27/6/10

Creo que debería dejar de escribir.

Domingo XIII T. Ordinario
27-06-2010

Por cuántas cosas tenemos que pasar, hasta que llegue el momento de nuestra incorporación al Padre Creador.

En el camino, nos vamos encontrando de todo, hay días soleados y días más apagados; días con alegría y días de mala leche. Hay de todo, nos encontramos con gente que piensa como nosotros, y otros en cambio, nada de nada. No solo es que no nos reciben en sus “casas”, sino que además nos echan fuera de sus vidas.

No me acogen, no pasa nada, me voy a otra parte. No, no, de ninguna manera, si no me acogen les echo el fuego del cielo y que se quemen vivos. Y ese deseo humano, alimentado por nuestro orgullo, ese deseo, es contrario a Dios y a su Reino. Es decir, una maldición, sin saber que con esto el que se quema es uno mismo.

¡Y así estoy, me estoy quemando!

Qué fácil es hablar, pero que difícil es actuar en consonancia. Lo que quisiera hacer, eso que es bueno, no lo hago. Y hago, motivado por otro que hay en mi, lo que no quiero hacer. Cuánta realidad se encuentra en estas frases.

Me planteo dejar de escribir, porque creo que no soy capaz de caminar sin mirar atrás, y ya lo dice Jesús: “el que sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”. ¿Por qué? Sencillo, porque hay que perdonar sin ver las ofensas que me hacen los que no me reciben, los que por uno u otro motivo han dejado de saludarme. Los que me hacen, o eso pienso yo, un feo, una acción no deseada.

Y mi orgullo sigue ahí, alejándome de ellos. ¿Cómo perdonar determinadas cosas? Se por experiencia que es la fuerza del Espíritu quién lo hace, pero yo tengo que desearlo, ir entrenando esa situación.

Y es que el reino de Dios es amor, y si entras la paz es el acomodador principal, siguiéndole de cerca Dª Alegría.

¿Por qué a veces no comprendo esto? ¿Por qué no soy capaz de poner en práctica estos pensamientos? ¿Me comprendes cuando digo, que debería dejar de escribir?

Gracias por vuestra, por tu, comprensión.

PD: Si escribo es porque considero que es un mandato que me hace el Señor, creo que es una misión que Él me ha encomendado.

20/6/10

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Domingo XII T. Ordinario
20 junio 2010


La pregunta del millón, ¿quién es Jesús para ti?. Para mi es el Dios Todopoderoso que vino a nosotros, para que nos pudiéramos salvar todos por Él, de todos los pueblos, de todas las razas. Aquí enlazaría con ese salmo, “mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.” ¿Te apetece que lo leamos?, vamos a leerlo al tiempo que lo escuchamos, con ese silencio de todo mi yo-tú.

“Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua”.

Viene como anillo al dedo, es todo un recital poético sobre la amistad, sobre las ganas de estar con Él.

Lo de la cruz, eso ya es otra cosa. Muchos se refieren a la cruz, a las cruces de su vida, a todo lo malo, lo no deseado, lo no comprendido... las dificultades, las tristezas...

Y para ti, ¿cuál es la cruz?

Para mí la cruz no son todos esos problemas ni tampoco mi enfermedad, ya que me está acercando más todavía a Jesús, casi tengo que dar gracias de vivir esos dolores, esos... ¿qué más da? Si cada uno tiene los suyos.

Para mí, lo realmente penoso, lo que me produce angustia, mi cruz, es mi propio pecado. Esos pensamientos negativos, esas dudas hacia aquel otro, esa boquita ácida que no calla... Esas basuras, porque todo esto ensucia mucho más que otras cosas. La cruz de cada uno es eso, porque fijaros lo que dice al comenzar su carta el apóstol Santiago, 1,2-4.

“Teneos por muy dichosos cuando os veáis asediados por toda clase de pruebas. Sabed que, al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia. Y si la constancia llega al final, seréis perfectos e íntegros, sin falta alguna”.

