16/5/10

Hay que abrir la puerta del desván


Ascensión del Señor
16 de mayo, del 2010

Esta semana, hacía una pregunta para todos, algunos me habéis respondido y otros no. Quiero que veamos un detalle, yo os pedía en minutos, el tiempo de oración diario, lo que cada uno hace o puede hacer. Unos que me han respondido, me han dicho que entre 10 y 15 minutos, otros que incluyen la misa diaria me han dicho que entre 50 y 60 minutos.

Solo por tener un dato, os digo, que un día tiene 1440 minutos. Quizá la diferencia es escandalosa, es cierto, y seguro que a todos nos hace pensar mucho, a TODOS.

Pero permitirme ahondar un poquito más, y está claro, cada uno hace lo que puede, y yo no soy quién para decidir nada, pero me atrevo a reflexionar, digamos en voz alta, o quizá en voz escrita. ¿Seguro que cada uno hace lo que puede? Veamos, los de 15 minutos al día, a la semana son unos 105, seamos generosos, 150 minutos, ¡no está mal! Pasamos de 100. Pero es que, una semana tiene 10.080 minutos. Y aquí se hace más palpable la diferencia.

Hoy el Señor sube al cielo, al desván, y está cerrado con llave, y Él, no yo, nos da una copia de esta llave para estar siempre con la puerta abierta, para podernos comunicar a cualquier hora del día, poder charlar a gusto los dos, Él y yo, nosotros.

La llave no es otra, ten un poco de paciencia, me acribillas a preguntas, espera un poco, como estaba diciendo, la llave es la misma de siempre, retirarse a orar, es decir, la oración. Como suena, la ORACIÓN, y de este modo es como el Espíritu Santo se puede hacer grande en nosotros y obrar verdaderos milagros.

La oración, no es algo que nadie nos pueda dar, ni tampoco se vende, ni hay ofertas, la oración es el deseo de hacerla, la voluntad de realizarla, el poner de nuestra parte esos ratos de silencio para conectar mi corazón con su corazón; y Él, abrirá desde la otra parte la puerta del desván, y ahí, en la capilla del amor nos transformará en más humildes, en más pacientes, en más hijos.

Por eso Él nos dice, quedaos en vuestra ciudad, en vuestros hogares, en vuestras tareas, y Yo os daré la fuerza necesaria, la alegría, la sabiduría, la revelación para que viváis y transmitáis la esperanza que Yo os he enseñado, que no hay muerte, que hay Vida. ¡Por eso Él fue dándoles muchas pruebas de que estaba vivo!

Si permanecemos unidos en la oración, los sarmientos, que somos prolongaciones vivas de la vid, del tronco principal, podremos llegar a todas partes, hasta los confines del mundo. Alguien dijo: “Donde hay un cristiano, allí esta la Iglesia entera”.

Qué más os puedo decir, pues que Dios es el rey del mundo, y que reina en todas las naciones, algunos lo niegan y lo niegan, e incluso cierran la iglesia del Valle de los Caídos, pero todos, ellos y nosotros, sabemos que está. Unos lo quieren aniquilar, y otros, lo hemos de mostrar.

¿Cómo hacer esto? Pidiéndole a la maestra de la oración, la Virgen María, que nos enseñe a orar, y que su esposo San José y toda la comunión de los Santos recen por nosotros.

Santa María, enséñanos a orar. Amén.

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