5/12/10

¡Da frutos abundantes!

2º Domingo de Adviento
5 diciembre, 2010



Un domingo más, me pongo ante todos vosotros, ante vuestra atenta lectura, y como muchas veces me pregunto el por qué, ya que vosotros... Pero en fin, al parecer tengo esta misión, y la acepto, hago lo que puedo y lo mejor que puedo. Vamos a dejar esto ya.

San Juan el Bautista, decía hace un rato: “convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos.”
Yo os digo que este Reino, ya está aquí entre nosotros, ¿no lo has visto? ¿lo has deseado de todo corazón?

Bien, vayamos por partes, para que lo veas son precisas unas cuantas cosas. Lo primero es la conversión, imprescindible, si no hay cambio en tu vida no puede haber nada más. Muchos lo atacan aún sin conocerlo, luego, ¡figúrate lo cerca que está! Está aquí, entre nosotros, por eso algunos buscan la forma de destruirlo. Y tú, ¿todavía no lo has visto? El testimonio que tú y yo damos, no tan solo acudiendo a misa –menos de una hora- sino las 24 horas del día, ser cristiano es serlo todo el día, y precisamente a misa se va a dar gracias y a recargar las pilas, como dice mi madrina Gloria, es decir, a tomar fuerza, a sanear los defectillos, a ser modelados por los mismísimos sentimientos de Jesús.

Y, ¿qué podría ser lo siguiente que necesitáramos? Es bien sencillo, tan solo hemos de seguir escuchando la proclamación del Evangelio de hoy: ¡dad el fruto! Ahí es nada. Sin frutos... No basta con ir a misa un ratito, sino vivir todo el día con ese Espíritu, y entonces, y siempre con la gracia por delante, decimos y debemos decir: “el Reino de Dios ya está aquí entre nosotros”.
Sé que todos a veces damos un testimonio defectuoso. Hace unos pocos días estaba en la presentación del Itinerario de Renovación, que toda la diócesis valenciana quiere poner en marcha. Lo presentaban 4 sacerdotes, uno de ellos nuestro obispo Carlos, pues bien, dos de los cuatro sacerdotes, estaban durmiéndose, y a uno de ellos le costaba verdaderos sacrificios sujetarse la cabeza. No pasa nada, esto a cualquiera nos puede pasar, pero tal y como decía una señora “da muy mal ejemplo”.

Demos los frutos que podamos, cada uno según sus posibilidades, sin preocuparnos por lo que hagan otros. Pero es que a veces los malos testimonios arrastran a muchos, del mismo modo que los buenos testimonios también atraen a muchos.

El Espíritu Santo hará de nosotros y con nosotros grandes obras, pero aprendamos con la Virgen María y su esposo San José a mantenernos en oración.

¡Madre, enséñanos a decir: el Reino de Dios ya está aquí entre nosotros, ayúdanos a dar buenos frutos a la Santa Iglesia!

1 comentario:

  1. Anónimo5/12/10

    Por analogía con el método de san Anselmo, podemos establecer la existencia del Reino de Dios entre nosotros. Es fácil, es aquello que intuimos que existe pero que no lo tocamos. Es ese "ya, pero todavía no". También podemos buscarlo por vía negativa, rechazando plenamente aquello que no encarna sus valores, y buscando lo que sí que los encarna. Sea como sea, nuestro comportamiento puede ser, o no, fruto de dicho reino, o,... vaya usted a saber.

    ResponderEliminar