Anoche una persona me contaba cómo su padre estaba en la Unidad de
Cuidados Intensivos de un hospital, por un problema grave de corazón. Es
la hija mediana de tres hermanos. Casi llorando, me lo relataba.
La
escuché con gran dolor, son todos conocidos míos, al finalizar ella, le
pregunté: ¿Cómo se llama él? Rafael es su nombre. Bien, le dije, desde
hoy yo rezaré por él. Me miró con unos ojos que desbordaban alegría.
Gracias, me dijo. Gracias a ti, es un gran don poder rezar por él. Se me
abrazó, y me volvió a dar las gracias, con un profundo sentimiento.
Se marchó y yo seguí haciendo lo mío.
Así
creo que actúa Jesús, por medio de alguien. Él se hace presente en una
conversación, en una situación, en una enfermedad. Él se interesa por
todo lo nuestro, y estoy seguro de que en más ocasiones se hace evidente
su presencia, pero la hiperactividad nuestra no nos deja verlo más.
Hoy
creo que, como siempre, en todos los tiempos, pero hoy, como digo, es
necesario dar ese testimonio de lo que somos, sin miedo a equivocarnos,
al qué dirán, a cómo lo podré hacer posible. Es la única manera efectiva
de mostrarlo, no hay que demostrarlo, al menos yo no siento eso, pero
sí el decir: “Ahí está”, como Juan lo hizo en ese río que tantas
revueltas ha visto ya, en el Jordán: “Éste es el Cordero de Dios”. Juan
lo señaló, lo mostró, e inmediatamente dos de sus discípulos, ávidos de
la presencia de Dios, salieron tras él.
Al momento, el Señor les
pregunta: “¿Qué buscáis?” y ellos responden, “¿Dónde vives?”. Qué
importante es ese Vivir, el cómo nosotros vivamos. Y luego, me encanta
cómo uno tras otro, van saliendo seguidores de Jesús. Cada uno, va
añadiendo algo en su propio testimonio de fe: “Hemos encontrado al
Mesías.”
Qué fuerza tan extraordinaria es dejarse mover por
Jesús, sin casi esfuerzo, das testimonio, y sin saber cómo, Él empieza a
actuar en ti. Pero sólo si yo soy poco, si me dejo, sabiendo que Él es
el importante, y yo, tú, somos los mecanismos, los muelles que dan
movimiento a todo un sistema tan perfecto, tan original, que no hay
forma de alcanzarlo, ni estudiarlo, ni copiarlo.
Y luego, para
colmo de los colmos, cómo Él te reconoce y te llama por tu nombre:
Alberto, Antonio, José, Pedro, Carmen, Cefas, Fernando... a cada uno nos
conoce por nuestro nombre, de modo personal.
Y la Gloria, la
vemos alas cuatro, como cuenta el evangelista, ¿prisas? Él no tiene
ninguna, Él va quieto, te llama y te llama, una, dos, tres veces...
esperando nuestra respuesta, pero claro, a veces la hiperactividad no
nos deja oír, por eso a Samuel lo llamó de noche, cerca del Arca.
Qué
bueno es dar testimonio de Él, ero para hacerlo hay que recargar las
pilas, sean alcalinas o sencillas, hay que ir a la capilla del Sagrario a
callar, a hablar, a escuchar, a reponer fueras espirituales, porque
para dar hay que tener. Para amar a otros hay que sentirse amados por
Él.
Hay que vivir su experiencia, y luego sembrar donde sea, Él acabará el trabajo. Seguro.
¡Qué importante es el testimonio en estos tiempos! ¿No crees?
No hay comentarios:
Publicar un comentario