía reunidos a todos en oración. Fíjate si era fuerte ese sentimiento de unión, que todos participaban de todo. Eran como una gran familia.

¡Qué precioso este cuento! Y sin embargo hoy parece que la familia está devaluada, cuando todo gira en torno a la familia, cada uno con su carácter, con su personalidad, e incluso con su genio.

Pues como te digo, era ya de noche, cuando este hombre al que habían crucificado, se les aparece resucitado, en medio de aquella comunidad, que tenía todo cerrado, ventanas, corazones. Ellos no comprendían nada, estaban asustados. Yo tampoco comprendo nada, cuando me dicen que creen pero que no practican. Es como tener sed y no querer beber. Es como tener hambre y no comer. Pues si no bebes, si no comes, por lo poco que sé yo de fisiología, es más fácil que te mueras pronto, que vivas muchos años.

¿Cómo estar enamorado, y no desear ver a tu amor? Esta pregunta me la hizo en cierta ocasión una señorita próxima a la fecha de su boda, yo le aconsejé que no se casara, porque no exhalaba amor por ninguna parte.

Creo que si no practicas, no puedes creer, y entonces tendríamos que definir de nuevo la palabra creer. Algunos también me dicen que no creen en “dios”, pero que respetan, cuando en la realidad lo que definen como respeto, se acaba convirtiendo una forma de racismo, de discriminación, de hagas lo que hagas está mal, pensando sólo en ellos, en estar cómodos, en tener éxito en sus vidas y los demás que se pudran. Perdón, ellos no dicen que se pudran, dicen: a mí eso no me importa, no va conmigo.

En realidad, se trata de una cuestión de okupas, dejando que nuestro corazón se autoengañe para nuestra conveniencia. La razón nunca podrá comprender al amor, nunca podrá comprender al amor de Dios, nunca podrá comprender la gran Misericordia de Jesús, porque Jesús es tan sencillo, tan verdadero, tan directo, que cuesta desprendernos de lo nuestro, cuesta aceptar la verdad, y de este modo, no dejamos espacio para nada que provenga de Jesús. Me invento, justifico, incluso miento, para quedarme tranquilo y autosatisfecho.

Tomás, uno de los doce, estaba fuera de la Iglesia, de la reunión, de la oración, cuando Jesús se aparece en mitad de todos ellos, de todos nosotros, en mitad de la Santa Misa, en el primer día de la semana, el domingo. Por eso, no puede, le cuesta creer que Jesús ha estado allí. No ha experimentado, no ha vivido, no ha sentido el verdadero amor de Jesús hacia él, hacia ti, hacia mí. Por eso necesita tocar, ver, palpar. Pero Jesús, que es todo misericordia, lo complace, y le dice que acerque su dedo, que acerque su mano. En realidad le está pidiendo que acerque sus hechos, su modo de actuar. De ahí que no podamos decir que no tenemos tiempo para la oración, que estamos muy ocupados en otro tipo de cosas muy importantes, y ya ves la beata Madre Teresa de Calcuta lo que dice en estos casos.

Jesús es nuestro alimento, y se entrega a nosotros, a todos los que de corazón nos dejamos penetrar por Él.

No seas incrédulo sino creyente, ¿cómo creer estando fuera? Si no comes, puedes morir.

22/3/08

Espera esperanzada

Qué noche más triste, cómo pesa, hasta el aire es denso, duele al pasar por esos tubos que conducen a los pulmones. Es de noche, mi alma está de luto, por la traición de Judas, por los discípulos que han huido, muertos de miedo. Por el rechazo del pueblo, de las autoridades, por una muerte tan terrible e inhumana.

El silencio ocupa mi alma, y me veo en mitad de lo que fue un bosque, y ahora tras un incendio todo es negro y gris, aún quedan rescoldos humeantes, la ceniza vuela debido al envite del viento. No veo nada. Es d noche. Huele mal, estoy tembloroso y frío. Es una noche oscura, de esas que hay que vencer en soledad, desde el interior, de esas que duelen, amarga como la retama. Cuánta desazón, cuánto desamparo.

¡Solo, estoy solo! Profundamente solo en una noche oscura, cerrada, completa.

¿Cuándo podré ver la luz, Señor?

