13/7/08

Límites

¿Al amor se le pueden poner límites? Veamos, yo me enamoro de una chica, pero claro, ella algún día se puede ir con otro, o quizás yo, ¿se puede llamar a esto amor?

Creo que unas veces bien el amor es “algo” que va creciendo poco a poco, que te va llenando cada vez más, y que a lo largo de la vida, cuando van apareciendo los problemas, esos malos tragos, el matrimonio se une y afronta de manera vigorosa y decidida lo que se le viene encima. ¿Cómo planear una boda, pensando ya en la separación como cosa segura? Para ti esto, y para mí lo otro, para cuando llegue el momento de dejarlo. ¿Cómo me puedo casar con estas premisas, especulando de este modo?

El amor tiene que ser desinteresado, libre, tal y como Dios, nuestro Padre, nos deja ser. Libres para todo, para bien – mejor que mejor- y para mal. Él nos permite escoger, incluso con todo su dolor, cuando escogemos el mal, y es con dolor, porque ve que por nuestras acciones nos vamos alejando de él, de la verdadera felicidad.

Jesús cuando dialoga no tiene prisas, se sienta con toda la paciencia del mundo, y con su sabiduría nos habla, como llovizna que empapa la tierra. Nos prepara para hacernos germinar en su amor, en su felicidad ya aquí en esta vida, porque el cielo empieza o puede empezar ya en la tierra, la verdadera alegría si nosotros escuchamos y acogemos con verdadero amor y gozo su palabra. Pero a veces los intereses nuestros, nuestra poca confianza, los afanes de la vida, la seducción de las riquezas, el no tener tiempo, el no parar, determina nuestra sordera a sus palabras, y luego, vienen las lamentaciones.

¡Es Dios quién no me escucha!

Sembrar en tierra buena, significa amar con todo y para todo, querer a tu novia, a tu mujer, de forma total sin reservas, con todo tu corazón, con todo tu ser, para lo bueno y lo malo. Andar haciendo camino, pero juntos, no a ratos, o por conveniencia o por placer, sino vivir plenamente el uno para el otro, entregados en cuerpo y alma, y así, la siembra será abundante, nunca faltará lo necesario e incluso habrá de más. Por eso el Señor dice que el que escucha la palabra y la entiende da fruto del ciento por uno, es decir, por un euro nuestro, Él nos da cien, y no solo es en lo espiritual, porque bien sabe que el sembrador, necesita del pan para alimentarse, y de todo lo necesario para vivir.

Por eso san Pablo nos dice: “que los sufrimientos de hoy no son nada comparados con la gloría que un día alcanzaremos”.

¿Cómo vas de oído? ¿Escuchas la Palabra y la entiendes? ¿ Te entregas con todo el corazón al Señor o le pones límites?


1 comentario:

  1. Anónimo13/7/08

    A través de mi familia procuro entregarme con todo el corazón al Señor, solo así soy capaz desde mi pequeñez ver a Dios en mi marido y mis hijos y por extensión verlo en todas las personas que me rodean, cuando soy consciente de que El está en mi casa mejor dicho en mi hogar , hogar de familia lleno de amor me entrego sin límites.

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