7/3/10

Aquí estoy

Cuántas veces, lo que comienza por ser, digámoslo de algún modo, escandaloso, acaba convirtiéndose en una reforma de todas las estructuras de lo humano, y nos acerca de forma muy especial a nuestro Padre y Creador.

Personas que lo han negado, grandes científicos, físicos cuánticos, y muchos más ejemplos. Incluso un pastor que camina todo el día con su rebaño, atento a su ganado, y que de vez en cuando sale algún sonido de su garganta para dar una orden al perro, sin saberlo, sin ser consciente, el camino particular, desde el silencio y el respeto, desde el intento de hacerlo bien, de seguir la ley natural, puede conducirnos a la gran autopista que es el verdadero Camino. Si a todo esto, si a todos estos, les añadimos las oraciones, las tantas oraciones por la conversión... tenemos un verdadero “encuentro”.

Aún resuenan en mis oídos las palabras: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”. ¡Cuantas veces pecamos! Y sobre todo con la lengua, con una crítica, no por mejorar ni beneficiar a la persona, como el mismo Jesús hacía, y les decía bien claramente a unos y a otros, sino por decir, por criticar con mal ánimo, aún a veces sin la conciencia de estar haciendo mucho daño.

Moisés pastoreaba el rebaño y el Señor le dijo: “Moisés, Moisés.” Y enseguida respondió: “Aquí estoy.” Qué predisposición tan bonita, cuanta disposición al bien, aquí estoy, como diciendo: “ ¿Qué quieres de mi?

Cuanto sufrimiento se refleja en el libro del Éxodo, pero cuanta salvación hay en él. El Dios de nuestros padres actúa, perdona todas nuestras culpas y cura todas nuestras enfermedades, por eso tan solo nos queda decir, como en el salmo: “Bendice, alma mía, al Señor”.

Y con todo este amor, con todas estas ganas de querer Dios ayudarnos en todo, incluso cuando antes lo hemos despreciado, rechazado, por toda esta misericordia hoy nos sigue diciendo: “¿Crees que estos han muerto por ser unos pecadores?” Aquellos que construían una torre y le cayó encima, ¿murieron por ser pecadores? La verdadera muerte la tendréis si no os convertís.

Pero Dios, nuestro Señor Jesús, maestro en paciencia, no como yo, deja, da permiso para ver si al año que viene alguno se ha convertido de nuevo a Él, como aquella higuera que en tres años no había dado frutos, pero que Él da permiso para seguir un año más esperando.

La verdad, quién no conoce a Dios, no sabe lo que se pierde, y esto solo es posible por una vivencia. Acércate a los lugares donde hay oración, monasterios de clausura, y en donde la Virgen María te pueda auxiliar. Ella, mujer, sabe como Madre escuchar muy bien todas nuestras necesidades.


PD: Desde aquí, os pido a todos unas oraciones por el alma de Don Roque Guillém, sacerdote confesor en la Basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia, la Mare de Deu.

Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario