12/9/10

La transformación

Domingo XXIV T. Ordinario
12 Septiembre 2010

Sin querer, sin darnos cuenta, en más de una ocasión, nos vemos sorprendidos por lo que otros opinan de nosotros, ¿tú no? ¡Qué suerte que tienes si no es así! Pues a mí sí que me pasa, en algunas ocasiones, lo que opinen de mí me pasa factura, y esto me paraliza en momentos muy concretos. No me deja moverme con libertad y no es bueno, ya que quedo estancado, sin recursos y posiblemente me haga incluso enfermar.

A Jesús, sin embargo, no le importaba lo que opinaban los fariseos y los maestros de la ley sobre Él, y se acercaban a escuchar todo lo que decían las personas de mala fama, los pecadores, los excluidos de aquella época, los recaudadores de impuestos para Roma.

¿Cuántas barreras sociales tenemos cada uno de nosotros? ¿Cuál debe ser nuestra transformación interior, nuestra conversión continua, diaria?

Jesús nos busca por la pureza de corazón, no por las apariencias, busca nuestros buenos actos, nuestra misericordia con los hermanos, con todos los hombres. Él nos quiere a todos, incluso a los más alejados de Él, por el motivo que sea, porque se alegra más por uno que andaba perdido, que por ese resto de justos. Y lo exclamaba diciendo: “Habrá más alegría en el Cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Éstos ya están con Él, y quien conoce a Jesús no desea jamás separarse de Él. ¡Esto es el cielo! Pero es que para encontrar a uno, al que estaba perdido, hay que removerlo todo, buscar y rebuscar, encender la luz, limpiar a fondo toda la estancia. Y por fin, allí está Él esperándonos.

Éste es un buen ejemplo de conversión, hay que activar todo nuestro ser y plantearnos cómo queremos vivir a partir de ahora de verdad, en Jesús, verdadera luz que alumbra para poder realizar la limpieza total, para volver cuando se está perdido, porque el Padre siempre está con los ojos abiertos, mirándonos, y Él mismo sale corriendo a nuestro encuentro.

¿Nos va a importar lo que piensen otros de este encuentro, de esta transformación?

Recemos todos por los que no lo conocen y que Santa María y su esposo San José intercedan por esta intención.

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