23/6/13

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?




La pregunta del millón, ¿quién es Jesús para ti?. Para mi es el Dios Todopoderoso que vino a nosotros, para que nos pudiéramos salvar todos por Él, de todos los pueblos, de todas las razas. Aquí enlazaría con ese salmo, “mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.” ¿Te apetece que lo leamos?, vamos a leerlo al tiempo que lo escuchamos, con ese silencio de todo mi yo-tú.

“Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua”.

Viene como anillo al dedo, es todo un recital poético sobre la amistad, sobre las ganas de estar con Él.

Lo de la cruz, eso ya es otra cosa. Muchos se refieren a la cruz, a las cruces de su vida, a todo lo malo, lo no deseado, lo no comprendido... las dificultades, las tristezas...

Y para ti, ¿cuál es la cruz?

Para mí la cruz no son todos esos problemas ni tampoco mi enfermedad, ya que me está acercando más todavía a Jesús, casi tengo que dar gracias de vivir esos dolores, esos... ¿qué más da? Si cada uno tiene los suyos.

Para mí, lo realmente penoso, lo que me produce angustia, mi cruz, es mi propio pecado. Esos pensamientos negativos, esas dudas hacia aquel otro, esa boquita ácida que no calla... Esas basuras, porque todo esto ensucia mucho más que otras cosas. La cruz de cada uno es eso, porque fijaros lo que dice al comenzar su carta el apóstol Santiago, 1,2-4.

“Teneos por muy dichosos cuando os veáis asediados por toda clase de pruebas. Sabed que, al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia. Y si la constancia llega al final, seréis perfectos e íntegros, sin falta alguna”.

No intento darte ninguna clase, pero me ratifico en eso de que mi cruz es aceptarme a mí mismo, y a ti, no lo olvides, porque tú, todos nosotros tenemos que cargar con todo lo nuestro, la cruz, nos hace comprender que hay que hacer el bien allá donde estemos, en la escuela, en la clase, en el quirófano, en el puesto de guardia, en las tareas de la limpieza, en los desplazamientos, en los paseos...

El Señor Jesús sabe bien quién somos cada uno de nosotros, a Él no lo podemos comprender, ¡gracias a Dios!, pero nunca nos deja solos, y menos en los momentos más difíciles de nuestra vida. El sufrimiento hay que aceptarlo como ayuda para la perfección.

¿Por qué no te animas y me das tu opinión, me dices lo que piensas? ¿Te das cuenta de cómo empieza todo? ¡Orando solo! Sin la oración no hay respuesta. O sea, si no encuentras respuesta revisa tu oración, porque puede, y solo digo puede, que haga algo de tiempo que la has olvidado, abandonado. ¡No pasa nada! Pero retómala de nuevo, intensifícala.

Y tú, ¿quién dices que soy yo?

Te espero en los comentarios, que ya sabes que puedes escribir y dejar tu opinión.

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