26/7/09

Hay para todos

Jesús conoce mejor que nosotros mismos, nuestras propias y particulares necesidades, Él sabe bien nuestras verdaderas carencias, cual es nuestra pobreza. ¿Cómo podría conocerme yo a mí mismo? ¿Cómo conocer mis situaciones difíciles?

El evangelio nos lo dice claramente, “lo seguía mucha gente”. Es fundamental este requisito para el conocimiento, el seguimiento, la búsqueda verdadera comienza desde uno mismo y para ello, hay que anhelar esos silencios profundos, donde mi yo se desapega de todo lo material, de tanta televisión, del propio teléfono móvil, de tantas cosas que nos hacen perder el tiempo en banalidades, sin ninguna importancia para nuestra auténtica y legítima búsqueda.

Entonces, Él, que está presente y atento a todo lo nuestro, siempre a la escucha, levanta los ojos y nos mira cara a cara. Así es como funciona, mirando a los ojos, es el lenguaje de la sinceridad, el de los verdaderos amigos, el comprensivo.

Si me pides mi opinión, te digo que vayas a la capilla de la Adoración, que te pongas delante de Él, allí, en las Sagradas Formas, ya que Él es el pan de vida, y hagas silencio. Lo saludes, le cuentes y sobretodo, que te escuches en esa quietud. Pero no digo una visita de unos minutos, me refiero al menos a una hora, y si puedes más, más. Una vez por semana, según las necesidades de cada uno. Y tras toda esta salutación le digas: “Aquí me tienes, Jesús, en ti confío”. Y esperas, “algo” te va a llegar y a llenar. Y tú allí, sentado, confiado en Él cómodamente, pues había mucha hierba.

Hoy vemos mucho hambre, tanto espiritual en unos, como físico en otros. Y es que no hay mayor pobreza, que la soledad. Hoy que imperan las comunicaciones y las informaciones de todo tipo, hoy, este mismo día, el hombre parece no tener con quien hablar. Y Jesús siente lástima de nosotros, porque parecemos ovejas sin pastor, y Él mismo da la bendición y nos reparte a cada uno según nuestra necesidad. Y al final, cuando estamos hartos ya, saciados y llenos, nos pide que recojamos, que no tiremos nada, que no se desperdicie, pues aún quedan muchos con hambre, y Él tiene para todos, como un solo cuerpo y un solo Espíritu. Y esta es nuestra fe, cuando decimos: “Padre nuestro, que estas...” Porque es el Padre de todos y de todo. Él todo lo puede, para Dios nada hay imposible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario