¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Es cierto, en muchas
ocasiones lo hemos comentado en pequeños círculos más o menos familiares
y cercanos. ¿Cómo podemos dejar pasar el tiempo tan tontamente?
Teniendo tanto por hacer, hasta los confines del mundo.
Jesús
resucita y asciende al cielo, en presencia de muchos, ¿tú no lo has
visto? No te preocupes, lo fundamental es que por su amor a nosotros nos
dice: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Si lo pensamos bien, si has leído el libro ¡Qué Alegría!, verás cuánto
amor sigue desarrollando. Él, hacia nosotros, por poco que nosotros le
demos algo. ¿Qué le puedo dar? Mi corazón, un deseo de amor, de
reconocimiento: Señor mío y Dios mío, te quiero.
Con esto, su
amor y entrega los tienes asegurados. No pierdas el tiempo en programas
raros, en lecturas vanas. Ponte en camino, vayamos a visitar, como Santa
María, Madre de Dios, fue a visitar a su prima, y como ha dicho el
padre Teótimo, se alegran todos, María por su prima, Isabel desborda de
gozo, e incluso el niño, San Juan el Bautista, salta de alegría al
oír... y es que es así, no hay más. Al conocer, al oír, al hablar con el
Señor Jesús, nuestro buen amigo, sólo la alegría cabe en nosotros. ¡Tan
sólo por visitar!
Y no hace falta ir hasta los confines del
mundo, basta por empezar por los primeros prójimos, por nuestra casa,
por el esposo o esposa; por los hijos, que hoy sufren abandono de cariño
de los padres. ¡Queremos que sean los maestros, el estado, quien se
ocupe de ellos! Máximo error, somos los padres quienes tenemos que
visitar y poner las normas de convivencia y de educación, desde la
familia, desde el amor, ya que nosotros los hemos querido. ¿Recuerdas
qué alegría? Siempre que alguien nos comunica que está embarazada,
inmediatamente decimos: ¡Qué alegría!, como en la Visitación, y es que
siempre el gran milagro de la vida nos produce alegría.
Pero lo
más curioso es que estamos hablando de la vida terrenal, cuando ahora
mismo el Señor nos habla de la eterna, la definitiva, y desde aquí,
desde ésta, hacemos méritos para ella. ¿Cómo? Amando, como Jesús nos
ama. Él nos enseña el camino, y para esta función nos da a la Madre, a
su Madre, ni más, ¡ni menos! La Virgen María nos llama de mil formas,
nos mira a los ojos, en silencio, sin prisas, y nos enseña a amar. Ella,
la maestra, nos regala el amor. ¡Como me pasó a mí, ahora hace cinco
años, en Lourdes! En esa gruta llena de paz y de amor, de la mano del
rosario, de la oración, como no podía ser de otra manera. Todo comienza
en el corazón, ese corazón inmaculado y misericordioso de la Santísima
Virgen María.
El Señor asciende a los cielos, y lo hace
precisamente para poder estar con todos nosotros, para visitarnos, hasta
los confines de la tierra. Antes estuvo físicamente con sus discípulos;
ahora está con todos, y bien claro nos lo dice: Yo estoy con vosotros
todos los días, estad tranquilos y alegres, hasta el fin del mundo.
Bendita y gloriosa sea tu Santa Ascensión.
Y tú, ¿qué opinas?
Creo que a veces estamos tan preocupados con el día a día de la vida terrenal(y más en estos tiempos con la que está cayendo), que perdemos de vista lo importante.Estoy de acuerdo en empezar desde nuestro pequeño círculo, para que pueda extenderse infinitamente como los circulitos que forma una piedra al tirarla a un lago. Saludos a todos.
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