No hay respuesta. Mis pies me duelen, cansados de caminar en esta noche profunda, a tientas, y por si fuera poco, acabo de tropezar contra una piedra. Estoy en el suelo, lleno de miedo. Estoy paralizado, como un ciego abandonado en mitad del monte. ¡Qué mal huele! Todavía hay humo, no sé de dónde sale, no veo nada.

Estoy pasmado de miedo, y no sé por qué pienso en esos familiares que están en los hospitales, acompañando a los suyos, cuánto sufrimiento hay allí. Algunos están muy malitos, y la familia lo sabe. Otros, acaban de morir, como tú, Señor Jesús, y sólo queda la familia, tu madre, otras mujeres, y ese discípulo tan joven, entregados a ti. Miran, como yo, pero ellos no pueden creerse lo que ven. ¡Cuánto dolor!

Ahora lo que me faltaba, acaba de empezar a llover, y poco a poco, sin darme cuenta, me voy percatando que no es lluvia, que son mis lágrimas, que estoy llorando al ver a tu madre, a tantas familias sufrientes, ahora mismo.

Es raro, pero no tengo ya miedo, incluso noto como si una mano cálida me condujera hacia fuera, hacia arriba. Me están guiando, pero no veo aún nada.
- ¿Quién eres? – pregunto yo.
Me ha respondido, es la mismísima Virgen María, que en este día de silencio, en este sábado santo, me conduce, me guía.

Oigo murmullos de mucha gente, es una comunidad que viaja con ella, es la ecclesia, reunida en torno a la madre de Jesús.

Empiezo a rezar, todos van rezando. ¡Qué bien! Parece que allá a lo lejos hay una poderosa luz, blanca y reluciente.

Suelta mi mano, y quedamos mirando con esa esperanza que ella y su esposo San José nos acaba de infundir. Pregunto a un señor, y me dice que ellos son la comunión de los Santos, y que ahora debemos esperar con gran paz, porque vamos a ver algo fantástico. La oración no cesa, es como una melodía potente y suave, que nos lleva, que nos llena de esa paz.

¡Mira, mira ahora! Efectivamente, Ella, la Virgen, se acaba de encontrar con su Hijo Resucitado, y la luz nos empieza a inundar, todo se ve perfecto. Hay un gran coro de ángeles cantando, algo muy bello. No lo entiendo. Le vuelvo a preguntar al señor que sigue junto a mí.
- ¿Qué dicen?
- No lo puedes entender, tú aún estás en la tierra, pero te han concedido el don de ver esto.

Es la Pascua, es todo luz, es todo amor. ¡Hoy es el día del Señor!

Viernes Santo

Cuánto dolor, cuánto sufrimiento, y la muerte siempre fría y amarga, siempre dolorosa. Cuando nos toca de cerca, su hedor nos hiela, nos deja sin respiración. Siempre injusta, siempre inoportuna. Pero la muerte ahí la tenemos, nos acompaña durante toda la vida. Ante ella podemos observar dos posturas, una meramente humana y otra espiritual, religiosa. Siempre lacera nuestro ser, y volvemos a las mismas preguntas que los filósofos clásicos. ¿Qué es nuestra vida?

Y ahora empieza lo bueno, vivir, se trata de vivir. Y para esto precisamente, sufrió y murió Jesús, para que nosotros podamos Vivir. ¿Le hemos dado las gracias por morir por nosotros?

Con un solo ejemplo lo entendemos de mil maravillas. Un padre pierde al hijo, y al cabo de unos días lo localizan en el interior de un pozo, y cuando lo consiguen rescatar los bomberos, el padre, agradecido, les hace un buen regalo.

¿Y nosotros, qué regalamos a Jesús? ¿Realmente creemos que nos ha salvado por su muerte? Cargando con nuestros pecados subió al leño, la cruz, y así nos redimió. ¿Lo crees de verdad?

