18/5/13

19-5-2013

Pentecostés

Hoy, domingo de Pentecostés, día en que toda la Iglesia celebra precisamente eso, al Espíritu Santo, y precisamente por Él, toda la Iglesia en el mundo celebra, celebramos, lo mismo.

El Espíritu que nos une, uno de sus frutos es la alegría de formar comunidad, en ti y en mí, en nosotros, en todos, en México y en Italia, en Japón y España, en China y en Polonia, en Francia, en USA, en todos los rincones del mundo, “incluso” en África. Por eso el Señor decía a sus discípulos: “id y predicad al mundo entero”.

¿Cómo podría haber sido esto sin el Espíritu Santo? ¿Cuándo un imperio duró tanto como la Iglesia nuestra? La Iglesia que formamos todos, obispos y niños de primera comunión. Sí, todos somos “la Iglesia”. Cada uno tiene una misión, uno extirpa el bazo, y el otro, el sacerdote, preside la celebración de la Santa Misa. Todos somos un mismo cuerpo en esa unidad por el Espíritu, por el Amor que se nos ha dado. Todos formamos una comunidad – Iglesia- reunida y unida en común-unión-comunión- y lo hacemos todos y en todas partes.

¿Qué puedo contaros yo a vosotros que no sepáis? Quiero daros las gracias por estar ahí, por dedicarme más de una oración, por pedir por mi familia y todos los míos; yo poco os puedo decir. Pero también rezo por vosotros y os doy mi bendición humilde y sencilla, pero le pido al Señor que Él os bendiga.

Estaban reunidos en oración, con la Virgen María, y siempre a través de Ella- AD IESUM PER MARIAM - cuando de pronto un fuerte ruido llenó la estancia, pero no se asustaron, como les pasó a los israelitas cuando, junto a Moisés, subieron al monte sagrado. Ahora los discípulos reciben al Espíritu Santo, prometido por Jesús, y llenándoles de fuerza, de alegría, el miedo que tenían les desaparece, y empieza la gran aventura de anunciar el Evangelio, que no es otra cosa que la vida y hechos del Señor Jesús. Y sigue y sigue, hasta hoy en día, donde seguimos anunciando lo mismo, aunque las vestiduras y lo medios han cambiado, pero no así las palabras del Señor.

¿Y todo esto por qué? Porque hoy, como ayer, como en aquellos tiempos, como pasará mañana, el Espíritu, el mismo de siempre, por los siglos de los siglos, nos sigue iluminando con la Verdad, sigue enseñándonos, porque: “el Amor de Dios ha sido derramado por el Espíritu Santo que habita en nosotros”. En todos, incluso en los que no celebran la fiesta, en los que está como adormecido, hibernando. Y despertará... cuando despierte. El Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere.

Si tú y yo creemos esto, realmente en nosotros se hará grande y trasparente y entonces “veremos” mucho más.

Y tú, ¿qué dices?

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