No intento darte ninguna clase, pero me ratifico en eso de que mi cruz es aceptarme a mí mismo, y a ti, no lo olvides, porque tú, todos nosotros tenemos que cargar con todo lo nuestro, la cruz, nos hace comprender que hay que hacer el bien allá donde estemos, en la escuela, en la clase, en el quirófano, en el puesto de guardia, en las tareas de la limpieza, en los desplazamientos, en los paseos...

El Señor Jesús sabe bien quién somos cada uno de nosotros, a Él no lo podemos comprender, ¡gracias a Dios!, pero nunca nos deja solos, y menos en los momentos más difíciles de nuestra vida. El sufrimiento hay que aceptarlo como ayuda para la perfección.

¿Por qué no te animas y me das tu opinión, me dices lo que piensas? ¿Te das cuenta de cómo empieza todo? ¡Orando solo! Sin la oración no hay respuesta. O sea, si no encuentras respuesta revisa tu oración, porque puede, y solo digo puede, que haga algo de tiempo que la has olvidado, abandonado. ¡No pasa nada! Pero retómala de nuevo, intensifícala.

Y tú, ¿quién dices que soy yo?

Te espero en los comentarios, que ya sabes que puedes escribir y dejar tu opinión.

13/6/10

Tu fe te ha salvado

XI domingo T. Ordinario
13-junio-2010
San Antonio


Cuantas veces nos empeñamos en seguir un destino, o en crear una misión para nosotros mismos, y luchamos por ello con todas nuestras fuerzas pero, a veces, como le sucedió a San Antonio de Lisboa, ya que nació allí, y al mismo San Antonio de Padua, porque murió allí, su misión se verá traslada a otro lugar.

Él quería marchar de misionero, y embarcó, pero una tormenta lo llevó a Italia, donde lo recogieron muy enfermo. El resto de su vida, transcurrió en el Monasterio. Hizo y sigue haciendo muchísimos milagros. Pero ¿soy yo acaso de esos que hablan sin saber bien las causas, como el fariseo del evangelio, que miraba a Jesús y pensaba en sus adentros: “si este fuera profeta, sabría que esta mujer que lo está tocando es una pecadora.”?

San Antonio quería ir a un sitio, pero lo “llevaron” a otro, y se dejó, porque Dios ve en lo profundo del corazón, del mismo modo que vio lo que el fariseo estaba pensando, juzgando, pero además Él es el único que conoces bien lo que es mejor para mi, y toma las decisiones y resoluciones más acertadas para mi propio bien.

Dios nos recuerda por medio de sus amigos íntimos, los Santos, un camino, posibles trayectos de cómo podemos llegar hasta Él.

Algunos no creen esto, porque en las situaciones adversas cuestionan al mismo Dios, sin pensar que es lo mejor. No hay duda de que en muchas de estas ocasiones no podremos entender la respuesta, que nos quedemos sin palabras, ni para mi ni para otros, por eso Él le dice a la mujer pecadora: “tu fe te ha salvado, vete en paz”.

Desde la oración, pidamos fe para nosotros, y paz.

Feliz día de San Antonio, primero de Lisboa y posterior de Padua, os lo dice un Antonio.

12/6/10

Los frutos del Año Sacerdotal


Clausura del Año Sacerdotal

En junio de 2009 nos convocaba el Papa Benedicto XVI a un Año Sacerdotal, con ocasión de celebrar el 150 aniversario de la partida al cielo del Santo Cura de Ars, san Juan María Vianney, patrono de todos los sacerdotes, y con la finalidad -decía el Papa- de "contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo". Por esta razón unos quince mil sacerdotes llegados de todos los continentes, se han reunido estos días con el Papa en Roma para celebrar la clausura del Año Sacerdotal.

Como el mismo Papa decía, "hay situaciones, nunca bastante deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros". Lo hemos reconocido repetidas veces, el antitestimonio de sacerdotes que ha provocado escándalo y falta de credibilidad en la Iglesia; se ha cuestionado y criticado al mismo Papa por encubrimiento de personas y situaciones, sin que esto sea verdad, pues el Papa ha sido enérgico en "tolerancia cero" respecto a los sacerdotes que, por ejemplo, han abusado sexualmente de menores de edad, al tiempo que ha ofrecido cercanía y ayuda de sanación a las víctimas y sus familiares. Nuevamente pido a usted perdón por el mal ejemplo que ha recibido de sacerdotes, a su vez le animo a que se acerque a la autoridad correspondiente, eclesiástica o civil, para la denuncia correspondiente.

A lo largo de este Año Sacerdotal, Dios nos ha ofrecido la purificación, la conversión del corazón especialmente a los sacerdotes. Ha sido un año de reconciliación, de renovación del don y misterio que Dios nos ha concedido.

Bendito sea Dios, son muchos más los sacerdotes que han dado testimonio de fidelidad a Cristo y de servicio generoso y constante a sus feligreses. Invito a usted a dar gracias a Dios por los muchos momentos de ayuda que ha recibido de sacerdotes concretos: con una palabra de consuelo, por la administración de algún sacramento, por acercar a Dios a usted y su familia; si es posible, si tiene cerca a algunos de ellos, comuníquelo, que mucho les ayudará, pues los fortalecerá para seguir haciendo el bien con alegría y perseverancia. Y no olvide seguir encomendándolos en sus oraciones, para que la fidelidad de Jesucristo les sostenga en su propia fidelidad sacerdotal.
ZENIT-PUBLICACIONES

11/6/10

Sagrado Corazón de Jesús

“Descargaos de todas las maldades que habéis cometido contra mí,
y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo…” (Ez. 18,31)

Florencio Varela, 2 de junio del 2010

A los miembros del Círculo de Adoración “Monte Sión”.


Entre los múltiples temas que se repiten a lo largo de la Biblia, hay dos que van unidos tanto en boca de los Profetas como en las enseñanzas de Jesús, se trata de la conversión y el corazón. La “conversión” siempre supone un cambio, un modo de vivir diferente, una escala de valores distinta. La meta siempre es la misma: “ir a más”, “ser mejor”. Tanto el “ir a más”, como el “ser mejor” ha de realizarse en función de un “modelo”: Dios. He aquí lo que está en el corazón mismo del mensaje bíblico. La “conversión” del hombre y el “corazón nuevo” suponen que los rasgos de Dios-Amor se realicen más y más en el hombre.

¿Qué importancia reviste este tema hoy? Su importancia es tal que del mismo depende tanto la felicidad personal como la comunitaria. Muchas veces me preguntan: “¿De qué vino a salvarnos Jesucristo?”, o “¿Qué necesito que se salve en mí?”… La Iglesia católica enseña que Dios es la garantía de la humanización del hombre, cuando el hombre se aleja de Dios se aleja de su “modelo”. Un hombre alejado de Dios corre el peligro de perder humanidad y desfigurarse en su ser y hacer. Por lo tanto a la pregunta de si necesito o no “salvación”, desde la fe en Jesucristo respondemos: sí, el hombre necesita ser “salvado”, ayudado a no caer en lo primitivo, en los bajos instintos, en la desfiguración de lo humano. Alguna vez escribí que nadie sabe cuánto amor es capaz de dar, pero tampoco sabe cuánto de malo es capaz de realizar. El ser humano es “capaz” para el bien y para el mal, para la belleza y la fealdad. Justamente, Jesús ha venido para enseñarnos el camino del bien, de la belleza, de la mejor y más noble humanidad. Él, que vino a enseñarnos el camino de la mejor humanidad, fue torturado y crucificado por la maldad, el desamor, el interés, el poder…

No hace falta ser muy listo para percibir el aumento de lo que los dos últimos Papas llaman: “una creciente des-humanización del hombre”. Es más, la sufrimos en carne propia todos los días: inseguridad física, inseguridad económica, inseguridad laboral, prepotencia del poder político y de las corporaciones, manifestaciones callejeras violentas que responden a intereses ocultos (o no tanto), robos, drogas… Son estas las realidades que señalan una humanidad urgentemente necesitada de “humanización” y por lo tanto de “salvación” y de “conversión”.

