20/12/10

Navidad. Por el P. Alberto Eronti

“Callaron los ángeles
y las aves del cielo,
cesaron los vientos
y sus desafíos,
se cubrió la noche de día Navidad 2010
y la luna fue la luz
de la Luz primera” (1)



El mes de diciembre avanza raudo hacia su fin, con él se irá también un nuevo año –“viejo”, le decimos- y se colmará de esperanzas el nuevo. Esta mañana, en la panadería, una clienta dijo sobre el tema: “Esperemos que sea mejor que este…” Camino a casa pensaba que desde hace al menos tres décadas escucho lo mismo en esta época del año. Me pregunto, ¿cuándo un año es mejor que otro? Por lo general hacemos referencias a tres aspectos: salud, seguridad social y política y éxitos económicos. ¡Qué pena!, me digo. No me va calificar la bondad o no de un año por lo que “hay” y se “tiene”. Porque los haberes y tuvieres no pueden ser el fundamento de nada duradero. El Sabio bíblico los designaba como “paja que arrebata el viento”. ¿Entonces? Prefiero medir la bondad de cada año desde el ser. ¿Pude ir a más?, ¿mis éxitos o fracasos me enseñaron a ser mejor?, ¿es mi amor más pleno y por lo tanto mi vida es más don para con los demás? Lo que somos nos recuerda que la felicidad y la plenitud están dentro y no fuera, su lugar es el corazón.

Para que no se nos pierda el ser en el haber y tener, la Providencia dispuso que antes, sólo seis días antes, celebremos la Navidad. La Navidad es una fiesta cristiana, es bueno recordarlo porque no es evidente que se lo recuerde. Celebramos el nacimiento del Hijo de Dios en su “condición de hombre”, como escribe San Pablo. El Niño, como todos los niños, apenas es, nada tiene y de todos depende. El Niño, y Dios en este caso, es todo desvalimiento, por eso la Virgen es toda ternura, José es todo servicio, los pastores son todos contemplativos en la noche única, los Reyes son peregrinos y adoradores… ¿El Niño?, casi nada, pañales y pesebre, amor y ternura, es casi nada…, años más tarde dirá “Yo Soy”, que es el Nombre de Dios.

Fuimos creados “a imagen de Dios”, para que lo entendamos el Hijo amado del Padre se hizo hombre y caminó el camino del hombre, de todo hombre…por eso “comenzó” en el seno de María y fue alumbrado como todo hombre: ¡niño! Es el Niño. El Niño de todos y para todos. Por eso tiene sentido seguir saludándonos tan simple y repetidamente: ¡Feliz Navidad!

Este saludo comenzó donde debía comenzar: en la panadería, quizás sea bueno recordar que Belén significa “casa del pan”.

A todos y cada uno, desde el Santuario del Monte Sión, en las tierras del Plata, les una bendecida y alegre Navidad y un nuevo año colmado de plenitud interior

P. Alberto E. Eronti

(1) “Del vivir y la vida”, Marcelo Mario Blanco, Ed. Dunken.

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