12/5/13

La Ascensión

¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Es cierto, en muchas ocasiones lo hemos comentado en pequeños círculos más o menos familiares y cercanos. ¿Cómo podemos dejar pasar el tiempo tan tontamente? Teniendo tanto por hacer, hasta los confines del mundo.

Jesús resucita y asciende al cielo, en presencia de muchos, ¿tú no lo has visto? No te preocupes, lo fundamental es que por su amor a nosotros nos dice: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Si lo pensamos bien, si has leído el libro ¡Qué Alegría!, verás cuánto amor sigue desarrollando. Él, hacia nosotros, por poco que nosotros le demos algo. ¿Qué le puedo dar? Mi corazón, un deseo de amor, de reconocimiento: Señor mío y Dios mío, te quiero.

Con esto, su amor y entrega los tienes asegurados. No pierdas el tiempo en programas raros, en lecturas vanas. Ponte en camino, vayamos a visitar, como Santa María, Madre de Dios, fue a visitar a su prima, y como ha dicho el padre Teótimo, se alegran todos, María por su prima, Isabel desborda de gozo, e incluso el niño, San Juan el Bautista, salta de alegría al oír... y es que es así, no hay más. Al conocer, al oír, al hablar con el Señor Jesús, nuestro buen amigo, sólo la alegría cabe en nosotros. ¡Tan sólo por visitar!

Y no hace falta ir hasta los confines del mundo, basta por empezar por los primeros prójimos, por nuestra casa, por el esposo o esposa; por los hijos, que hoy sufren abandono de cariño de los padres. ¡Queremos que sean los maestros, el estado, quien se ocupe de ellos! Máximo error, somos los padres quienes tenemos que visitar y poner las normas de convivencia y de educación, desde la familia, desde el amor, ya que nosotros los hemos querido. ¿Recuerdas qué alegría? Siempre que alguien nos comunica que está embarazada, inmediatamente decimos: ¡Qué alegría!, como en la Visitación, y es que siempre el gran milagro de la vida nos produce alegría.

Pero lo más curioso es que estamos hablando de la vida terrenal, cuando ahora mismo el Señor nos habla de la eterna, la definitiva, y desde aquí, desde ésta, hacemos méritos para ella. ¿Cómo? Amando, como Jesús nos ama. Él nos enseña el camino, y para esta función nos da a la Madre, a su Madre, ni más, ¡ni menos! La Virgen María nos llama de mil formas, nos mira a los ojos, en silencio, sin prisas, y nos enseña a amar. Ella, la maestra, nos regala el amor. ¡Como me pasó a mí, ahora hace cinco años, en Lourdes! En esa gruta llena de paz y de amor, de la mano del rosario, de la oración, como no podía ser de otra manera. Todo comienza en el corazón, ese corazón inmaculado y misericordioso de la Santísima Virgen María.

El Señor asciende a los cielos, y lo hace precisamente para poder estar con todos nosotros, para visitarnos, hasta los confines de la tierra. Antes estuvo físicamente con sus discípulos; ahora está con todos, y bien claro nos lo dice: Yo estoy con vosotros todos los días, estad tranquilos y alegres, hasta el fin del mundo.

Bendita y gloriosa sea tu Santa Ascensión.

Y tú, ¿qué opinas?

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