Cuando Jesús se refiere a que pase de él esta copa, ¿a qué se refiere? ¿Cuál era su dolor? Él sabía lo que le esperaba, la pasión, los cientos de golpes, la burla –golpe durísimo- los insultos... la muerte. Clavado en la cruz, por clavos de verdad, de hierro, de unos veinte centímetros aproximadamente. Para comparar un poco, coge una aguja fina, de esas que usan los diabéticos para pincharse, y clávatela. También puede valer una chincheta. ¡Qué dura puede ser a veces la realidad! Pregúntaselo a los padres que han tenido que verse en el entierro de un hijo, en esa agonía de semanas en el hospital. Pero la vida sigue, y es cierto, hay que seguir viviendo. Es nuestra obligación, pero a veces cuesta, nos duele mucho. Lo vivimos tan cerca, en algún familiar directo, en algún amigo íntimo...

Y Jesús, ¿cómo debió vivirlo? Y nosotros, ¿cómo vivimos todo su dolor, sabiendo que lo sufrió por nosotros?

Jesús sabía qué copa tenía que beber, cuál iba a ser su muerte, pero le debió de doler más el verse insultado y despreciado por todos. Abandonado incluso por sus más allegados. Los judíos allí presentes, continuaban movidos por el demonio, y seguían provocándole con las tentaciones, que durante toda la vida lo acompañaron, desde el desierto, al comienzo de su vida pública, hasta la cruz. Como nosotros, ¿tú no te sientes tentado? Mal asunto si no eres tentado.

También los romanos seguían con sus burlas y mofas, y para colmo, colgado entre dos asesinos ladrones, y de ellos uno no para de increparlo. Menos mal que el otro reconoce, no con los ojos humanos, sino con el alma. Ve a Dios mismo, y lo aclama como tal. Pide perdón, y recibe la promesa de la salvación instantánea al mismo momento de morir.
¿Cuál es su dolor? Está claro que el físico fue atroz, pero pienso que el Espíritu le ayudaba a soportarlo.

Creo que su gran dol0r fue ver lo que veía, lo torpes y ciegos que somos los hombres, que salvo excepciones, no parecemos involucrarnos con Él, nos da igual ocho que ochenta. La ceguera del hombre, ¡cuántos ciegos hay para sanar! Ese dolor debió de ser horroroso, y sigue siéndolo.

El corazón de piedra, de hierro, que no se estremece por nada, y que sólo desde el egoísmo más personal es alimentado. Se nutre a veces de hermanos nuestros. Pensemos en los niños de la guerra, en esas madres torturadas y en ocasiones asesinadas.

Hoy iré al oficio religioso, y ... ¿de qué nos tendremos que revestir? Nuestra aflicción sólo puede ser de corazón, en la fe las cosas son así, no es una calcamonía que nos adherimos y ya está.

Muere por mis pecados, por la maldad del mundo entero, y tan sólo con una gota de su sudor habría bastado para lavarnos si hubiéramos deseado de verdad no volver a caer, a pecar; pero no, lo hacemos una y otra vez.

Con una sola gotita nos habría blanqueado del todo y a todos, si nuestra constricción fuera más real. Y conste que para muchos lo es, pero esto es el mundo, el gran teatro del mundo, y la ceguera nos produce falta de visión, no dejándonos ver con claridad.

Por cierto, anda un señor por ahí, que dicen que es el mismísimo Jesús, pero que se disfraza continuamente. ¿Lo has visto tú? ¿Lo has reconocido?

20/3/08

Jueves Santo. Amaos como Yo os he amado.

Con este titular comienza una de las páginas más bellas de la historia del hombre, de la salvación, del Nuevo Testamento, del pueblo cristiano. No amarás a tu prójimo como a ti mismo, sino como Cristo nos ha amado.

En este evangelio de San Juan, se nos anuncia ya la fiesta de la Pascua, la antigua, la del pueblo judío, cuando fue liberado por Dios de Egipto, y cómo ahora por la sangre del nuevo Cordero, de Cristo mismo, somos salvados por amor.

El amor predomina durante toda la celebración, es como la obra maestra que nos va colocando cada pieza en nuestro corazón. Cuántas veces es el Señor el que nos ha dicho, ¡vamos, levantaos! y ahora es Él quien se levanta, el que se pone en actividad, en actitud de servicio, y por eso se quita todo lo que le molesta, el manto, -representación del poder-, y san Pablo nos recordará en ese cántico: “que se despojó de su rango-divino-y tomó la condición de esclavo.”
Así es, se puso a servirnos, necesitando agua para ello, siempre símbolo del bautismo, del perdón y también de comunión -cuando se añade agua al vino antes de su transformación.-

Y echando agua se puso a lavarles los pies, algo propio en aquellos tiempos, de los esclavos de la casa. Pero Jesús, dando ejemplo, como toda su vida, vive y muere, por amor, no con palabritas, sino con hechos, con el buen deseo de servir, de ayudar al otro, si pensar que yo estoy muy cansado, sin pensar en falsas superioridades.

