3/5/09

Dando se recibe

El amor solo puede existir en libertad, sin condicionamientos ni cargas sociales. Solo desde el amor nace el verdadero amor, y no desde el bolsillo interesado, no desde la postura social. El amor o es verdadero, o no lo es. Y si no lo es, no es amor.

Al igual ocurre con el buen pastor, ese médico que se interesa desde su corazón por sus enfermos, los que están bajo su cargo, y cómo comprender esto fuera de la verdadera vocación. Ser médico, cirujano de tal... queda muy bien socialmente, pero cuando lleguen los momentos duros, ¿abandonaremos a nuestros enfermos? Hay profesiones que dependen del amor de servicio al otro, como el maestro. ¿Cómo ser maestro sin vocación?

El amor hace que te entregues con agrado, que te esfuerces mucho más, y así lo vemos en los sacerdotes. Algunos, los más, se entregan al máximo a los suyos, y como se distingue enseguida a los unos de los otros, a unos los reconoces mientras que a los otros los ves venir con su cara dura, más falso e hipócritas cada vez, porque de lo contrario, su propia conciencia los afecta de pleno.

El pastor, para serlo, también tiene que serlo de corazón, tener tiempo para dedicar a otros, incluso en entregas heroicas. Tiempo para visitar a los enfermos, tiempo para ayudar a los jóvenes. Los libros, cualquiera que sepa y sea discreto lo puede hacer. La oración, siempre hay tiempo para ella, y si no lo hay, ¡Bendito sea Dios!

Mi libertad me entrega a otros, pero sólo sirve cuando es de verdad, sincera, porque nadie me la quita, sino que yo la entrego a otros libremente. ¿Cómo si no, se podría entender?

Yo no quiero juzgar a nadie, no es mi tarea, aunque a veces caiga en ello, pero me pregunto una cosa: ¿Para qué quiero médicos que no ejercen? ¿Quién es el Pastor?

Menos mal, Señor, que tu misericordia me desborda, y te doy gracias porque aunque indigno, me escuchas, y no te burlas de mí.

Te veo, quieto, estos días, casi sin poder respirar, y Tú allí, cubriéndome con tu amor. Yo, sencillo, sin poder hacer nada más que quejarme, y Tú me pedías que confiara en Ti, y así lo hice: hágase... y Tú lo hiciste.

Mi cuerpo golpeado y lanceado, pero mi Espíritu, estaba junto a Ti, menos mal que me permites que me refugie en Ti, menos mal que nos diste a tu Madre, por Madre de todos nosotros.

Gracias a vosotros que habéis rezado tanto por mí, y os puedo asegurar que oía vuestras oraciones, como esas pequeñas olas que refrescan las olas incrustadas en las playas, en los días agonizantes por el calor.

Gracias, Pastor, por ser sencillo, por ser mi amigo, a pesar de toda mi debilidad. Gracias por la esposa que me has dado, y por mi familia.

“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario