6/4/08

De camino

Bueno amigos, de nuevo en este primer día de la semana, domingo, día del Señor, una oportunidad más se cruza en nuestro camino, para permitirnos el encuentro con Jesús, al igual que aquellos dos discípulos que caminaban hacia Emaús, o lo que es lo mismo, de espaldas a la Jerusalén del Señor. Esa ciudad que representa el cielo, los caminantes marchaban en contra dirección. Se podría decir que iban en dirección prohibida, no haciendo aquello que el Señor Jesús les había en cargado.

Alejados de una vida de oración, alejándose de la esperanza, para marchar hacia el abandono, la diversión, el vacío en definitiva, si no se va acompañado del mismo Jesús, ya que en Jerusalén también lo podemos pasar muy bien, ya que la vida junto al Señor tiene más alegría (¿te suena de algo Qué Alegría?¿Quizás a un libro?), más plenitud, más autenticidad que todo lo demás.

Recuerdo estos días pasados, cómo una enferma por depresión no tenía fuerzas ni para levantarse, no podía, era como una paralítica vencida totalmente. Su vida era, había sido, hacia Emaús, hacia la desesperación, de forma auto engañada, sin querer ver lo que tan evidente era.

Allí, echada, al borde del camino, alejada de todo contacto humano, como aquel ciego sentado al “borde del camino”, y menos mal que encontró a su familia, que se volcó con ella. Madre de tres hijos, y sin rumbo, a la deriva. Su vida se veía peligrar.

Un día, mejor dicho, una tarde, la encontré con dos de sus hermanas en la capilla del Sagrario, la miré y vi su dolor. Ella se arrodilló, por indicación de una hermana, y clavó sus grandes ojos en el Sagrario. Al pronto, dos ríos de lágrimas recorrían sus frías mejillas, pero ella seguía, con su mirada puesta en el Sagrario.

Acto seguido fuimos participar de la misa; ella nunca antes había entrado en una iglesia, pero allí con nosotros estaba. Sin perder palabra, no sabía lo que era la Palabra, pero en ella entró, y de nuevo muchas más lágrimas. Durante todo este tiempo, en el Rosario de la Ermita, el de los domingos, (que de nuevo retornaremos a rezar el día 13-04-2008), a las 5 de la tarde, allí pedíamos por ella, toda la comunidad rezó por ella. Reunidos junto a la Virgen María.

Pues como os digo, ella se me abrazó al final de la misa, y en ese abrazo intenso, vi al Señor Jesús. Charlamos un buen rato y hablamos de muchas cosas.

Para resumir y no cansar a nadie, fue, se confesó, sí, como lo oyes, de corazón, sabiendo por su fe, hacia mí, que esto le iba a liberar del mal camino. Empezó a mejorar de forma rápida, y se inició en el rezo del Santo Rosario a diario, y su vida ha mejorado en mucho.

“¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?”

Aquellos dos discípulos, mientras Él les hablaba, se encendieron por dentro, su corazón les dio un vuelco, y le pidieron al Señor que se quedara con ellos, aún sin haberlo reconocido. Y al partir el pan, como en la Eucaristía, al cenar, lo reconocieron y se abrieron sus ojos. Estaban alejándose paso a paso, poco a poco, de la alegría. Iban hacia las tinieblas, pero se levantaron al momento y corrieron hacia Jerusalén, ya no caminando, donde estaban sus compañeros en oración, reunidos con la Virgen María, y les contaron -dieron testimonio- lo que les había pasado.

¿Nosotros también lo reconocemos en la misa? ¿Escuchamos su palabra?

¿Hacia dónde caminas tú? ¿Hacia Emaús, o hacia Jerusalén?

2 comentarios:

  1. Quédate con nosotros, Señor,
    porque sin ti nuestro camino
    quedaría sumergido en la noche.
    Quédate con nosotros, Señor Jesús,
    para llevarnos por los caminos
    de la esperanza que no muere,
    para alimentarnos con el pan de los fuertes que es tu Palabra.
    Quédate con nosotros hasta la última noche,
    cuando, cerrados nuestros ojos,
    volvamos a abrirlos ante tu rostro
    transfigurado por la gloria
    y nos encontremos entre los brazos del Padre
    en el Reino de tu divino esplendor.
    Amén.

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