Perdóname, pero este amor, recuerda al de la madres, a las mamás que siempre están dispuestas, que parece que son de piedra, y es que las mujeres en eso de amar son verdaderas maestras.

Jesús pide ese amor maternal, que nos pongamos de rodillas, no por derecho o deber, sino por amor al otro. Si Dios se pone de rodillas ante mí, ¿qué tendré que hacer yo? Sólo de pensarlo me entra una emoción por dentro, una especie de escalofrío, por eso san Pedro responde aquello: tú no me lavarás a mí, y Jesús lo machaca con la frasecita: “si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.”

Necesitamos el perdón de los pecados, el sacramento de la reconciliación, hemos de estar limpios y de nuevo san Pedro vuelve a contestar: “no sólo los pies, sino también las manos -las obras, los hechos- y la cabeza -pensamientos, miradas...-

Hemos de estar limpios, para sentirnos libres de actuar, y el pecado nos ata, nos hace esclavos, de ahí la limpieza del corazón, el hacernos pequeños, arrodillarnos ante el otro, amando por encima de todo.

Por eso la beata madre Teresa de Calcuta, decía al periodista mientras lavaba las heridas a los leprosos: “hay cosas que sólo se pueden hacer por amor”. Y está claro, ése es el amor de Dios, el que Él nos da.

Me gustaría saber unas cosillas:
Señor arquitecto, cuando pasas junto al fontanero, ¿le saludas amablemente?
Señor cirujano... tú y yo... ídem, eadem, ídem. Más de lo mismo.
Señor alcalde, el último barrendero, ¿piensas que también tiene una familia?
Hijo, ¿cuidas a tus padres, abuelos con respetuoso amor?

¿Y yo? ¿Cuál es mi actitud, cuales mis hechos?

Señor, perdón, porque he pecado, contra el cielo y ante ti. Y levantándose partió hacia su padre.

19/3/08

San José

Hoy en la Iglesia Valenciana celebramos la festividad de San José, aunque en toda España se ha celebrado el sábado 15 por motivos litúrgicos, pero aquí honramos la memoria del “sí” de San José al Señor. Esto no volverá a pasar hasta dentro de 240 años, las fallas y la Semana Santa mezcladas. Para Jesús los hombres están antes que la ley, por eso en Valencia, conscientes de lo que significa la fraternidad, paramos la Semana Santa. Y mañana de nuevo estaremos en Jueves Santo.

San José, patrón de los buscadores de silencio, patrón de la esperanza, patrón de hombre que aceptó con confianza la palabra de Dios, que supo convivir con ella, que educó, que jugó, que dio un oficio. Ejemplo de padre, que traspasó las barreras del amor a Dios, entregándose a su destino, conformándose con lo que le tocó vivir, sabiendo desde la certeza que era lo mejor para el gran proyecto de Dios.

Acepta a la Virgen María como esposa, a pesar de que el asuntillo venía un poco difícil, puesto que como sabemos ésta estaba embarazada, pero él, gran amante de Dios, lleno de su amor escucha al ángel, escucha a Dios, y le hace caso. No duda más, acepta a la Virgen y lo que conlleva esto de responsabilidad. Recordemos cómo vuelve a escuchar a Dios, y cómo los saca de Belén, llevándolos a Egipto.

¿Y tú y yo, sabemos aceptar nuestro “papel” en todo esto? Claro que sí, me refiero a nuestras vidas, y acepto lo que me toca vivir, en estos tiempos de hoy. En este momento, tocan los petardos, tirar con mis hijos los cohetes, encender la mecha de tantas cositas. Estoy seguro que Jesús también los tirará, y por supuesto San José. ¿Por qué lo pintarán siempre tan mayor y aburrido? Seguro que hoy también está en la “mascletá”. Pidámosle que sepamos aceptar lo que nos toca vivir: alegrías y todo lo que la vida nos trae.

