
Hoy, en la Iglesia, celebramos esos dos grandes pilares, fundamentos de la fe vivida por San Pedro y San Pablo. Ambos mártires por decir la verdad, por anunciar que el Reino de Dios es para todos los hombres. Fueron aniquilados por ser buenos, porque lo eran, como tantos y tantos hombres piadosos como los hay hoy.
Pero me gustaría incidir en esa pregunta que hace Jesús: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Y claro está, los que no lo conocen bien, los que se dejan llevar por su conocimiento humano, no lo pueden retratar, y señalan eso, de que es un profeta, o similar. Y de pronto fija su mirada en los discípulos: “y vosotros: ¿quién decís que soy yo?”.
Él pregunta en plural, y San Pedro responde por todos ellos, por todos nosotros, en singular, haciéndonos todos uno: “tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y precisamente aquí nos mira uno a uno, y nos dice personalmente, a ti, a mí: ¡dichoso tú, porque eso te lo ha revelado mi Padre! No la inteligencia humana, no mi razón, sino la fuerza del amor que brota desde el corazón.
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”.
¿Por qué hay tanto miedo entonces? ¿Por qué vas tú en contra de los fundamentos, los pilares de tu propia casa? ¿Por qué tiras piedras sobre tu propio tejado? ¿Buscas tú la destrucción de tu casa?
Y si no es así, por que tanto atacar al cura, al sacerdote, al ungido por el Espíritu Santo, a los llamados a pastorear al pueblo de Dios, a las doce tribus de Israel.
¿Cómo te puedes permitir hablar mal de lo tuyo, de ti mismo?
Quizás tu no formes parte de la Iglesia, ya que no se entiende tu postura destructiva. La Iglesia formada por Jesús en esta piedra, en Cefas, con sus discípulos, los apóstoles, los curas, los sacerdotes, y por todo el pueblo.
Herodes persiguió a los primero cristianos, y tú, con tus críticas malvadas, haces lo mismo o incluso peor. Toma ejemplo, tomemos nota todos, mientras Pedro estaba detenido, toda la Iglesia oraba incesantemente.
¿Hacemos hoy lo mismo? ¿Oramos sin cesar?
Pero me gustaría incidir en esa pregunta que hace Jesús: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Y claro está, los que no lo conocen bien, los que se dejan llevar por su conocimiento humano, no lo pueden retratar, y señalan eso, de que es un profeta, o similar. Y de pronto fija su mirada en los discípulos: “y vosotros: ¿quién decís que soy yo?”.
Él pregunta en plural, y San Pedro responde por todos ellos, por todos nosotros, en singular, haciéndonos todos uno: “tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y precisamente aquí nos mira uno a uno, y nos dice personalmente, a ti, a mí: ¡dichoso tú, porque eso te lo ha revelado mi Padre! No la inteligencia humana, no mi razón, sino la fuerza del amor que brota desde el corazón.
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”.
¿Por qué hay tanto miedo entonces? ¿Por qué vas tú en contra de los fundamentos, los pilares de tu propia casa? ¿Por qué tiras piedras sobre tu propio tejado? ¿Buscas tú la destrucción de tu casa?
Y si no es así, por que tanto atacar al cura, al sacerdote, al ungido por el Espíritu Santo, a los llamados a pastorear al pueblo de Dios, a las doce tribus de Israel.
¿Cómo te puedes permitir hablar mal de lo tuyo, de ti mismo?
Quizás tu no formes parte de la Iglesia, ya que no se entiende tu postura destructiva. La Iglesia formada por Jesús en esta piedra, en Cefas, con sus discípulos, los apóstoles, los curas, los sacerdotes, y por todo el pueblo.
Herodes persiguió a los primero cristianos, y tú, con tus críticas malvadas, haces lo mismo o incluso peor. Toma ejemplo, tomemos nota todos, mientras Pedro estaba detenido, toda la Iglesia oraba incesantemente.
¿Hacemos hoy lo mismo? ¿Oramos sin cesar?