30/8/09

Corsés

Cuantas veces las situaciones, las expresiones de lo que está bien o esta mal, se colocan dentro de un cajón de madera, como aquellas hermosas cajas de tabaco. Cuantas de ellas se han utilizado como arcones para guardar muchísimas cosas. Tener un amigo cercano que trabajara en tabacalera era todo un chollo.

Estas cajas, se forraban, con un papel de estraza, con otro tipo de objetos delicados, mantelerías de valor, las chaquetas de lana que confeccionaban nuestras mamás y que tanto calentaban. Servían para todo y, además eran bonitas. Nosotros le dábamos con aceite de linaza y al tiempo, con barniz satinado que se compraba a granel en la droguería de Vicente.

Pero claro, hay quienes quieren o quisieran meter en ella a la religión. Qué hacer y qué no hacer. Las cosas de Díos no se pueden encorsetar. Son de “materiales” que no se pueden que no se pueden almacenar. ¿Cómo guardar en un tubo de cristal un poco de tu amor a tus hijos? No se puede, resulta imposible. Por eso Jesús llamaba tantas veces y con dureza a los fariseos, a los que decían cumplir la ley. La cumplían físicamente, pero no de corazón. Se habían acostumbrado al tráfico de las normas, y ellos desde arriba, miraban siempre a los de abajo. ¡Qué fácil resulta pensar que yo lo hago mejor que tú! Quizás esto sea soberbia.

Hay quienes no pueden comer con las manos sin lavar, porque son impuras, sin embargo pueden “sentir” lo que quieran. ¡Nadie se entera! Pero Díos ve en lo escondido del corazón. Por esta razón y otras dice: “Me honran con los labios, pero su corazón está lejos de mí, porque sus preceptos son humanos”. Y más adelante nos insiste: “escuchad y entended todos, lo impuro es lo que sale del interior del corazón del hombre, de ahí salen los malos propósitos, las fornicaciones, los robos, codicias, difamaciones...”

Cada vez que yo pienso que lo hago mejor y que soy mejor que aquellos, Jesús me recuerda: “las maldades salen del interior y hacen al hombre impuro”.

Una vez, el seminarista Diego, me dijo: “¿No será que te permite ver todo esto por algo?” No, no lo había pensado. ¡Cuánto me ayudaron tus palabras! Y es que “todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre”

Gracias por darme y darnos tanto. Empezando por tu gran amor, que siempre estoy en deuda Contigo, pues aunque yo te dé unos gramos, Tú me llenas con toneladas. Es una gran desproporción, pero Tú, eres así, grande.

Gracias.

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