En este mes que la Iglesia acentúa la devoción al Corazón de Jesús, a Jesús Sumo y Eterno Sacerdote y al Corazón Inmaculado de María, me ha parecido importante que este mensaje volviera a centrarnos sobre la actualidad “del corazón nuevo y del espíritu nuevo”. La Biblia hace referencia a la existencia “del corazón de piedra”. No han faltado personas que me han dicho que les parecía muy duro el término. Si hoy vuelvo sobre ello, no es por todo lo desagradable que sale en los periódicos y en los medios sobre la violencia o el horror que producimos a diario, vuelvo sobre el tema por una vivencia que no se publicita, pero que me ha dejado entristecido y dolido.

Una joven mamá llevó a su hijita de un año a un Hospital público en plena celebración del Bi-Centenario. Le diagnostican un edema pulmonar agudo, la pequeña queda internada en terapia y con respirador. La madre podrá verla sólo una vez al día, pero no tocarla. Pasan dos días, no hay mejoría y tampoco informes de los médicos, nadie sabe nada, nadie dice nada. Todo es espera, incertidumbre y angustia para la familia. Por fin, aunque la niña no mejoraba, dejan que la madre la toque. Viendo lo despeinada que estaba su hijita, toma un peine fino y se lo pasa por los cabellos. Cuál no sería su sorpresa y horror, cuando vio que el peine sacaba piojos de la pequeña cabeza. Gritó angustiada, vino una enfermera y tras enterarse del motivo del grito le dice a la madre: “Si le parece que está mal atendida, llévesela de acá”. En eso interviene la médico pediatra quien, al enterarse de la reacción histérica de la mamá, dice agresivamente: ¿Qué preferís?, ¿la salud o que esté sin piojos…?” La nena falleció al día siguiente…

Objetivamente hablando, las reacciones de la enfermera y de la pediatra son comportamientos de “un corazón de piedra”. Pero, y aquí está “el punto” de esta reflexión, tanto la una como la otras son también mamás, tanto la una como la otra querrían y quieren lo mejor para sus hijos. Pero hay algo, hay una realidad que produce reacciones de corazones de piedra. Cuando las conductas de “un corazón de piedra se multiplican, la sensibilidad también se endurece. Se trata de la realidad agobiante que vivimos: hospitales públicos en los que muchas cosas no funcionan o no hay, cuando debiera haberlas. Disposiciones irracionales de algún funcionario que logran formar en las calles, frente a los Bancos, colas interminables de ancianos que sufren frío o calor, para cobrar su jubilación, muchas veces insuficiente. Calles de la ciudad por las que no se pueden transitar sea por colapso del tránsito, sea por manifestaciones o piqueteros agresivos…

Las reacciones propias de “un corazón de piedra”, son las que nacen en la zona débil de todo hombre cuando se experimenta atropellado, ninguneado. Jesús, en el Huerto de los Olivos, le dice a su Padre “mi alma está triste hasta morir” (Mt.26,38). Su tristeza se debía a que sabía todo lo que en su cuerpo y en su espíritu iba a producir la maldad de muchos. ¡Qué rápido cambió el grito de “¡Hosanna!”, por el de “¡Crucifícalo!”. Fueron los corazones de piedra de unos pocos, los que lograron la conducta de piedra de una multitud confundida.

¿Por qué escribo esta circular sobre este tema, cuando la Patria acaba de celebrar, su Bi-Centenario? Porque la celebración de los 200 años nos encuentra más desintegrados de lo que imaginamos, pero nadie que ame a la Patria querría que lo que la marcó en buena parte su segundo siglo, sea la impronta del que se inicia. La propuesta está en asumir el compromiso de hacer todo lo posible para transformar todo lo que haya de “piedra” en la vida social, en “carne”. Por eso, lo primeo es trabajar sobre la propia conducta y sobre el propio corazón. Recién entonces se podrá influir sobre la comunidad social.

