30/1/11

Nuevo código de entendimiento humano

Domingo IV T. Ordinario
30 enero, 2011



Hace pocos días por televisión dieron una funesta noticia, cuando un conductor con su coche rapidísimo se metió en contra dirección, y todos los demás conductores de esa autopista iban en contra suya. El resultado fue un choque frontal con todos los ocupantes fallecidos, por un lado cuatro miembros de una familia y el descerebrado kamikaze por otro.

Esto nos recuerda que cada vez somos más gente en la Tierra, y que para poder organizarnos necesitamos unas normas, unas básicas y mínimas normas al principio y como poco a poco, la humanidad ha ido superando y reglamentando esas normas hechas en ese momento, y para ese pedazo de historia.

El mismo código de la circulación va incorporando nuevas plazas, nuevas leyes que van saliendo, para intentar que todo esté lo más perfecto posible.

Bien, así mismo Jesús, cuando vino hace dos mil y pico años, se encontró con leyes que estaban un poco desfasadas, aunque todas eran válidas, y Él mismo subió a la montaña, como hiciera Moisés, y sentándose explicara el nuevo código del cristiano. Explicó como superar y perfeccionar la misma ley, y a que había venido él a este mundo, porque siendo Dios, quiso hacerse uno de nosotros prácticamente en todo. Las correcciones que Él hizo aún son válidas, y siempre lo serán, pues están hechas por Dios mismo, conociendo de antemano el pasado, el presente y el futuro de la humanidad, sabiendo cuales son las necesidades nuestras de por vida, incluso mucho mejor que nosotros mismos.

Parecen unas normas un poco duras, pero en realidad están puestas para llenarnos de paz, y pensando siempre también en la vida futura: “estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.

En realidad el código de la circulación también elogia a los buenos conductores, a los que piensan en los demás, a quienes respetan los derechos de los otros como los propios, y en eso se resume todo, en ir aumentando en todos nuestros actos la humanidad. A veces es muy difícil, otras nos resulta imposible, y contesto a Isabel: ¿cómo perdonar a determinada persona? Para mi y para ti es imposible, como hombre ni como mujer es posible, no hay solución, no hay perdón que valga. ¿Entonces qué pasa? Es algo que solo se consigue con la intervención del Espíritu Santo, si no nos ayuda, si no pedimos ayuda desde nuestra libertad, no hay perdón. El perdón viene cuando Dios actúa en mí, cuando Él se establece y me indica, o mejor dicho, no deja que pueda intervenir por mandato mío, de este modo puedo perdonar por amor, sabiendo que el otro también es un hijo de Dios.

Así, es como se perdonan determinadas cosas, y por supuesto desde la oración, sintiéndome libre, y en el fuerte deseo de querer perdonar.

Las normas de seguridad son eso, normas que nos hacen vivir mucho mejor, y este programa de las bienaventuranzas es un logro de perfección, y por supuesto no es preciso esperar a la otra vida para que las cosas cambien. El reino de Dios lo abrió Jesús, y a nosotros nos toca continuar con la tarea.

¡Feliz misión!

23/1/11

La actitud

3ª T. Ordinario
23 de enero, 2011


Cuánta importancia tiene nuestra actitud en la vida, frente al tema que quieras escoger. De ella van a depender unas buenas o malas relaciones, por ella vamos a colgar unas etiquetas, que van a quedar pegadas posiblemente de por vida, pero lo peor del caso no es ya tan solo este error, sino la influencia que vamos a causar en terceras personas, frente a ésta. En definitiva, por mucho de estos errores nuestros alguien puede quedar marcado al fuego, para siempre, en el peor de los casos.

En otros, nos encontramos con personas que de repente nos sorprenden diciéndonos: “a mi me gusta este... cantante”, y el otro nos mira y dice: “jamás me imaginaba que esto fuera posible. Creía que eras de las personas a las que eso no les puede ocurrir, o sea, si das una determinada imagen, no es comprensible que te pueda gustar tal o cual. Es nuestra actitud, la que está enjuiciando al prójimo, incluso sobre el gusto que debe tener.

¡Y siempre lo paga, quién menos debe!

Del evangelio de hoy, domingo, me llama la atención esa frase: “entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: convertíos...” O lo que es lo mismo, cambiad de actitud, porque la que lleváis no es buena, todos necesitamos cambiar algo en nuestra vida, porque todos, absolutamente todos, metemos la pata más veces de lo que nos pensamos, y es bueno que lo sepamos, por eso la actitud de querer cambiar, la actitud de querer ayudar a los demás es tan importante ya que de lo contrario, nunca podremos comenzar a predicar, con pequeños gestos, santiguándonos al subir a un medio de transporte, para que todo vaya bien, tanto para nosotros como para los que nos acompañan en este viaje. Predicar, al bendecir los alimentos antes de cada comida. Predicar dando las gracias por todo. Predicar con nuestras buenas obras. Predicar, en definitiva, con el buen ejemplo. Hay ocasiones que sin decir nada de Dios, por un simple gesto, otros nos miran... Y quién sabe lo que a partir de ahí pueda ocurrir.

Recemos juntos por nuestra conversión y la de todos los hombres.

16/1/11

No te calles


2º domingo T. Ordinario
16 de enero de 2011

Nuestro testimonio en muchas ocasiones, por no decir en todas, es primordial para la solución de múltiples “problemas”. Cuántas veces la Guardia Civil pide la colaboración ciudadana, para localizar y capturar a algún asesino. Para encontrar a un señor que, buscando setas, se ha perdido por el campo. Este año hemos visto a ciudadanos, dirigidos por la policía, rastrear amplias zonas donde podía encontrarse el cuerpo de una jovencita sevillana. Y es que vivimos en sociedad, donde todos y cada uno de nosotros en particular, nos necesitamos. Los hombres estamos interconectados los unos con los otros; de alguna manera lo que te pasa a ti me está pasando a mí.

Pues este domingo va de esto. San Juan Bautista, que era un primer actor de aquella época, ve venir a Jesús y retrocede, quedando en un segundo plano, pero antes de todo esto, da testimonio de quién es Jesús, y señalándolo con el dedo dice: “Éste es el Cordero de Dios”. Aún hoy algunos no ven su intención, pero para el pueblo judío eso significaba que era el enviado, el ungido de Dios, a quien ellos esperaban, ya que los profetas habían hablado de este modo unos mil años antes, ¡casi nada! “Viene detrás de mí, sin embargo está Él muy por encima”.

Da testimonio, de modo natural pero con una gran decisión, “Éste es el Hijo de Dios”, cosa ya un poco más fuerte para los judíos.

¡Cuánta importancia tiene hablar bien de las personas! Y cuánta más lo tiene hacerlo de Dios.
Juan no se calla, no piensa en ser políticamente acertado, no pretende estar a la moda, y de hecho, denunció con todas sus fuerzas a la que vivía con Herodes, por estar haciéndolo de un modo contrario a la ley de Dios.

Hoy algunos gritan mucho, pero quizá nosotros callamos también mucho, por no hacernos destacar. No importa, la verdad está ahí, y quien quiere la acoge y quien no, la rechaza.

¿Cómo podrías ver un asesinato, y no denunciar inmediatamente al asesino? ¿Cómo podrías vivir con una carga tan pesada en tu conciencia?

No seamos cobardes, no tengamos miedo. Gritemos: “Ahí va el Hijo de Dios”, Jesucristo, que vino al mundo por nosotros, para que no nos perdamos eternamente.

Fallamos muchas veces, pero más aún hemos de intentar superarnos.

Gracias.

9/1/11

Bautismo: solo desde la libertad germina el amor.

9 de enero de 2011



Jesús de nuevo nos sorprende, siendo Él, el mismo Dios le pide a Juan el bautista que lo bautice, y lógicamente Juan, intenta por todos los medios disuadirlo de esto. Es más, es él quién le pide que lo bautice: “soy yo el que necesita que tú me bautices”. Jesús, con su sabiduría –faltaría más- le indica que no siga, que hay que hacer lo que Dios quiere.

Estas palabras, perdonad, pero yo solo las oigo para mi, y me cuestiono, ¿hago yo lo que Dios me está pidiendo? Cuanta sencillez hay en el diálogo evangélico, y eso mismo me pregunto a mi mismo, ¿actúo también yo en los temas de Dios, con esa sencillez y naturalidad?

Al finalizar el texto, resuena en mi corazón la palabra: “este es mi Hijo amado” y en verdad así me siento, un hijo de Dios, un amado de Dios, y como os decía antes, me siento amado, pero es más, siento su amor en mi vida, en todos los actos que me ocurren, incluso en los que puede que no comprenda, en los dolorosos, en la enfermedad, en todo me siento bañado –como en el Jordán- de su amor. Muchas veces no comprendo su actuación, ¡qué más da! Sé que Él está ahí, y eso me tranquiliza.

El bautismo es un acto de iniciación, no en balde es el primer sacramento, hoy aquí, la iglesia de Jesús da comienzo por él, pero claro, el amor solo puede germinar, solo se puede desarrollar si hay una libertad para decir esa frase tan sencilla y contundente, Juan no comprendía que su Señor lo bautizara, pero como Jesús se lo pide, “Juan se lo permitió”.

Que evangelio tan rico en pequeños matices, como las cosas de Dios, que a veces son tan sencillas, que se escapan de nuestra mirada, pero que definitivo es el mensaje.

A pesar de no comprender muchas cosas, no importa, sé que Él está ahí, aquí, conmigo, y yo me fío, por eso intento hacer lo que Él me manda. Ojalá siempre haga su voluntad.

De éste modo, se abre el cielo, y nos muestra, aunque sea por un instante, esa Gloria de Dios.

¿Qué te parece?

6/1/11

Epifanía del Señor

6 de enero de 2011

Hola a todos:

Hemos vivido unos días de profundas sensaciones, de intenso amor, ¿no te has sentido amado? Dios nos ha ido comunicando a cada uno de un modo diferente –porque somos todos diferentes- como digo, nos ha ido comunicando, su amor, y al mismo tiempo hemos podido comprobar como nuestro deseo de amar ha ido creciendo, acaso ¿no te ha crecido también?

Cada uno ha puesto sus dones al servicio de otros, de un modo u otro, esas madres liadas con esas cenas especiales, esas misas del gallo, esos sacerdotes más volcados en vivir a diario el intento de santidad. La Iglesia entera rezando por una paz en el mundo, para que sea más habitable para todos, no tan solo para los ricos. Las fuerzas de seguridad, velando por el orden de la inmensa mayoría de los ciudadanos, los sanitarios, los bomberos, doblando esfuerzos para garantizar que nosotros en nuestras casas, en nuestras iglesias, podamos sentir que estamos bien atendidos. ¿No es, todo esto, también parte del amor de Dios?

Pero yo me quedo con una frase: ¿tendrán que venir de fuera, de muy lejos, de oriente, como aquellos tres magos, a decirnos que la salvación la tenemos aquí, muy cerquita de nosotros? Herodes y sus hombres listos tuvieron que recibir la noticia del nacimiento de Jesús, por boca de los magos, venidos de muy lejos. ¿Vamos a permitir de nuevo esta situación en cada uno de nosotros? ¿Es que nunca vamos a aprender?

Está aquí ya, con su reino, si no lo vemos, ¿no será por que tenemos los ojos del corazón llenos de legañas?

Gracias, una vez más, a todos vosotros, ¿os puedo pedir un favor? Rezad un poco por mí y por mi familia.