20/2/11

Una vuelta más de tuerca

Domingo VII T. Ordinario
20 Febrero, 2011



Estos días nos planteábamos sobre la posibilidad de perdonar, a quien nos ha hecho un gran daño, y llegábamos a la conclusión de que es una tarea imposible para el hombre, sin la ayuda de Dios, por medio del Espíritu Santo.

Hoy en el programa del cristiano, se da una vuelta más de tuerca, como diría mi amigo Manuel, no sólo hay que perdonar a esos enemigos que tanto daño me han hecho, sino que ahora nos dice que hay que: “Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manga la lluvia a justos e injustos.” ¡Cualquier cosa! Ahora me toca amar a mis enemigos, y rezar por ellos, si quiero demostrar que soy hijo de Dios.

Además termina el evangelio diciendo: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.” Estas palabras casi dan miedo, porque ¿cómo puedo conseguir esto? Si casi me parece una utopía, para perdonar necesitaba ayuda, pero además AMAR, creo que es imposible. Pero mirando por mi ventana interior, escucho casi la respuesta, “rezad por los que os persiguen”. Es decir, al margen de la ayuda misericordiosa de Dios, que siempre desde su amor nos ayuda aún sin saberlo, hay algo que yo tengo que hacer, y es: rezar. La oración, en todas sus modalidades, pero pidiendo por esos... y poco a poco, los vas olvidando, van perdiendo importancia para nosotros, como si en una pizarra hubieran escritos unos resentimientos hacia ellos, y una mano con una bayeta, poco a poco, y siempre escuchando nuestra oración, o lo que es mejor, los efectos de la misma, pues como digo, fueran borrando parte de esos detalles. De igual modo, tras la oración continua, y sin prisas, pero sin dejar pasar un solo día, desde la oración rezo por esos que tanto daño me han hecho.

Por otro lado reflexiono sobre la lluvia, y no sé si a ti te pasará lo mismo que a mí, pero me pongo a ver llover y me pasan las horas embebido, por ese caer de la lluvia, miro aquel charco, y cómo saltan las gotas al golpear contra él. Esto me hace pensar que con la oración hacia los que de algún modo me persiguen, me ocurre algo similar, mi ser se queda tranquilo, sin ánimo de revancha, sin ánimo de venganza, y de este modo alcanzo la paz yo, porque de lo contrario me encuentro en un puro estado de guerra, dispuesto y capacitado para discutir con quien haga falta.

A mí estar en paz me llena, miro cualquier dirección y no me altero nada, también mi organismo se regenera mucho mejor, se va sanando.

No sé si te servirá todo esto, pero a mí, te lo puedes creer, me ayuda a fortalecerme en esa Paz, como ya te he contado.

Precisamente yo, no me puedo olvidar de la oración de otros, de la tuya, que viene a sostenerme, en esos momentos de marejada, y que además potencian mi paz. Y por supuesto la oración de la iglesia, ese Sacramento de la Unción de Enfermos, y enfermos los hay de cuerpo y alma. Si ves que no eres capaz de reflotar tu nave, no lo dudes, acude a un sacerdote, cuéntale y pídele este magnífico sacramento.

Habrá muchas cosas más, pero yo voy a terminar, y te voy a pedir un poquito de oración por mí, tan sólo un Ave María, pero si puede ser, a diario. Como siempre, gracias por tu paciencia.

Que la Virgen María, que escucha todas nuestras intenciones, y su esposo San José, nos ayuden y enseñen a orar.

1 comentario:

  1. Anónimo21/2/11

    ¡Que bonito, Tono!.Me ha gustado mucho.Yo creo que si consiguiéramos alcanzar esa meta, se acabarían todos los problemas.

    ResponderEliminar