Felicidades a todos los JOSÉS, JOSEFAS, JOSEFINAS...

Visca San Josep

Visca la Mare de Déu

16/3/08

Domingo de Ramos

Con este domingo se inicia la Semana Santa, con una procesión, con la procesión litúrgica por excelencia. Hoy se diría que es una manifestación gloriosa, de alabanza al Señor Jesús, pero pacífica y humilde, desde su inicio. Se bendicen los ramos, de olivo preferentemente, sinónimo de paz, todos al mismo tiempo, y posteriormente se desciende por una gran pendiente, hacia la entrada solemne en el templo, para la continuación de la Eucaristía que ya ha empezado con la procesión, con la lectura del evangelio de San Mateo, quien recordará al profeta diciendo: “...mira a tu rey, que viene a ti, humilde...”

Y toda la gente sencilla recordaba su descendencia: “ Viva el Hijo de David, ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¿Quién es éste? Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea ”

Pero hoy, no estamos acostumbrados a esto, a ver a un hombre que nos ama de verdad, que venga a nosotros el Rey, sin protección, sin pompas, sino de modo humilde.

Nos cuesta, y sin embargo, vemos tantas guerras, tantas injusticias, tantos crímenes, tantos asesinatos, tantas escenas de odio máximo, y esto, casi no nos impresiona.

Está claro que no generalizo, pero esta sociedad anclada en el bienestar, no sufre por el otro: “No es mi asunto. No es mi problema.”

Es como si la humanidad se hubiera acostumbrado a tantas guerras, tanta barbarie. Y no me quiero extender en esto, pero sólo nos faltaba la violencia de género, los atentados terroristas, pueblos enteros que son exterminados... Los hombres llevamos las manos manchadas de sangre.

Por eso el poder de aquella época, los fariseos, le dijeron a Jesús que no armaran tanto ruido los discípulos, a lo que Jesús respondió: “Os digo, que si éstos callan, gritarán las piedras”.

La lectura tranquila de la Pasión del Señor, nos conduce al verdadero camino de perfección del hombre, al amor por los demás. Ser santos, nuestro verdadero deseo, es nuestro destino glorioso. Para ser santos, hemos de dejarnos amar por Dios, abrirnos a su amor, y éste nos irá dominando, y cómo mejor que de la mano de Santa María, su Madre, nuestra Madre.

¿Qué implica, en la procesión, llevar el ramo en la mano?




14/3/08

Quedan pocas horas

La cuaresma se está acabando, quedan pocas horas, para empezar ese domingo de Ramos, esa aclamación y reconocimiento público, de Jesús como Hijo del Padre, como verdadero Dios, y si nosotros no lo hacemos, si no lo vitoreamos ¡Aleluya!, Entonces lo harán las piedras.

Pero antes, tengo que pensar en estas cinco semanas de cuaresma, ¿ha cambiado en algo mi vida? ¿Percibo algún cambio sustancial? ¿Muere en mí el hombre viejo y renace el nuevo?

Reconozco señor la gracia que me das para querer desear el cambio, este cambio que me es tan difícil. ¿Cómo perder la soberbia? ¿Cómo dejar de creerme mejor que otros? ¿Cómo aceptar que tengo que servir? ¿Cómo aceptar esos rechazos, esos desprecios, esas humillaciones?

Ya lo sé, Tú tampoco las merecías, y, callaste aceptando la voluntad del Padre. Pero yo, ¿cómo lo conseguiré? Me cuesta callar, me cuesta sufrirlos así sin más. ¿Cómo aceptar la discriminación por ser cristiano-católico? Y a veces Señor, vienen de tu misma familia, de algún pariente, y da la impresión de que hagas lo que hagas, está todo mal. Es como si las palabras ya hubieran sido escuchadas en negativo, antes de llegar al oído. Hay una etiqueta que te marca. Creo que no me conocen en absoluto, pienso que soy como un extraño para ellos, que incluso escuchan a cualquier otro antes que a mí.

¿He aprovechado esta cuaresma para darme cuenta de lo necesaria que es la oración?

Si de algo me ha servido, es para esto. He vislumbrado todavía mas la fuerza de la oración, la fuerza del silencio. Quizás, muchos no hayan visto que tu providencia es real, no hayan descubierto su fuerza.

