8/6/08

¿Enfermo o sano?

Un viejo conocido tuvo que ser ingresado en un hospital, un día, por motivo de enfermedad. Ramón, que éste era su nombre, nunca antes había estado en esta situación de perder la salud, y tener que visitar las urgencias de un gran hospital. ¡Qué mal se sentía! Y además, no parecían hacerle un especial caso. Fíjate lo que ocurrió: le estaban atendiendo, cuando llegaron varios accidentados más, y tuvieron que dejarlo a él para atender a los más graves. Al final, tras unas ocho horas de estancia en urgencias, lo subieron a una planta donde se le realizarían más pruebas hasta lograr su recuperación.

Ramón era muy ordenado, y todo lo tenía bien planeado, a su debido tiempo. Era correcto en el trato, ni amable ni maleducado, pero sí frío, manteniendo las distancias.

Le entraron la bandeja de la comida, y la señora que estaba con el vecino de habitación le ayudó a colocarla bien, le subió la cama para que Ramón pudiera comer más cómodo. Y así, en varias ocasiones. Cuando ya llevaban varios días, Miguel, que era el vecino, le dijo:
- Don Ramón, ¿no nos conoce?
De pronto, Ramón, que era médico, se acordó de todo y sintió vergüenza del trato que les había dado en cierta ocasión, cuando Miguel tuvo el accidente. Él, renegando, fue al lugar de la urgencia, pero había tenido que dejar su consulta, y salir de su esquema rutinario bien organizado, para atenderlos en ese preciso instante, con la frialdad propia de él y en cambio ellos ahora estaban siendo tan humanos.

Ramón meditó todo esto, repasando aquellas frases del Evangelio “misericordia quiero”. No lástima ni pena, sino misericordia, es decir, sentir de corazón al otro, ponerse a su altura para comprender su problema, compartir la pena, para ayudarle a buscar soluciones. Al ver la Misa por la televisión escuchó de nuevo: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa misericordia...”

Ramón comprendió por fin todo. Cómo la señora de Miguel le ayudaba todos los días con una sonrisa sincera, y sin embargo él, jamás sonreía a nadie. Tieso como un palo. Entendió que la misericordia de Dios empapa la tierra casi sin darte cuenta, como aquella mujer que tanto servicio le estaba haciendo.

Ramón se replanteó todo en su vida, porque él también era un enfermo.

Y tú, ¿estás enfermo o sano?

1 comentario:

  1. me impresionó éste relato pues verdaderamente muchos somos Ramón, creemos que somos importantes y necesarios y no pensamos en la posibilidad de que como a él le paso alguna vez necesitemos de los demás, por eso, debemos actuar siempre con los demás, poniéndonos en su lugar,y pensando como nos gustaría que nos trataran,si actúas con la gente con indiferencia, sólo ésto recibirás, a no ser que encuentres gente como Miguel y su mujer, gente buena y sencilla, agradecida por los "cuidados" de los "Ramones" que han hecho su rutina sin ver al ser humano que hay detrás de cada "Miguel"
    Para nuestro descanso, yo conozco y doy fe, de comportamientos en "urgencias",ejemplares en cariño, paciencia y comprensión con una hipocondríaca con ganas de dar la nota. No todos son "Ramones" . Gracias a Dios no todo está perdido.

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