28/8/11

El sufrimiento es necesario.

Si recordamos rápidamente el Evangelio de la semana anterior, Jesús preguntó a sus discípulos qué piensa la gente de Él. La respuesta que esperaba Jesús oir salió de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esta respuesta es el fruto de una experiencia personal con Jesús. Y por eso, le otorgó las llaves en el Reino de los Cielos con la posibilidad de atar y desatar los pecados en el cielo y en la tierra.

Cosa muy distinta ocurre esta semana. Jesús comienza a anunciar su pasión y su cruz a los apóstoles. En esta ocasión, Jesús tiene que escuchar un comentario de Pedro que no esperaba escuchar: “¡Lejos de ti tal cosa, Señor!”. ¿Cómo es posible que una persona como Pedro que hace un momento haya hecho una confesión de fe tan real y se le haya otorgado pleno poder en el cielo, y ahora manifieste todo lo contrario?. Así es nuestra humanidad. Nos alegramos de los triunfos y glorias que nos otorguen, pero no somos conscientes de que esto también acarrea unos sufrimientos inherentes a la persona.

Ya responde Jesús: “El que quiera venir conmigo, niéguese a sí mismo cargue con su cruz y me siga”. En nuestra misión de cristianos el sufrimiento es necesario para que nuestra vida sea fructífera. “Si la semilla no cae a tierra, y muere no da fruto”. En nuestra vida cotidiana nos vamos a encontrar con muchas formas de “morir”. Y ahí va a estar Jesús para ayudarnos a superar ese obstáculo. Lo mejor de todo es que al final se nos pagará según nuestra conducta.

Por todo ello, necesitamos agarrarnos a Jesús y pedirle que nos de fuerzas. Muchas veces nos sentiremos solos, pero él estará ahí; otras veces, nuestra cobardía nos hará dar un paso hacia atrás, y otras veces, si confiamos plenamente en Él haremos cosas que no lograríamos entender por nosotros mismos.

SANTIAGO CHECA RUBIO

1 comentario:

  1. Anónimo28/8/11

    Cierto. Es precisamente en los momentos de mayor oscuridad cuando debemos buscar y encontrar esa divina mano siempre tendida hacia nosotros ... y es justamente en esos momentos cuando se nos nubla la visión. Gracias a Dios la mano no se cansa de esperarnos.
    Gracias; esta es una forma muy buena de profundizar un poco más en las enseñanzas del Evangelio. Que Dios os bendiga.

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