¡A Dios rogando y con el mazo dando! Mi fuerza es débil, y se agota, si no voy contigo, doy mazazos, pero de pronto ya no puedo mas, y ahí, mi querido Señor, ahí, entras tú, y sigues dándome fuerzas, para mas y mas. ¡Incluso durmiendo! Lo dice la Sagrada Escritura:

“ Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas”

Y tú, ¿cómo has vivido la Cuaresma? ¿Te ha servido para limpiarte de algo?

¡Qué Dios te bendiga, y te haga un instrumento de Paz!

9/3/08

¡Vivo, luego resucito!

Sentado, meditando, recordando una viva y preciosa conversación mantenida con unas personas mucho más jóvenes que yo, me decía a mí mismo: ¿Señor, les estoy ayudando en algo? Y de pronto me viene a mi cabeza cuántas veces he muerto yo, porque a lo largo de la vida se muere muchas veces, de alguna manera. Hay tantas permutaciones, y de algunas, la separación es tan grande, que siento que todo aquello ha muerto en mí. Es como si yo hubiera muerto, en tantas ocasiones. También, de alguna forma, cada noche muero, para resucitar al día siguiente.

Vamos buscando esa felicidad desde nuestra alegría, creemos que podemos con todo, pero en el fondo de nuestro corazón, no brilla la luz, esa chispita que da vida, que nos anima. ¿ Y qué es esa chispita? Es el Espíritu, que el mismo Señor nos infunde. Nos hablas, pero no oímos, creemos poder con todo. ¿Acaso nos creemos dioses?

La conversación derivó por la oración, y el ofrecimiento de los exámenes. Y una sola cosa, digo yo: tienes que estudiar lo máximo que puedas.

En este Evangelio, Jesús pide a la gente, a nosotros, ante el sepulcro, donde está su amigo Lázaro, muerto cuatro días (qué curioso el 4, 40 días en el desierto, con las tentaciones, 40 años por el desierto) Como te digo, 4 días muerto, y Jesús les dice: “Quitad la losa”. ¿Acaso él no puede? Resucita a Lázaro, que es mucho más difícil, y ¿no va a poder con la losa?

Esa losa, que me ha caído encima y me ha dejado como muerto, me separa de la luz, de mis amigos, de la alegría...

Y Marta termina de decir: “Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios...” Lo mismo que respondió S. Pedro, cuando Jesús les preguntó: ¿ Y quién dicen que soy yo? ¿Y quién dices tú que soy yo? Tú, qué dices exactamente.

Literalmente, ¿no podía Dios quitar la losa? Y sin embargo dice: “Quitad la losa”. Estudia tú, todo lo que puedas, con todas tus fuerzas, -como ese cuatro que anda suelto por ahí-, el examen es para ti, para mí.

Y Jesús tiene que escuchar también de Marta: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Y eso que Marta sabía quien era, lo conocía, y eran amigos. Pero Jesús le responde algo que me llena, me maravilla, me emociona, y me humedece los ojos: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” Qué curiosidad, que una de las personas acaba de ser nombrada en esta frase, ¿será una casualidad? No lo creo, porque yo no creo en las casualidades.

Escuchemos lo que le sigue: “ Padre, te doy gracias porque me has escuchado, yo sé que me escuchas siempre...” Qué finura, que delicadeza, y lo hace por los que lo rodean, para que crean. Es decir, nos enseña a dar las gracias, antes de la petición misma. ¡Esto es fe! Gracias por que con mi esfuerzo y la oración, me has aprobado este examen, que todavía no he hecho.

Gracias por escucharme ¿Sé quién me está escuchando? Es el que le devuelve la vida a Lázaro, y una vez los hombres hayan retirado el impedimento, para que actúe Jesús, verdadero Dios, entonces y sólo entonces, dice: “Lázaro, ven afuera” Y el muerto salió.

¿Le pido yo al Señor? ¿Me dirijo a su Madre y Madre nuestra?

Pero todo empieza porque las hermanas le mandaron recado a Jesús, o sea, que lo salvara. Y podría haberlo hecho como con aquel centurión, que a distancia, le dice. ¡Ve, está curado!

¿Por qué no hace aquí, con nosotros, lo mismo? Me fascina la respuesta de Jesús: “Esta enfermedad no acabará en muerte, sino que servirá para la gloria de Dios”.

