24/2/08

La limpieza de las acequias.

¿No te has sentido nunca como si la tierra en la que se sustentan tus dos pies se hundiera? ¿Como si todo tú fueras poco a poco engullido por esta tierra? ¿Nunca te has sentido desfallecer, como si no tuvieras fuerzas para nada?

Así se sentía el pueblo de Israel, en la salida de Egipto, en su liberación de la esclavitud, en los albores del inicio, y lógicamente su fe era débil. Se sentían torturados por la sed, y cómo le murmuraban a Moisés, no a otro cualquiera, sino al escogido por Dios para llevar a cabo otra página de la salvación, allí en el monte, el Señor llamó: “Moisés, Moisés...”

Y él, con su fe y su cayado, tras consultar al Señor, golpeó la peña y brotó el agua, que dio de beber a todo el pueblo, a todos los hombres, a todos los ganados. Por la fe de Moisés, son salvados, pero después Dios envía a su Hijo Jesucristo, para redimirnos a todos, y viene a buscar, uno por uno, a todos nosotros, sin distinción, ni privilegios. De ahí que se cansara al bajar el camino, al descender al nivel de lo humano, de lo más profundamente humano.

Y tuvo que sentarse junto a un pozo, que según cuentan, dio de beber a Jacob, a sus hijos, en incluso a los ganados de éstos. Allí se sienta a descansar, en un pueblo de Samaria llamado Sicar.

En una ocasión, hace aún muchos años, cuando todavía se regaba todo por las acequias, nos contrataban a algunos para limpiarlas, y de esta manera el agua pudiera correr más y mejor. En un tramo, la acequia se había llenado de unos palos y unas piedras que habían caído del camino, y habían hecho como de tapón, no dejando pasar el agua, y dificultando mucho la tarea del regar.

No pienses que me he desviado del tema, ya que sigo con el agua, pero me viene a la mente lo que Sicar significa, y qué casualidad que sea “cuando algo está obstruido”. Por eso Jesús se sienta allí, a esperar el deseo del encuentro. Si nadie le pide que desemboce el atasco, no puede hacerlo. Se sienta a descansar, no de caminar sino de la torpeza de los hombres, que parece que nunca aprendemos de nuestros errores.

Si hay deseo, hay encuentro, por eso nos dice: “Pedid y se os dará”.

Toda Samaria estaba obstruida, y toda ella, por una mujer, ve cómo sus aguas vuelven a correr libremente, como el Amor de Jesús por todos ellos. Por ella, la que da el primer testimonio, creen, por la fe de uno, como en Moisés, y luego cuando lo conocen ya no la necesitan. Es normal, quien tiene la suerte, quienes tenemos la gracia de haber podido conocer a Jesús, nada más necesitamos. ¡Sólo Dios basta!

Jesús, con suavidad de anciano, con la paciencia de la sabiduría, deja hablar y escucha, y así al final, si haces silencio, Él te mira desde tu altura, y te comunica su plan para ti. Pero sólo en Él está la paz.

Y Jesús se quedó allí dos días, invitado por este pueblo, que había tenido tanto tiempo las aguas estancadas. Comprendieron que el verdadero culto a Dios sólo se puede hacer desde el corazón, en espíritu y verdad.

Él siempre te está escuchando. ¿Le hablas tú a Él? ¿Le cuentas lo tuyo?

2 comentarios:

  1. Anónimo24/2/08

    Sí a las tres primeras preguntas, pero desde que tambien son sí a las dos últimas todo es mucho más llevadero.

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  2. Anónimo24/2/08

    Me ha encantado lo de La limpieza de las acequias, comenzando por el titulo pero sobre todo por el contenido.
    Leo todas las semanas tu pagina y me parece muy "nutritiva" muchas gracias.

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