La Virgen nos fue dada por Jesús como la “Educadora del corazón de carne”. Esta educación ella la hace en la fuerza de la Alianza de Amor. Al enseñarnos a amar con y como ella, nos sumerge en Cristo y nos da ser “imágenes y semejanza” de Dios. Ella nos da corazón y conducta de puro amor, para una Patria nueva y para un mundo nuevo.

Que en la Adoración Eucarística, Jesús nos de un corazón semejante al suyo. ¡Así sea!

P. Alberto E. Eronti

6/6/10

Celebración

Corpus Christi
6 de junio de 2010


¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!

Una tarde, estando en Lourdes cuando terminábamos de cenar una de las hermanas del Amor de Dios se acercó y nos dijo a mi mujer y a mi:

-¿Habéis estado en la misa que se hace en la Gruta a las 23:00?
-No –fue la respuesta contundente por nuestra parte —¿por qué?
-Creo que os gustaría de un modo muy especial.
-Pero es que a las 23:00, se cierra el monasterio.

Bajó la voz, se aproximo un poquito más a nosotros y nos dijo:

-Pedir la llave a la madre superiora, y seguro que os la deja. De este modo podréis entrar cuando regreséis, sea la hora que sea.

Se marchó y siguió con sus tareas, nosotros dos nos miramos y decidimos seguir su consejo:

-Madre, ¿sería posible que nos dejara una llave para poder asistir a la misa de las 23:00 en la Gruta?

Se sonrió, abrió un cajón y nos entregó una llave:

-Vais a disfrutar mucho.

Esa noche, después del rosario de las antorchas, nos quedamos por enfrente de la Gruta. Estuvimos hablando de muchas cosas, la noche era preciosa en este mes de agosto, y la brisa fresquita de los pirineos nos complacía, porque el día había sido caluroso.

De repente una campanita sonó ¡Cling!, y la comitiva celebrante salía ya, formada por siete sacerdotes y varios acólitos del santuario.


La presidía un sacerdote francés de color, un hombre de constitución atlética y muy grande. Toda la misa fue en ese idioma, pero no había problema en seguirla. Cuando se terminó no dio la bendición, tomó una custodia y expuso solemnemente al Señor Jesús Sacramentado.

El silencio se apoderó de todos nosotros, un silencio que fluía al igual que lo hacía el río a nuestras espaldas. ¡Qué bien se estaba allí! Cuánta paz había. Junto a nosotros, japoneses, un gran número de italianos, alemanes, polacos... y por supuesto franceses.

Transcurridos unos quince o veinte minutos se levantó el gran sacerdote, quién permaneció de rodillas todo este tiempo delante del Señor, y con Él, se acercó a nosotros, muy cerca, y nos dio la bendición. El aire se llenó de un peso sanador y reparador. Las lágrimas se desprendieron por muchas mejillas. ¡Qué bien que se estaba allí! Nosotros aún permanecimos un buen rato, y por fin nos levantamos y nos marchamos.

¡Increíble! Nunca hubiéramos imaginado la gente que allí se había congregado, muchos todavía de rodillas sobre la piedra, mirando embelesados, cautivados por el amor que la Virgen María sabe dar.

Al día siguiente a las 11:15 a celebrar con los españoles la misa, a escuchar al padre Teótimo, verdadero alimento, y a Vivir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, a ensalzar al Señor, al Todopoderoso, de la mano de sus sacerdotes. Desde entonces somos adictos a esta misa nocturna, allí, donde la Virgen se le apareció a santa Bernardita, por la mañana a la capilla de san José, y por la noche a la Gruta, a los pies de nuestra Maestra de oración y vida.

¡Sea por siempre bendito y alabado!

3/6/10

BENDITO BENEDICTO XVI

BENDITO BENEDICTO

Hace mas de tres meses comencé a gestar este testimonio personal que recién hoy lo siento maduro para publicar.
Han pasado tres meses muy difíciles para el Papa y para todos nosotros, como miembros de la Iglesia, también.

