La oración no es otra cosa que la unión con Dios. De tal manera que el corazón unido a Dios, experimenta una suavidad, y una dulzura que lo embriaga.
Esta unión íntima viene a ser como la de dos trozos de cera fundidos en uno solo, y que nadie, puede separar.
La oración dilata el corazón y nos hace capaces de amar a Dios.
Jean Marie Viannney-- Cura de Ars
Precioso
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