26/5/13

La Santísima Trinidad

Hoy todos nosotros celebramos, vivimos, la Santísima Trinidad: un solo Dios, y tres Personas distintas.

¿Cómo comprender esto? Es muy difícil, a no ser que sea desde el amor. ¿Cómo entender que María queda embarazada por obra del Espíritu Santo? Los mismos discípulos, que anduvieron tres años con Jesús, verdadero Hombre y verdadero Dios, que le vieron realizar tales proezas, no le comprendían. ¡Muéstranos a tu Padre y nos basta! ¿Tanto tiempo con vosotros y aún no me comprendéis? No lo entendían: ¡Enséñanos el camino y nos basta! Y Jesús, en alguna ocasión, se lamenta diciéndoles: “Hombres de poca fe”.

Aquí está la verdadera cuestión. En creer, en convertir el creer en saber. ¿Es científico? No lo es, pero sé que es así.

Sin ofender a nadie, ¿tú sabes quién es tu madre? Cierto, ella es. Pero permíteme la preguntita: ¿Y tu padre? ¿Cómo estás tan seguro? ¿Sabes que es él, o crees que es él? ¿Y científicamente lo sabes? ¿Acaso es matemático? ¿Llamaron al notario en el momento de tu concepción? Estoy contigo, no lo necesitas: yo tampoco. ¿Alguno de los presentes ha pedido la prueba del ADN? Lógico, es una estupidez, un gasto tremendo, no lo necesitamos. Mi madre lo es, y mi padre también. Lo sé, y basta. Esto está por encima de la comprensión, por encima de toda prueba matemática.

Pues algo así ocurre. Sé que Dios Todopoderoso, el Padre, nos dio a su hijo Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, nos lo entregó por María, la santísima Virgen María, para sentir con nosotros, para vivir con nosotros, para hacernos hijos del Padre, para indicarnos el camino: Yo Soy el Camino. ¿Y por qué hizo esto el Padre?

Creo que es muy sencillo. En las Sagradas Escrituras, Dios va mostrando al hombre la forma de salvarse, la liberación del mal, cómo salir del mal camino. En definitiva, la manera de vivir en verdadera libertad. Y todo, como digo, de modo sencillo, porque Dios es Amor.

A Jesús, sus discípulos no le entendieron hasta Pentecostés, donde se les abrieron sus ojos espirituales. Entonces supieron con sabiduría de Dios porque el Espíritu Santo les enseñaba, a ellos, a nosotros, toda la verdad.

Dios es Amor, pero no un amor cualquiera, es una locura de amor. Por eso nos envía al Hijo, para que tengamos el camino, y nos regala el fruto de ese Amor, el Espíritu Santo, el Engendrador, el que nos hace saber incluso sin necesidad de comprender.

Un día dos niños de esos idénticos, gemelos, de esos que siempre van vestidos igual, estaban separados. Uno de ellos se cayó un porrazo y se golpeó en la rodilla. El otro hermanito, que estaba en casa enfermo, empezó a llorar, poniéndose la mano en la misma rodillita. ¿Quién se lo había dicho?

Un matrimonio, estando en una fiesta social, de pronto el marido sintió algo, y fue a buscar a su mujer. ¿Nos vamos, cariño? Sí, respondió la esposa. Luego, hablando, resultó que la esposa se empezaba a encontrar mal y había deseado irse. ¿Quién se lo dijo?

A veces, tú mismo, ves entrar a tu hijo y le dices: ¿Qué pasa? Y, efectivamente, algo pasó. ¿Quién te lo ha dicho?

¡Que Dios te bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!

PD : ¿Sabes ya quién te lo dijo?

18/5/13

19-5-2013

Pentecostés

Hoy, domingo de Pentecostés, día en que toda la Iglesia celebra precisamente eso, al Espíritu Santo, y precisamente por Él, toda la Iglesia en el mundo celebra, celebramos, lo mismo.

El Espíritu que nos une, uno de sus frutos es la alegría de formar comunidad, en ti y en mí, en nosotros, en todos, en México y en Italia, en Japón y España, en China y en Polonia, en Francia, en USA, en todos los rincones del mundo, “incluso” en África. Por eso el Señor decía a sus discípulos: “id y predicad al mundo entero”.

¿Cómo podría haber sido esto sin el Espíritu Santo? ¿Cuándo un imperio duró tanto como la Iglesia nuestra? La Iglesia que formamos todos, obispos y niños de primera comunión. Sí, todos somos “la Iglesia”. Cada uno tiene una misión, uno extirpa el bazo, y el otro, el sacerdote, preside la celebración de la Santa Misa. Todos somos un mismo cuerpo en esa unidad por el Espíritu, por el Amor que se nos ha dado. Todos formamos una comunidad – Iglesia- reunida y unida en común-unión-comunión- y lo hacemos todos y en todas partes.

¿Qué puedo contaros yo a vosotros que no sepáis? Quiero daros las gracias por estar ahí, por dedicarme más de una oración, por pedir por mi familia y todos los míos; yo poco os puedo decir. Pero también rezo por vosotros y os doy mi bendición humilde y sencilla, pero le pido al Señor que Él os bendiga.

Estaban reunidos en oración, con la Virgen María, y siempre a través de Ella- AD IESUM PER MARIAM - cuando de pronto un fuerte ruido llenó la estancia, pero no se asustaron, como les pasó a los israelitas cuando, junto a Moisés, subieron al monte sagrado. Ahora los discípulos reciben al Espíritu Santo, prometido por Jesús, y llenándoles de fuerza, de alegría, el miedo que tenían les desaparece, y empieza la gran aventura de anunciar el Evangelio, que no es otra cosa que la vida y hechos del Señor Jesús. Y sigue y sigue, hasta hoy en día, donde seguimos anunciando lo mismo, aunque las vestiduras y lo medios han cambiado, pero no así las palabras del Señor.

¿Y todo esto por qué? Porque hoy, como ayer, como en aquellos tiempos, como pasará mañana, el Espíritu, el mismo de siempre, por los siglos de los siglos, nos sigue iluminando con la Verdad, sigue enseñándonos, porque: “el Amor de Dios ha sido derramado por el Espíritu Santo que habita en nosotros”. En todos, incluso en los que no celebran la fiesta, en los que está como adormecido, hibernando. Y despertará... cuando despierte. El Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere.

Si tú y yo creemos esto, realmente en nosotros se hará grande y trasparente y entonces “veremos” mucho más.

Y tú, ¿qué dices?

12/5/13

La Ascensión

¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Es cierto, en muchas ocasiones lo hemos comentado en pequeños círculos más o menos familiares y cercanos. ¿Cómo podemos dejar pasar el tiempo tan tontamente? Teniendo tanto por hacer, hasta los confines del mundo.

Jesús resucita y asciende al cielo, en presencia de muchos, ¿tú no lo has visto? No te preocupes, lo fundamental es que por su amor a nosotros nos dice: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Si lo pensamos bien, si has leído el libro ¡Qué Alegría!, verás cuánto amor sigue desarrollando. Él, hacia nosotros, por poco que nosotros le demos algo. ¿Qué le puedo dar? Mi corazón, un deseo de amor, de reconocimiento: Señor mío y Dios mío, te quiero.

Con esto, su amor y entrega los tienes asegurados. No pierdas el tiempo en programas raros, en lecturas vanas. Ponte en camino, vayamos a visitar, como Santa María, Madre de Dios, fue a visitar a su prima, y como ha dicho el padre Teótimo, se alegran todos, María por su prima, Isabel desborda de gozo, e incluso el niño, San Juan el Bautista, salta de alegría al oír... y es que es así, no hay más. Al conocer, al oír, al hablar con el Señor Jesús, nuestro buen amigo, sólo la alegría cabe en nosotros. ¡Tan sólo por visitar!

Y no hace falta ir hasta los confines del mundo, basta por empezar por los primeros prójimos, por nuestra casa, por el esposo o esposa; por los hijos, que hoy sufren abandono de cariño de los padres. ¡Queremos que sean los maestros, el estado, quien se ocupe de ellos! Máximo error, somos los padres quienes tenemos que visitar y poner las normas de convivencia y de educación, desde la familia, desde el amor, ya que nosotros los hemos querido. ¿Recuerdas qué alegría? Siempre que alguien nos comunica que está embarazada, inmediatamente decimos: ¡Qué alegría!, como en la Visitación, y es que siempre el gran milagro de la vida nos produce alegría.

Pero lo más curioso es que estamos hablando de la vida terrenal, cuando ahora mismo el Señor nos habla de la eterna, la definitiva, y desde aquí, desde ésta, hacemos méritos para ella. ¿Cómo? Amando, como Jesús nos ama. Él nos enseña el camino, y para esta función nos da a la Madre, a su Madre, ni más, ¡ni menos! La Virgen María nos llama de mil formas, nos mira a los ojos, en silencio, sin prisas, y nos enseña a amar. Ella, la maestra, nos regala el amor. ¡Como me pasó a mí, ahora hace cinco años, en Lourdes! En esa gruta llena de paz y de amor, de la mano del rosario, de la oración, como no podía ser de otra manera. Todo comienza en el corazón, ese corazón inmaculado y misericordioso de la Santísima Virgen María.

El Señor asciende a los cielos, y lo hace precisamente para poder estar con todos nosotros, para visitarnos, hasta los confines de la tierra. Antes estuvo físicamente con sus discípulos; ahora está con todos, y bien claro nos lo dice: Yo estoy con vosotros todos los días, estad tranquilos y alegres, hasta el fin del mundo.

Bendita y gloriosa sea tu Santa Ascensión.

Y tú, ¿qué opinas?