23/8/09

¡Cómo sabes que no te gusta si no lo pruebas!

Ya en aquellos tiempos, le decían los mismos seguidores de Cristo, al Señor Jesús, “dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?”

Hoy ocurre lo mismo, ¡ni más ni menos!, en todos los tiempos, caminar junto a Jesús ha sido difícil, muchos lo critican y abandonan, porque Él nos dice cosas, nos da palabras de Vida eterna, y yo, sin embargo, prefiero esas cosas, más terrenales, más de la carne, que me hacen sentir mejor, más feliz. Pero ¿es esto cierto, soy realmente más feliz?

Ya el mismo Josué cuestionó a su pueblo a quién debían seguir, o mejor dicho, a quién querían seguir. Es decir, al Señor como verdadero Dios, o a otros señores, a los falsos dioses, a ciertas posesiones, a ciertas ilusiones... Él, Josué, declaró a todos desde su libertad, como la tuya y la mía, para obrar bien o para obrar mal, para desear lo uno o desear lo otros, él dijo: “Yo y mi casa serviremos al Señor.” Y san Pablo dice más o menos lo mismo, pero si embargo muchos al leer, o escuchar: “las mujeres que se sometan a sus maridos...” Por esta palabra, “someter”, ponen el grito en el cielo, sin haber escuchado el comienzo de este relato, “sed sumisos unos a otros con respeto cristiano”. Luego está hablando de un modo cristiano, tal y como los seguidores de Cristo deberíamos hacer, y cómo Él, el Señor, quiere que lo hagamos. Eso en aquellos años, donde la mujer no pintaba nada en la sociedad. Es todo un canto de alabanza hacia la mujer, y para afirmar esto, tan sólo hay que escuchar lo que dice a los maridos: “amar a la mujer es amarse a sí mismo”. Y prosigue redondeando y elevando el tema sobre el cual estamos reflexionando: “Nadie jamás ha odiado su propia carne”. Y aún más: “Como Cristo hace con su Iglesia”, porque Él dio la vida por ella, es decir, pide a los esposos que las quieran hasta incluso entregar su vida por ellas.

¿Aún piensas que hay un menosprecio en la figura de la mujer, con relación hacia los esposos?

Quizás tengas razón, y hoy se llame violencia de género, pero ésta, está muy alejada de las enseñanzas de Dios. Ya entonces, muchos no creyeron que Jesús era el Hijo de Dios, Dios mismo, y por eso lo abandonaron, no entendieron lo que significa amar a sus enemigos, no entendieron lo que significa respetar a sus esposas, “y muchos de sus discípulos se fueron y no volvieron a ir con Él”.

Y Jesús al resto les preguntó, como también nos pregunta a nosotros: “¿También vosotros queréis marcharos?” ¿Qué contestas tú?

¡Qué difícil es seguir al Señor, porque es muy difícil creer que el otro tiene incluso más razón que yo mismo! ¡Qué felicidad! Es seguirte, Señor Jesús, porque nosotros sabemos que Tú tienes palabras de Vida eterna.

Tú eres el Señor, mi Dios. ¡Te bendigo, Señor, en todo momento!

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