En un día muy nublado, le pregunté a mi amigo Eduardo, éste señor pastor del cual no hace mucho te contaba: “¿Hoy lloverá?” Era evidente la respuesta, todo parecía indicar que sí. Él miró al cielo, respiró como olfateando “al aire”, me miró y me respondió: “A la noche te lo diré”. ¡Genial, mejor imposible! Parecía con toda seguridad que iba a diluviar. Se giró el viento y no quedó ni una nube. En su lugar sólo frío.
No podemos afirmar lo que no conocemos con toda seguridad. Permíteme que te relate una vivencia.
Visitando a una enferma, vi que llevaba mucha alegría, y pensé por ello que yo “le hacía un buen favor”, es decir, que ella recibía más que yo. Pero un buen día, muy próximo a su muerte, me dijo: “Por la oración de cuatro persona, el mundo se sostiene.” La verdad es que oí a “alguien” más en esas palabras que acababan de ser pronunciadas por ella.
Interpreté que esa respuesta era para meditarla, y así lo hice. Sin nada extraño, sin nada raro, ni mágico, “algo” muy grande me llenaba de una gran y profunda alegría. Y pensé que el Espíritu estaba “revoloteando” por allí, porque esto era fruto de Él.
La meditación se me hizo más profunda, ¿quién ayuda a quién? Yo salía de aquella casa, cada vez, con más fuerza, con mucha paz.
“Al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.”
Quizás allí “alguien” se me estaba revelando a mí, quizás... ¡una maravilla!
Otra mañana, con la muerte grabada en los ojos, me miró un una fuerza y una penetración tal que me di cuenta de que era el Señor Jesús quien me estaba mirando. ¿Quién ayudó a quién?
Todos nos ayudamos a todos, o así deberíamos hacerlo, en vez de tanta tele-basura, visitar a nuestros enfermos. Llenarlos de nuestra esperanza, y que nuestras palabras sencillas, pero llenas de amor, los hagan explotar de alegría, y Cristo se nos revelará a nosotros, a todos. Y todos seremos ayudados, consolados por el Espíritu, y si somos consolados nosotros, ¿por qué no somos capaces de consolar, de alegrar a nuestros semejantes?
¡Donde está el Espíritu, allí hay una gran alegría!