16/8/09

Tendríamos que dar más ejemplo

Un amigo me decía días atrás: “¡Yo no voy nunca a la iglesia! ¿Para qué voy a ir?” Tranquilamente le dije que quizás tenía razón, para qué ir, si el ejemplo que damos los que vamos es muy flojo. ¿Cómo van a ir para hacer lo que hacemos nosotros?

Miremos juntos, pongamos unas cámaras de video y grabemos la misa. Al empezar, unos pocos, antes de proclamar el Evangelio algunos más, y para la comunión todos los que van. ¿Acaso la misa se puede separar de todo un Cuerpo? ¿Sirve la comunión, para toda la misa?

Es cierto, quizás mi amigo, Vicente, tenga razón. Criticamos cuando el sacerdote mira varias veces el reloj. Incluso en la consagración -¿tendrá prisa?-. en otras ocasiones ni tan siquiera nos deja hacer los tres silencios: acto penitencial, post-homilía y post-comunión. El silencio es parte de la celebración, y no lo digo yo, sino la “Editio Typica Tertia Missalis Romanis”, o dicho de un modo más claro, la Ordenación General del Misal Romano, que se aprobó en el año 2002, hace justamente ahora siete años, y que en España se publicó en el 2005, por los co-editores litúrgicos.

Entonces: ¿Por qué no se guardan los tres silencios? Perdona, en la página treinta y uno, al final de la misma encontrarás “El Silencio”.

Como nos dicen, el silencio es parte de la celebración, y ha de guardarse, es silencio sagrado. Y se marcan estos tres momentos para recogerse en el interior, meditar sobre lo que se ha oído y por último poder alabar a Dios dentro de mí ya, por eso Jesús hoy nos recuerda: “Os aseguro, si no coméis de mi carne y bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros.” O sea, que estoy muerto en vida. Que sólo la tristeza, la angustia, el rencor, los celos, las envidias, el pensar mal... viven en mí. Nada más.

Cuando me acerco al altar, el sacerdote me dice: “El Cuerpo de Cristo”, y yo digo “Amén”. Que es lo mismo que decir “así lo creo yo también”. Que el verdadero cuerpo y sangre pasan al mío para darme vida, aquí y ahora, y allá, en la eternidad.

Cristo viene a mí, y yo soy Él. ¡Qué maravilla!

Y entonces hago Comunión –Koinonía en griego–; es cuando formo y forma parte de mí. Yo soy Él, y Él es yo. Y todo esto aún sigue, ya que esa palabreja griega viene de otra que es Koinonós, que se traduce por “compañero”, “participante”.

La comunión es el fruto del Espíritu Santo, y nos hace sentirnos verdaderos hijos de Dios.

Y me pregunto, ¿esto se puede hacer a medias? ¿Se puede vivir sin sentir? ¿Seguiré llegando tarde a misa, por vagancia, porque quizás no siento nada?

Qué necesitados estamos de verdaderas catequesis, no me extraña que no demos el ejemplo debido.

¿Se guardarán los tres silencios, con el profundo y debido respeto?

Todos servimos al mismo, posiblemente con estos calores deberíamos cuestionarnos si servimos, o si simplemente vamos.

¡Va por todos nosotros, grandes y pequeños! Quien tenga oídos que oiga.

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