8/8/10

Estamos de guardia


Domingo XIX T. Ordinario
8 de agosto, 2010



¿Habéis visto alguna vez a los bomberos cuando están de guardia y no tienen servicio? Están haciendo gimnasia, otros jugando al ping-pong, leyendo en la sala, y algunos, viendo lo que tiran por la tele.

De pronto suena una alarma, y una voz fuerte exclama: ¡fuego! Todos se lanzan a los camiones a toda velocidad, cada uno en su sitio y aquí, mientras el conductor sale disparado en dirección al siniestro, ellos se van colocando esos trajes especiales. ¿Cuánto tiempo transcurre desde que suena la alarma hasta la salida del parque? Posiblemente no pasa ni un minuto.

Ellos están allí, y mientras no hay urgencia, están relajados, pero siempre, preparados.

Esto es lo que nos pide el Señor a nosotros, que tengamos esa actitud en nuestra vida, que tengamos las lámparas encendidas, es decir, que aportemos luz a nuestros ambientes, no que las colguemos de la pared, y nos quedemos de brazos cruzados, mientras otros nos necesitan.

Los bomberos inmediatamente preguntan nada más llegar: ¿hay alguien en el edificio? Ellos, antes de nada, se interesan por las personas, lo más importante, como aquel samaritano que cuidó del enfermo. ¿Y nosotros? Las medias tintas no sirven, porque se puede ahogar la persona de tanto humo, por eso hay que estar preparados, y con nuestras lámparas, con nuestro ejemplo, aportar esperanza de vida. ¡Pero! Las lámparas tienen que estar encendidas, no apagadas un rato y otros encendidas.

La mediocridad no sirve, hay que tener claro esto y de no ser así, está claro, hay que redoblar en y desde la oración personal de cada uno de nosotros.

La oración es la actitud de nuestro corazón, con verdadera entrega, es el encuentro con Dios, nuestro creador, y ahí, es donde conseguimos las pilas, el aceite para que las lámparas brillen siempre. Es nuestra actitud la que da, pero el Señor mismo no puede actuar, si no lo deseamos.

¿Se puede ser cristiano y tener las lámparas apagadas?

¡Qué fácil es hablar! Escribir, ya no tanto.

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