3/12/11

Sólo desde la alegría se edifica

El hombre busca ser feliz, busca su salvación en todos los aspectos de su vida. ¿Quién desea el daño, quién desea el sufrimiento, quién desea perder a un familiar? Esto es absurdo, no hay nadie en el mundo que se desee estas cosas, que además sin ansiarlo, llega. El hombre busca lo mejor para sí mismo y su familia.

Para mí esto es indiscutible. Desde siempre es así y creo que será del mismo modo a lo largo de toda la historia. Estamos en el segundo domingo de adviento, y San Lucas, este apóstol tan universal, nos aporta con su evangelio que Jesús, que Dios siempre nos trae la salvación; siempre hay un camino, una historia donde el hombre escribe sus propias letras. Él quiere lo mejor para nosotros, y no se corta un pelo, y vemos cómo San Lucas enclava su relato en un año, en un reinado de poder Romano, con un reinado del poder local, autonómico, y en un reinado de lo religioso, y aún a pesar de todas las asperezas y tiranías de estos tres, Él llega triunfante, viene con la paz.

En todo este montón de sucesos, la palabra de Dios viene sobre Juan, el hijo de Zacarías, el bautista, quien nos recuerda que hay que predicar ese cambio de vida, esa conversión, extender esta noticia, ni más ni menos que porque es buena para el hombre, para su felicidad, para todos los hombres. Ni tan siquiera hoy en día, se puede silenciar esta palabra de Dios que nos llega, y que tú la estás recibiendo directamente, incluso a veces, no te das cuenta de que es así como te digo, porque precisamente, no vives una vida muy ligada a la iglesia. Pero el Señor, en todos lo tiempos se hace oír, y tú, puedes estar siendo uno de sus receptores.

Esta noticia del cambio, desde lo profundo del corazón, como no puede ser de otra manera, porque todo cambio tiene que ser sincero y profundo, nos lleva a la alegría, verdadera señal de identidad del profeta actual. Hoy, donde tantos problemas se amontonan, donde tantas fricciones hay entre familiares, vemos a muchos sin ilusión, amargados profundamente. Algunos solo piensan en las cosas malas que han de pasar, y lo hacen, lo que es peor, anunciándose a si mismos como profetas de Dios.

Nada más lejos de la realidad. Los verdaderos profetas de Dios, solo transmiten alegría y felicidad, porque quien se siente amado y ama, no puede demostrar otra cosa. Esto no niega que haya problemas, pero la forma de encararlos es muy diferente.

¿Has visto alguna vez una pareja de tortolitos, de enamorados, estar amargados por su amor? No tiene sentido.

Tú, ¿qué opinas?

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