14/4/12

PAZ A VOSOTROS

Paz a vosotros. 2º Domingo de Pascua


Todo el mundo anda buscando la forma de alcanzar la felicidad, la paz. ¿Quién no lo desea? Todos y cada uno de nosotros quiere vivir en paz con uno mismo, es decir, que la paz reine en nuestro corazón, en las relaciones con mis cercanos, en las familias. En nuestra sociedad.

Recuerdo la noche del 31 de diciembre, la cantidad de mensajes y de llamadas de teléfono. Todos, todos, me deseaban la paz, la felicidad, un próspero año nuevo. Y yo a ellos, a vosotros, os deseo lo mismo.

Pero la paz, no es algo como unos zapatos que se pueden adquirir, ¡qué bien me quedan! ¿Cuánto es? Y ya está. Esta no es la actitud para encontrar la paz. Tampoco se encuentra comprando una casita en aquel pueblo tan pintoresco de montaña, donde voy a pasar los fines de semana y el verano. ¡No es así!

La paz es el resultado de buscar la armonía de nosotros mismos en nuestro interior, es decir, con nosotros mismos. ¡No me puedo engañar! La paz, a veces, esta en renunciar a algo por alguien, es un acto de amor.

Un matrimonio amigo iba a comprar un coche nuevo, mejor dicho, a cambiar el suyo por uno mejor. El problema empezó en la marca, “ este es mejor que aquel” y luego con el acabado, con el interior, y no veas la que se armó con el ¡color! Menudo lío con el color... La cosa no pintaba bien, cada uno decía algo diferente. ¿Hay motivo para la discusión? Claro que no, pero ¿cuántas veces hemos tenido noticia de alguna discusión tan tonta como esta?

Fuimos a cenar con ellos, era jueves, lo recuerdo bien, ¿te extrañas de que me acuerde del día? Te lo voy a explicar, aunque es algo personal. Los jueves, en el Puig de Santa María, exponen solemnemente al Señor Jesús en la custodia, y se realizan una serie de oraciones preciosas. Los sacerdotes son los de la orden de la Merced, los encargados de las prisiones, bueno, que me voy a ir por las ramas, como te digo fuimos a cenar en jueves eucarístico, y empezamos a charlar de las cosas que nos interesaban, y al momento el coche, lo tuvimos encima de la mesa, a través de los catálogos tan preciosos que las casas te “regalan”.

Había dos modelos de marcas diferentes, y los colores estaban entre tres también diferentes. A mí, me dio risa, ver que una cosa que parecía que les iba a hacer más felices, de momento era todo lo contrario, y se los dije, porque me insistieron en saber qué me hacía gracia.

Y efectivamente, ellos inmediatamente lo reconocieron, no había motivo para discutir, por lo que en principio... ¡Así es! Les dije con fuerza: “No hay motivo para la polémica, los dos coches son fenomenales, y los colores, los tres preciosos.”

Les propuse seguir cenando, y en el café les daría mi solución al problema, y les afirmé con plena garantía de que ambos estarían de acuerdo al instante. Y así lo hicimos. Fue una cena deliciosa, llena de paz y de alegría.

Llegó el momento culminante, indiqué la necesidad de que trajeran unas tijeras para recortar un trozo de cada una de las fotos de cada coche, y a ser posible del mismo tamaño el recorte. Así lo hizo ella, y dobló los dos trozos formando como dos pelotitas de papel. Y ahora les expliqué como lo hacían al principio los apóstoles, cuando tenían que tomar una resolución importante, como ver a quién tenían que escoger de diácono, y otras muchas cosas. Y es que ellos, los apóstoles, y todos los discípulos, reconocían que la respuesta dada en la suerte sería la aconsejada por el Espíritu Santo. Ellos antes oraban un rato juntos.

En este momento una risita se adueño de nuestros amigos, y me preguntaron,
– ¿Cómo hacemos nosotros para pensar que es el mismísimo Espíritu Santo el que nos aconseja?
– Sencillo, porque ambos vais a tirar vuestro aliento sobre los papeles, sobre estas dos bolitas, ¿de acuerdo?

Y así lo hicieron, las tiró ella a su espalda, y la que más lejos fuera, la que
recorriera mayor distancia, esa sería la que les convenía, ese sería el coche que el Espíritu Santo les aconsejaba. Y efectivamente, una fue mucho más lejos que la otra, y no hubo dudas. Ellos, sonrientes se besaron llenos de paz, ¿ves por dónde aparece la paz? De la mano del Espíritu Santo.

En el apartado del color no hubo dudas, el marido dijo: “ El que tú decidas, ése será el que más me guste.” Y de este modo tan sencillo se solucionó un problema que hubiera acabado en lío seguro.

Pero recuerda, la paz al hombre le viene por el Espíritu Santo.

Tú, ¿qué les hubieras aconsejado? ¿Te atreves a contárnoslo?

Gracias a todos, y feliz Pascua, que la Divina Misericordia, cuya fiesta hoy celebramos nos ayude siempre.

¡Jesús, en ti confío! Ten misericordia de todos nosotros.

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