Dios opera en nosotros, pero no puede hacerlo, si no se lo pedimos. Dios empuja, donde nosotros no podemos hacerlo, en el cuarto día. Para acabar y no cansar a nadie: “Yo soy, la Resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?”

Esto es formación, crecer en la fe, como esa lucecita que brilla allá adentro. Esa chispita que nos alegra el corazón, como les pasó a los discípulos de Emaús, y también después de una muerte. Pero esto es para otro día.

¿Crees esto? ¿De verdad lo crees?

4/3/08

Intenciones de oración

Puedes dejar aquí tu intención de oración, nosotros, la pondremos a los pies de María, Madre de Dios y Madre Nuestra, el próximo domingo, 9 de marzo.

2/3/08

He perdido al perrito

Hoy, en esta celebración tan bonita donde el Señor nos pide que realicemos un recado, “por encargo mío”, os voy a contar, o al menos intentar relatar, una historia verdadera, donde no hay que mirar las apariencias, sino en lo profundo del corazón.

Se trata de un perrito que se perdió el jueves pasado a una familia, donde solamente la madre de ellos es creyente, católica, y además para más datos, todos los días reza su rosario.

Bien, la historia empieza porque el perrito de raza callejera no ha vuelto a casa, y van a buscarlo toda la familia, con gran intensidad. Incluso por la noche, dejan la puerta entreabierta para que si regresa pueda entrar.

Pero no lo hace. Y pasadas las primeras veinticuatro horas de la desaparición, se empieza a rezar por parte de una tía del chico – dueño del perrito – y también el esposo de ésta lo hace con insistencia, al igual que otra tía recién incorporada al círculo católico con una conversión muy especial. ¡Pero nada de nada!

Y el viernes, la tía le dice a su sobrino que rece por el perrito, para que vuelva a casa, a lo que el sobrino responde:
- Ya no tengo esperanza. Además, ¡sería la primera vez que rezaría, tía!
- Pues mejor, hazlo y la Virgen te lo traerá a casa. – Le contestó su tía.

Por cierto, un Santuario Peregrino, ha llegado hoy a casa de la tía, pero ella se lo ha llevado a su sobrino, para que el perrito vuelva.

Llega la noche, el perrito sigue sin volver a casa, y Fran, el dueño, está muy triste. Ni siquiera sale con sus amigos. Y entonces, ocurre algo inaudito.

¡Reza! Como lo oyes, el chico reza por primera vez, se dirige a la Virgen, para que le devuelva al perrito.

Toda la familia está rezando por este signo, para que Fran vea la luz del Señor, y ¿cómo mejor que de la mano de la Virgen María?

Un nuevo día, sábado, y la familia, los tíos y primos de Fran, van a misa a las nueve de la mañana. La tía pide este signo, para que de este modo el sobrino vea, como aquel ciego de nacimiento, al que Jesús curó en sábado, y que los fariseos, que miraban y siguen mirando las apariencias y no el corazón, se atrevieron a decir: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”.

Qué ridículo, es cierto, yo pienso como tú, ¿Qué es más importante? ¿Hacer el bien o el mal?

Pero claro, nos preguntamos muchas veces, bueno quizás no lo hagas, pero es una pregunta bastante frecuente: ¿Quién es el Señor? ¿Dónde está? Pues resulta que lo estás viendo: "el que te está hablando". Y entonces el ciego respondió: “Creo, Señor”.

Qué bonito, es sábado, y además el perrito ha aparecido, y Fran ha llorado muchísimo. Y ha reconocido que es la primera vez que ha rezado, lo han escuchado. ¡Claro que sí! Lo ha pedido de todo corazón; ¡oración auténtica!

Ese ciego desde nacimiento jamás vio al Señor, pero ahora, de la mano de la Virgen, lo ha visto. Qué bien que el Señor pasara por allí, y viera a este hombre.

Qué alegría y qué felicidad es, Señor, poder caminar como hijos de la Luz.

¡Gracias, papá, por este signo!

¡Gracias, mamá, por coger a este chico de la mano, y mostrarle el infinito amor de tu corazón de Madre!

Cuando me lo han contado he creído que debías de saberlo también tú.

El Señor no se fija en las apariencias: ¿Y tú?