26/9/08

HAMID Y NUESTROS PECADOS por Eduardo Climent

Queridos amigos, se acabaron las vacaciones y ya nos hemos incorporado a nuestro trabajo, a lo que es habitual en nuestras vidas y forma parte de nuestro ser y hacer. Pues bien, en vacaciones siempre se aprenden cosas, esta uno mas relajado y tiene tiempo para observar y comprender lo que observa, les contaré una pequeña historia de la experiencia de Dios.

Andaba yo por tierras de Alejandría, norte de Egipto, y más concretamente en la ciudadela de dicha ciudad, frente al mar Mediterráneo. Viajaba con una comunidad cristiana de rito católico y nos disponíamos a ver la ciudadela, donde también se encontraba un pequeño mercado y en el, unos niños egipcios, de aspecto pobre, ambulaban de un lado para otro vendiendo productos de la tierra.

Apareció ante nuestros ojos Hamid, un niño de unos 15 años, que vendía un pequeño gallinero circular de madera, con una asa y cinco gallinas sobre el, cogidas con unas cuerdas a una esfera que se encontraba debajo del mismo, de forma que al mover con el asa el gallinero, las gallinas picoteaban el grano pintado que sobre el se encontraba, produciendo unos sonidos a modo de taconeo flamenco.

En Egipto el comercio es fundamentalmente de regateo, es decir, te ofrecen el producto y un precio para el mismo, y dependiendo de tu habilidad y de la voluntad del comerciante, el precio se va reduciendo hasta llegar a un acuerdo presumiblemente satisfactorio para ambas partes. Digo presumiblemente satisfactorio, pues como verán a veces la parte compradora no queda del todo satisfecha después de la compra al enterarse que alguien compró más barato.

Le cuento lo sucedido. Una persona de esa comunidad cristiana de rito católico, comenzó el regateo con Hamid, quien le ofrecía un gallinero por 3€, tras la negociación, acabó comprando por 3€ dos gallineros, es decir, le constaron 1,5€ cada gallinero. Parecía que la persona en cuestión había quedado satisfecha pues pensaba que había hecho una buena compra, aventajando en listeza y picardía a Hamid.

Al instante, se acercó otra persona de esa comunidad cristiana de rito católico, al parecer más lista aún, y negociando con Hamid, logro comprarle un gallinero por 1€, quedando esta más satisfecha que la anterior, tal fue su satisfacción que fue pregonando su buena compra por todo el grupo.

Al enterarse la primera compradora de que Hamid había vendido el gallinero por 1€ y a ella le había costado 1,5€ cada gallinero, exigió Hamid que le diera otro para completar los 3 gallineros por 3€, es decir, 1€ cada gallinero. Sólo así ésta quedaría satisfecha al recibir un trato igual que la otra.

Hamid accedió ha venderle un gallinero también a 1€, pero tras entregarle el gallinero a la primera compradora, esta subió al autobús sin pagárselo. Hamid entristeció, quedó perplejo ante el comportamiento de la compradora y otros miembros de la comunidad al ver la reacción de Hamid y su expresión facial, aconsejaron a la primera compradora que devolviera a Hamid el gallinero, haciendo esta oídos sordos a dicha petición.

Así las cosas, un miembro del grupo, guiado por la palabra de Dios (Mt 20, 1-16) que leímos el Domingo 21 de Septiembre de 2008, se acercó a Hamid tratando de calmar su rabia, extendió su brazo sobre los hombros de Hamid, y aunque este hablaba español y Hamid árabe pudieron entenderse desde la mirada del corazón.

Hamid se dispuso a regalar a ese miembro del grupo un gallinero, y este no accedió, pues tan solo venía a calmar su rabia y sed de justicia, insistió y volvió a insistir Hamid en el regalo, pero la fuerza de la palabra de Dios fortaleció el corazón de dicho miembro del grupo y este entregó 4€ a Hamid por el gallinero regalado, y en compensación por la perdida obtenida en las dos anteriores ventas.

Y que le dijo a ese miembro de la comunidad cristiana de rito católico la palabra de Dios en (Mt 20, 1-16), pues sencillamente, que “Amar es saber salir perdiendo”. Dios lo expresó muy claramente a través de Mateo, en la parábola de “los obreros enviados a la viña”, donde todos los obreros reciben el mismo salario con independencia de las horas trabajadas, los últimos que llegaron a la viña como los primeros que empezaron a trabajar. Lógicamente los primeros que llegaron a la viña se quejaron y pensaron que era injusto el trato recibido (como la primera compradora que compró el gallinero a Hamid).

La justicia de Dios, lógicamente, no es la misma que la justicia del hombre, como Hamid, Dios piensa que no trata injustamente a nadie, pues previamente y de mutuo acuerdo se ha pactado el precio. ¿Tiene derecho Hamid, que anda pidiendo el pan nuestro de cada día, en la calle, y a pleno sol, a exigir precios distintos por sus gallineros e incluso regalarlos?, ¿Puede hacer Hamid lo que quiera con su dinero?, ¿O quizá la primera compradora tuvo envidia de la segunda compradora por haber comprado esta mas barato?

Hamid, de 15 años de edad, musulmán, y pobre vendedor de calle, nos dio una gran lección de lo que es el reino de los cielos, de lo que es amar sabiendo perder, de lo que supone un cambio de actitud en nuestras vidas y de talante interior en quienes escuchan la palabra de Dios y tratan de ponerla en práctica. ¿No deberíamos dejarnos contagiar por la generosidad de Dios?, ¿No deberíamos dar tanta importancia a ser siempre los primeros y los más listos?, ¿No deberíamos dejarnos atrapar por la espiral de la gratuidad?, ¿No deberíamos salir de la trampa de los cálculos, de las exigencias y de las reclamaciones?

Lo mismo que Dios Padre ha sido generoso con nosotros, debemos también nosotros ser generosos con los hijos de Dios, nuestros hermanos. ¡Gracias Hamid por dicha lección, pues aunque nuestras religiones son distintas tienen algo en común: “el amor a Dios traducido en el amor al prójimo”!, ¡Gracias Señor, por manifestarte ante mis ojos en la persona de Hamid y agrandar mi corazón!
Autor: Eduardo Climent

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