29/3/09

Cristo nos atrae

En aquellos tiempos los profetas intentaban que los hombres cambiaran su vida de pecado por una vida más santa. O lo que es lo mismo, decir que debían ser más buenas personas. Esto hoy es algo que todos queremos, de un modo u otro, y tan solo la ayuda de Jesús nos da esa paz y esa tranquilidad para caminar por esas aguas turbulentas de nuestra realidad.

También hoy hay profetas que nos piden un cambio de actitud de nuestro egoísmo, de sólo mirar para lo nuestro. El mundo es un campo de cultivo, y lo es de todos, para todos. Depende de lo que yo siembre para que recoja en proporción, pero no puedo olvidar lo que decían los antiguos profetas: que nuestros propios hijos recogerán de lo que nosotros estamos sembrando ahora.

Este domingo queremos ver a Jesús, y cómo la noticia se va escampando de boca en boca, como yo te lo cuento a ti, y de cómo tú lo vas a contar a otros. Y precisamente eran los griegos quienes habían oído hablar de las hazañas de éste. Eran no creyentes, pero estaban admirados de cómo vivía en sabiduría, y de cómo su vida, con sus obras, daba testimonio de sí mismo.

Pero Jesús nos habla de la gloria de su pasión, de cómo nosotros podemos reconvertir nuestro dolor y mucho sufrimiento en gloria de Dios: tan sólo ofreciéndoselo. ¿Quiere decir que debemos de ser masocas? Por supuesto que no, pero cuando venga, sí que hay que convertirlo en oración santa. ¿Cómo? Ofreciéndolo a Jesús, y Él pondrá el resto.

Cuando tu alma está agitada, sólo Él la puede calmar. ¿Cómo? Ofreciéndolo, y poniéndote en su confianza, abandonándote en sus brazos. ¿Podría quizás pedir que me libre de las angustias que me turban? No va a poder ser, “porque para eso he venido”, nos dirá Jesús. Él no rechazó la cruz, y lo hizo por amor al Padre, en obediencia amorosa, con total confianza de que de este modo vería la gloria del Señor: la Resurrección Gloriosa.

Pienso que tan sólo desde la oración podemos llegar a comprender “algo”, y esto es un gran regalo de sabiduría, y así hacer comunión con Él, y Él se hará en nosotros mismos.

Algunos piensan que el ayuno no es necesario, os pido perdón por no estar de acuerdo. El ayuno por amor se convierte en un regalo de amor, que en manos de Dios seguro que beneficia a muchos. ¿A cuántos? Ni lo sé ni lo quiero saber. Pero no es en vano. Ahora bien, el ayuno por rutina, quizás tengas razón, y no sirva de nada.

Te ruego me vuelvas a disculpar por no pensar como tú, pero desde el ayuno, hecho como digo, la luz te ilumina “más”. Jesús, Dios Todopoderoso, nos dice, quien quiera ser cristiano que me siga, y “donde esté Yo, allí estará también mi servidor, a quien me sirva, el Padre lo premiará.”

¿No es una maravilla?

2 comentarios:

  1. Anónimo29/3/09

    Estoy completamente de acuerdo que la oración es la herramienta más fuerte que tenemos los humanos para llegar al Señor, y al Padre.

    De igual modo estoy convencida que el ayuno realizado de forma totalmente voluntaria, libre y ofrecido desde lo más hondo de ti, tiene una fuerza inusitada para atravesar duros obstáculos y llegar de una manera pura y completamente espiritual a nuestro Señor.

    ¿Te he dicho alguna vez que tu fondo es bonito, bonito, bonito?

    Un abrazo enorme

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  2. Glorificación en el evangelio de Juan, significa pasión, muerte y resurrección de Cristo.
    Cristo crucificado es necedad para los sabios y escándalo para los judíos. A primera vista nos produce horror pensar que Dios-Padre pueda permitir que su hijo sea crucificado, nos apartamos de ese Dios, nos preguntamos ¿Qué está haciendo?¿Cómo ante este hecho seguimos hablando de amor? Es un escándalo al igual que los crucifijos-adorno que multiplicamos en nuestras casas y en nuestras joyas, por su superficialidad, casí constituye una blasfemia. A caso ¿No nos afecta nada el horror de la cruz?
    No lo podemos entender: un hombre bueno que acaba mal por la inoperancia de su Padre, que además lo llama "mi hijo predilecto". A pesar de éllo, creemos en Jesús precisamente porque no baja de la cruz. Ni siguiera para él es todo ésto evidente y lógico. Tiene que mantener su fe contra toda evidencia. Su alma se turba como la nuestra ente el mal del mundo.
    La cruz va unida a la resurrección. La cruz muestra el final de la lógica, es locura y escándalo: el mal es más fuerte que Dios, no hay esperanza.
    Jesús resucitado es la lógica de Dios: la fuerza del Espíritu es mayor que el mal, aunque pueda parecer sometida y vencida. La resurrección, la fuerza del Espíritu, es objeto de fe.
    Dios no muere, sólo muere lo que no es verdad. El Espíritu no muere. Ni Jesús porque está lleno de Espíritu. Ni nosotros, si lo estamos.

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