14/7/13

Anda,haz tú lo mismo


Hace pocos días una señora me rebatía con fuerza sobre el significado de los carismas y, como el suyo, no era el de la oración. No entré en mas detalles, la escuché y guardé silencio, pero no estaba, ni estoy en absoluto de acuerdo.
La oración no es un carisma, es una necesidad y, es bien cierto que a veces, la oración parece estar apagada, parece no dar ningún fruto. Es como si no sintiéramos nada al hacerla, incluso da la impresión, de que cuanta más oración haces, mas ataques, mas tentaciones, mas motivos de distracción, mas excusas se interponen entre ella y yo.
Da igual, ¡hazla!
Sin la oración nada funciona, o nada funciona bien. Hay quienes, están estudiando, escribiendo, haciendo la colada, planchando... y, sin embargo están haciendo oración. Pero esto es otra cosa.
No hay nada que Dios nos pida, que nosotros no podamos con ello, porque Él siempre nos da los medios para realizarlo, mucho más de lo necesario.
“ La ley del Señor es perfecta, y es descanso para el alma”, aquí está uno de los frutos de la oración. “Los mandatos del Señor son rectos, y nos alegran el corazón”. Aún en los peores momentos, aún cuando parece que nuestra oración es “pesada”, incluso así, no hay que desfallecer en el intento. De la oración hecha no se pierde ni una coma. La oración mala, la deficiente, es aquella que no se hace.
Está claro que en ocasiones, en demasiadas, nos dejamos llevar por las primeras impresiones de las personas y, lo cierto es que son muy importantes, ¡pero! Si pensáramos siempre así, ¿qué diríamos del sacerdote y del levita, “que dieron un rodeo un rodeo”, por no contaminarse? Su ley, les prohibía determinadas cosas, su religión no les permitía, parar, tocar a un herido con sangre... ellos no podían contaminarse, pecar, sin embargo el hombre que no era tan religioso en apariencia al menos, un samaritano, de religión impura para el pueblo judío, éste, si para, lo toca, utiliza todos los medios a su alcance, tales como aceite, vino, vendas, agua, su propia cabalgadura y, su dinero, para pagar los gastos.
Jesús, hoy, ahora mismo, nos dice a todos nosotros: “Anda, haz tú lo mismo”. De los otros dos, no se oye, ningún reproche. En el Deuteronomio se dice: “el mandamiento de Dios -lo que nos pide-está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca”.
A veces hacemos lo que hizo aquel Samaritano – y lo pongo en mayúsculas-, a veces, pero acto seguido ponemos verdes a los otros dos, al sacerdote y al levita, con lo cual, echamos por la borda, todo el trabajo bien hecho. ¿Y qué hacer?
Muy sencillo, Dios nos da todo lo necesario para que podamos actuar, nos dio a su Madre, la Santísima Virgen María, a quien yo, le debo todo, para que le pidamos a Ella, maestra en oración, para que nos enseñe a comunicarnos con su hijo Jesús, nuestro gran Amigo.

7/7/13

CALLA Y ESCUCHA

Solo se puede ser feliz perdonando, olvidando los daños que los otros nos pueden causar. Siendo humildes y mansos de corazón, sin generar las peleas, tanto dialécticas, discutiendo todo el día, con todo bicho viviente, “teniendo” yo toda la razón, como las mentales.


¿Cómo conseguir la paz? Callando muchas veces, pensando que “yo” soy el responsable de esa maldad, soy generador de errores, consciente e inconscientemente. Mi lengua ha hablado mal de esto o de aquello, y sin saberlo estoy causando daño. Como diría una amiga he generado mala energía, mal deseo, sencillamente he deseado “mal” y con esto es suficiente; luego soy responsable de la falta de felicidad.

Hace unos tres mil años, ya se escribía: “bendeciré tu nombre por siempre jamás, día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.”

He aquí una muestra del camino a seguir para encontrar la felicidad. Hablar bien, es siempre bueno y positivo, por poco que sea, su efecto es siempre generador de bondad, de dicha, tanto para el que habla, como para el que escucha lo dicho, y si esta es nuestra intención, si nuestro deseo es tal, entonces, se cumple aquello de: “El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.”

Sabiendo esto, solo nos cabe pedir por nosotros, por todos los hombres, para que el bien crezca en todos, pedir lo bueno, suplicar lo mejor, empezando por eso que a veces no entendemos, y siguiendo por lo que nos haya podido causar algún daño, para que con nuestro bien, se limpie el mal, ese mal causado por ese posible descuido de nuestra lengua.

Y antes de pedirlo, ya tenemos que dar gracias a Dios, porque ya sabemos que nos lo ha concedido, nos ha escuchado antes incluso de que las palabras salieran a vibrar junto al aire, y es que la Palabra misma, es la generadora de buenas palabras, la única capaz de cambiar el mundo, la única capaz de hacerme manso y humilde, y así, llegar a vivir en paz, y esta paz, creará mi felicidad, la tuya.

La alegría, será mi camino, y podremos dar gracias a Dios siempre y en todo momento. ¡Qué alegría! ¿Verdad?

¿Tú vives en la alegría? ¿Disfrutas con paz?

Que el Señor te bendiga a ti, y a toda tu familia, a todos los tuyos, y a todos los que tu se la quieras dar