21/9/08

No tires piedras a tu propio tejado

Nos da tanto Dios, hay tantas actuaciones suyas en torno a nuestra vida, es decir, su brazo poderoso realiza tantas proezas que nos deleitan, y menos mal que no lo vemos todo porque sería como “ ahogarnos” en tanta grandeza. Mis planes no son sus planes, nuestros caminos no son los suyos, ni su tiempo es nuestro tiempo. ¡Imposible comprender todos sus pasos! De lo contrario nos volveríamos locos.

Aún así protestamos de todo, tanto si recibimos mucho como si recibimos poco; de sí aquel recibe más y por qué, si no lo merece, total ¿qué ha hecho para tener, merecer eso? Siempre las comparaciones, y por supuesto yo soy mejor que tú, de buen pedazo, hago más oración, voy más a misa... ¡Qué equivocados que estamos!

Gracias Señor por ser tan misericordioso con todos nosotros, lento a la cólera, porque Tú eres bueno con todos y cariñoso con todas tus criaturas.

¿Quién destruiría su casa, rompería las tejas de su propio tejado? ¿ Acaso la lluvia no dañaría y pudriría todas las estancias? No tires piedras a tu propio tejado.

Entonces por qué nos empeñamos en juzgar todo lo que se nos pone delante, incluyendo al cura, al obispo, al cardenal... ¿Es eso positivo para tu salvación? No olvidemos que los Obispos son los representantes de los Apóstoles, nuestros pastores, los que tienen el deber de guiarnos, y nosotros, parece que nos empeñamos en echarles una manita, ¡pero al cuello!

Permíteme que diga esto, el Señor llama a todos, a los que madrugaron desde el amanecer en su servicio, a los que encontró a media mañana, a los de medio día, y también, claro que si, a los del anochecer, los últimos. A todos y cada uno llama, y lo hace a todas las horas, porque para todos tiene esa misericordia y amor que le preceden. Él quiere la salvación de todos, por eso nos manda a todos a la viña, a construir, no a destruir su propio reino, ya que esta es la recompensa, la paga que Dios nos da, su Reino, para la salvación.

Cuando viajamos en un avión, al mirar por la ventanilla, que diferentes se ven los campos, las montañas, que diferente es todo a cuando vas caminando por esos mismos campos, por estas mismas ciudades. Dios nos habla a través de Isaías diciéndonos “como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes”.

Dios sabe muy bien lo que hace, dejemos de protestar por creernos mejores, con más derechos, si Él quiere dar lo mismo al primero y al último, que más nos tiene, nosotros a callar. ¿Acaso le podemos decir a Dios lo que puede o no puede hacer? ¿O es que tenemos envidia?

Vive y deja vivir, que Santa María con su esposo San José, madre de nuestro Señor Jesús, nos guíe e ilumine para hacer de nosotros unos buenos cristianos que vivan el Evangelio.

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