En febrero participe en el Día de la Vida Consagrada, el 2,en la Vísperas con religiosos de todo el mundo y nos insto a una vida santa para mostrar la vigencia y vitalidad del Evangelio.
En la jornada de los enfermos, el 11, y ante una imagen de la Virgen de Lourdes y la reliquia de S. Bernardita nos mostró el sentido del dolor como participación en la cruz redentora de Jesús.
En la audiencia al Clero de Roma, el 18, partiendo de la lectio divina de la Carta a los Hebreos, nos insistió en el sacerdocio como constructor de puentes entre Dios y los hombres, remarcando la aspiración a la santidad sacerdotal y el modo de vivirla.

Estábamos ya en Cuaresma y en ese contexto se hicieron publicas las medidas contra la pedofilia y comenzaron a conocerse episodios muy dolorosos en diversas partes del mundo que inmediatamente se convirtieron en un tema mediático.
La carta a los católicos de Irlanda marca un hito y un estilo para enfrentar este escándalo, pero no es solo un documento para un país sino tiene carácter ejemplar de validez universal y muestra una línea pastoral bien definida.
Creo que para decirlo en tres palabras:
-es un llamado al arrepentimiento y penitencia ,sin excluir la justicia, y mirando el problema desde las victimas,
-es un gesto de sincera humildad, sin negar la verdad, que exige conversión de vida
- es también un camino de reforma y purificación de la Iglesia toda y en particular de los ministros consagrados.

En sus recientes viajes a Malta y a Portugal el Papa volvió sobre el tema y asumió los mensajes de Fátima sobre conversión, penitencia y oración mostrando su actualidad para toda la Iglesia y mas allá de este tema puntual.

Estamos ante un estilo de conducción pastoral que nos impacta por su claridad, coherencia y firmeza.
Para algunos que tenían una imagen deformada de Benedicto XVI quizás les sorprenda, pero si uno ha seguido atentamente su conducta antes y después de su elección al Pontificado no nos sorprende sino que muestra con mayor nitidez rasgos que le son propios y que ya se perfilaban en su Magisterio desde abril de 2005 cuando sucede a Juan Pablo II. Así también se veía ya cuando era aun Cardenal y desde sus tiempos de perito del Concilio Vaticano II.

Estando en Roma y siguiendo su rico Magisterio uno valora no solo su claridad doctrinal y su estilo claro y accesible de enseñar, sino el modo sereno y consecuente con que enfrenta los problemas internos de la Iglesia y la franqueza con que habla de ellos, sin agredir pero sin eufemismos ni falso pudor.

Así como camina con pasos cortos y ágiles también ese es el modo de conducir este proceso de reforma interna de la Iglesia. No hace gestos grandilocuentes pero da pasos coherentes. Queremos acompañarlo en este desafió que la Providencia pone a toda la Iglesia para su profunda renovación interior, lo que le dará una mayor credibilidad y hará posible que la nueva evangelización sea eficaz.

Recordando lo que decía hace casi 50 años el Padre Kentenich creo que estamos navegando hacia las nuevas playas, dando a la Iglesia esos rasgos que señalaba entonces: -Servidora – Humilde –Plena del Espíritu –Mariana y –Profética. Pueblo peregrino y Familia de Dios.

Por eso creo que estos dolores de parto mas que desanimarnos deben estimularnos a amar a la Iglesia así como es y al mismo tiempo a colaborar para su profunda renovación interior y su valiente proyección misionera en esta etapa de la historia.
Con el carisma y con el amor a la Iglesia del Padre Kentenich acompañamos al Santo Padre que como Pastor de toda la Iglesia la esta conduciendo con mirada lucida y mano firme hacia las nuevas playas. Especialmente ahora al concluir el Año Sacerdotal recemos por todos los sacerdotes y acompañemos su camino hacia una mayor santidad sacerdotal.

Bendito el Señor que nos guía a través de Benedicto. Maria camina con nosotros, no tengamos miedo. Ella es la gran Misionera...

P.Guillermo Mario Cassone Roma, 31-5-2010

1/6/10

ORACIÓN PARA IRRADIAR A CRISTO

Cardenal JOHN HENRY NEWMAN. El próximo 19 de septiembre será beatificado.



Amado Señor:

Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma de espíritu y vida.
Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida,
solo sea una emanación de la tuya.

Brilla a través de mí, y mora en mí
de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo
puedan sentir tu presencia en mi alma.
Haz que me miren y ya no me vean a mí
sino solamente a ti, oh Señor.

Quédate conmigo y entonces
comenzaré a brillar como brillas Tú;
a brillar para servir de luz a los demás, a través de mí.
La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí;
serás Tu, quien ilumine a los demás
a través de mí.

Permíteme pues alabarte
de la manera que más te gusta,
brillando para quienes me rodean.

Haz que predique sin predicar,
no con palabras
sino con mi ejemplo,
por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago,
por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.


Esta oración me la ha enviado mi querida Amparo, mi Compi: Gracias, me ha venido de maravillas.

Sobre la falsa paz espiritual



De las enseñanzas de San Doroteo, abad






El hombre que encuentra culpa en sí mismo acepta todas las cosas alegremente—infortunio, pérdidas, desgracias, deshonor y cualquier otra clase de adversidad. Él estima que es merecedor de todas esas cosas y nada le perturba. Nadie puede tener más paz que este hombre.

Pero quizás tu me planteas esta objeción: “Supongamos que mi hermano me lástima, y, al examinarme a mí mismo, encuentro que no le he dado motivo alguno. ¿Por qué debo culparme [1] a mí mismo?”

Ciertamente si alguno se examina a sí mismo con detención, y con temor a Dios, jamás se encontrará completamente inocente. Él se dará cuenta que ha contribuido en cierta manera con alguna provocación al actuar, al hablar, o por su manera de ser. Si encontrase que él no es culpable de ninguna de estas, seguramente tuvo que haber lastimado a su hermano de alguna forma en alguna ocasión previa. O quizás ha sido una causa de irritación a algún otro hermano. Por esto, él merece tolerar el mal por los muchos otros pecados que ha cometido en otras ocasiones.

Otra persona pregunta por qué se debe acusar a sí mismo, si él estaba sentado pacífica y calladamente cuando de pronto, un hermano le ataca con palabras poco amables o insultantes. Eso no lo puede tolerar, así que piensa que su enojo es justificado. Si ese hermano no se le hubiese acercado para decirle esas palabras que le inquietaron, él jamás hubiese pecado.

Esta forma de pensar es ciertamente la más ridícula y no tiene base racional alguna. Pues el hecho de que haya dicho cosa alguna en esta situación rompe el encubrimiento de su ira apasionada que lleva dentro de sí, la cual se hace más evidente por su ansiedad excesiva. Si él quisiera, podría hacer penitencia. Se ha convertido como un grano de trigo; limpio y brilloso, pero al romperlo, está lleno de sucio por dentro.

El hombre que se piensa callado y pacífico tiene dentro de sí una pasión que desconoce. Un hermano llega, pronuncia unas palabras poco amables, e inmediatamente todo veneno y lodo que se esconde dentro de él son arrojados afuera. Si desea misericordia, tiene que hacer penitencia, purificarse a sí mismo, y esforzarse para conseguir la perfección. Él se dará cuenta que le debió haber dado gracias a su hermano en vez de devolverle mal por mal, pues su hermano ha demostrado serle de beneficio. No pasará mucho tiempo cuando ya esas tentaciones no le molestarán. Mientras más crece en perfección, menos le afectarán esas tentaciones. Pues mientras más progresa el alma, más fuerte y poderosa se vuelve para llevar todas las dificultades con las que se encuentra.

—San Doroteo, abad
(Oficio de Lecturas, martes
de la novena semana del tiempo ordinario