18/10/09

Vale, quién sirve

Cuántas veces todos nosotros hemos escuchado la expresión de: “¿A quién le amarga un dulce?” Y sin embargo, que le pregunten al diabético lo perjudiciales que son los dulces para su salud. Que atractivo es a veces el honor, el sentirnos respetados por el cargo... Somos hombres, y por ello llevamos nuestras debilidades impresas, como esta de querer ser los de mayor dignidad: “uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” y los otros diez protestan porque ellos también desean lo mismo.

El servicio, tal y como Jesús nos lo enseña, no tiene nada que ver con esto, ya el Señor nos hablaba por boca de Isaías cuando nos decía que con sufrimiento expiaríamos nuestra vida, único modo de ver la Luz. Hoy en día vas a las librerías y encuentras tratados de teología maravillosos, libros de Cristología, los grandes profesores, los rectores más expertos, todos deslumbrando con sus palabras.

¡Pero! Cuando voy al Sagrario, allí somos muy pocos. Casi nunca hay sacerdotes y ya no digamos obispos, ¿quiere decir esto que no vayan? No, no es esto. Lo único que digo es que yo no los veo. Y esto me viene a colación por este escrito tan magnifico de nuestro admirable papa, Benedicto XVI, al inicio de este año sacerdotal, en ese escrito que por medio de él, se tomaba la figura de uno de los grandes, el Santo Cura de Ars, por modelo para la enseñanza de muchos. Éste, se tomó muy enserio lo del servicio a los demás en su parroquia. Con una dedicación no del cien por cien, sino del ciento cincuenta por cien. Visitaba enfermos, familiares... Pero siempre y ante todo, él mismo mantenía la oración como base principal, junto con las penitencias y ayunos que se imponía.

La frase “no he venido a que me sirvan, sino a servir, a dar mi vida en rescate por todos.” Con estas diferencias entre nosotros, entre aquellos dos apóstoles y los otros diez, Él los reunió a todos, a los doce, igual que hace con nosotros, nos llama a reunión, junto a Él, ¿quizás en los Sagrarios? ¡Qué bien que se está en la capilla de mis hermanas Clarisas! Como en otras donde tanta oración se hace. ¿Tienes miedo de ser una de ellas? ¿Acaso no quieres servir? Quizás aún buscas los honores, los viajes, el disfrutar... Tienes razón.

Pero allí, con Él, charlando amigablemente en esa facultad, en esa capilla de Jesús vivo y presente, Él nos espera con sus palabras sinceras, porque ama la justicia y su misericordia es amorosa, nos abarca a todos. Sus ojos nos miran continuamente, por eso aguardamos su misericordia. ¿Qué más podemos hacer?

¿Quiero que me sirvan a mí, o por el contrario prefiero servir? Ser un apóstol de Jesús, un buen discípulo, un cristiano seguidor de su amor. ¡Menos mal que tenemos a Santa María! La Madre tres veces Victoriosa, que nos ama y enseña con esa ternura propia de una Santa Madre.

1 comentario:

  1. La mejor manera de servir a los demás está en intentar ver en cada persona la imagen de Dios que hay en todos. Un abrazo muy fuerte a todos.

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